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Jeff Jacoby

Al pan, pan y al terrorismo islámico...

Los fascistas islámicos no nos odiarán menos por que dejemos de hablar de la teología que los exalta.

Frontline

¿Tiene algo que ver el islam radical con el terrorismo? Destacadas personalidades británicas se pronunciaron al respecto tras los últimos atentados frustrados, ya saben, los dos coches bomba del West End londinense y el todoterreno en llamas empotrado contra la terminal más importante del aeropuerto de Glasgow.

Reparemos en lo que dijeron cuatro de esas voces prominentes. Una de ellas sostenía que no se debía emplear la palabra musulmán a la hora de hablar sobre el terrorismo, e insistía en que incluso debía arrumbarse la expresión guerra contra el terror. La segunda afirmaba que, en Londres, los musulmanes son "menos dados a recurrir a la violencia para alcanzar fines políticos" que los no musulmanes. La tercera, cuando se le preguntó si podía haber extremistas musulmanes tras las matanzas frustradas de Londres y Glasgow, respondió como sigue: "Evitemos las presunciones (...) Puede haber sido cosa de musulmanes, o de cristianos, o de judíos, o de budistas". Finalmente, la cuarta destacaba las semejanzas entre dichas tentativas y "otros complots recientes de los extremistas islámicos británicos", apuntaba a la "teología islámica" como "el verdadero motor de la violencia que padecemos" y calificaba a los yihadistas británicos como "asesinos descerebrados" que "han declarado la guerra al mundo entero".

Los fascistas islámicos no nos odiarán menos por que dejemos de hablar de la teología que los exalta.

Va siendo hora de desvelar quién es quién: la primera voz es la del primer ministro británico, Gordon Brown; la segunda es la del alcalde de Londres, Ken Livingstone; la tercera, la de Daúd Abdulá, vicesecretario general del Consejo Musulmán del Reino Unido, y la cuarta, la de Hassán Butt, un ex vocero de la organización islamista radical Al Muyajirún que ha renunciado a su antigua vida.

Las declaraciones de los tres primeros son falsas, poco sinceras, pero reflejan a las mil maravillas la corrección política, y fueron evacuadas apenas unos días antes del segundo aniversario de los mortíferos ataques del 7-J y cuando aún no se había cumplido un año desde la detención de los 24 musulmanes británicos que planeaban hacer estallar varios aviones repletos de pasajeros sobre el Atlántico. Aun así, Brown, Livingstone y Abdulá hablaban como si no tuvieran ni idea de que el Reino Unido se ha convertido en un campo de batalla para los militantes de la yihad global; como si sólo un palurdo o un energúmeno pudiera pensar que tras los coches bomba de Londres y Glasgow pudiera haber manos musulmanas.

Por lo que hace al cuarto en discordia (nunca mejor dicho), Butt escribía recientemente en el Daily Mail que a los yihadistas no les mueve la aversión a la política exterior norteamericana –o británica–, sino una teología fundamentalista que busca someter el mundo entero a la justicia islámica. Los imanes radicales –explicaba Butt– inculcan a sus pupilos que deben luchar por Dar al Islam (la Casa del Islam) contra Dar al Harb (la Casa de la Guerra, es decir, los dominios de los infieles, a los que hay que derrotar). "[Y] en Dar al Harb todo vale, incluso la traición y la cobardía de atacar a los infieles".

A juicio de Butt, las principales instituciones musulmanas, con su política de cerrar los ojos ante la teología radical de los yihadistas, no hacen sino facilitar que los extremistas recluten nuevos adeptos. Igualmente crítico se muestra este exfundamentalista con líderes políticos como Brown y Livingstone: "Se niegan a asumir la ardua y a menudo compleja verdad de que el islam puede utilizarse para sancionar la violencia contra el infiel; en vez de ello, repiten el mantra de que el islam es la paz, con la esperanza de que todo este debate quede en agua de borrajas".

No hay manera de ganar una guerra por medio de la denegación de la realidad y la ceguera voluntaria. Sin embargo, los líderes y las instituciones occidentales persisten en desviar la mirada ante la amenaza islamista. Para el secretario general de la ONU, el coreano Ban Ki Moon, el culpable del genocidio que se está perpetrando en Darfur no es el régimen yihadista de Sudán, sino el... calentamiento global. Uno de los aspirantes a suceder a George W. Bush en la Casa Blanca, el senador demócrata por Illinois Barack Obama, mantiene en internet una deslumbrante página web repleta de informes sobre multitud de asuntos, pero no tiene nada que decir a propósito de la agresiva guerra que ha desatado el islam radical. Otro aspirante a la Presidencia de EEUU, el también demócrata John Edwards, escribe un discurso para el Council on Foreign Relations y sólo dedica 19 de las 5.200 palabras de que consta a la amenaza que representa el extremismo islámico...

Los ofuscados a veces resultan casi cómicos. El New York Times, que llevó el intento de atentado contra el aeropuerto de Glasgow a portada, se empeñó en no emplear la palabra que empieza con eme a la hora de hablar de los terroristas islámicos en el Reino Unido. Así las cosas, dio en atribuir la matanza del 7-J a la "desencantada población [procedente] del sur de Asia"; y en informar de que los terroristas que se encontraban detrás de la intentona de Glasgow eran, igualmente, "del sur de Asia". (Por cierto, y como ha destacado Joel Mowbray, en el Reino Unido la mayoría de los sujetos procedentes u originarios del sur de Asia son indios de religión hindú).

¿Y qué decir de esa noticia de la AP, firmada por siete periodistas, que llevaba por título: "Grupo diverso, presuntamente implicado en el complot británico" y daba cuenta de los médicos yihadistas arrestados en el curso de la investigación sobre la intentona de Glasgow? Por alguna curiosa razón, esos siete periodistas no cayeron en la cuenta de que el dichoso grupo diverso compartía una misma teología radical.

La corrección política no es una estrategia para la victoria. Los fascistas islámicos no nos odiarán menos por que dejemos de hablar de la teología que los exalta. Si queremos ganar la guerra que nos han declarado los yihadistas, la guerra de Dar al Islam contra Dar al Harb, debemos apostar por la claridad moral. La negación de la realidad es un lujo que no nos podemos permitir.

NOTA: Este artículo se publicó en el suplemento "Ideas" de Libertad Digital el 24 de julio de 2007.

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