Los Padres Fundadores, esos hipócritas
"¿Será posible que quienes más fuerte ladran en defensa de la libertad sean traficantes de esclavos?".
"¿Será posible que quienes más fuerte ladran en defensa de la libertad sean traficantes de esclavos?", se preguntaba socarrón Samuel Johnson, el animal sagrado de las Letras inglesas, hace 235 años. Con el mismo tono escribía su colega Thomas Day en 1776:
Si hay algo verdaderamente ridículo en este mundo es ver a un patriota americano firmar resoluciones independentistas con una mano y, con la otra, blandir el látigo contra sus atemorizados esclavos.
Es muy frecuente escuchar que los Padres Fundadores eran unos hipócritas, sobre todo en lo relacionado con la cuestión racial. Los ejemplos abundan por doquier. En un mitin de la Sociedad Contra la Esclavitud de Massachusetts celebrado en 1854, un apasionado William Lloyd Garrison condenó la Constitución, que ensalza 'las ventajas de la Libertad' pero tolera la esclavitud, por ser 'un convenio con la muerte y un pacto con el diablo'. En 2000, cuando en el Legislativo de New Jersey se propuso la adopción de una ley que obligara a los escolares a recitar pasajes de la Declaración de Independencia, un legislador negro bramó: "¡Tienen el valor de pedir a mis nietos que reciten la Declaración! ¿Cómo se atreven?". En 1975, en un ensayo conmemorativo del bicentenario de la nación, el historiador John Hope Franklin acusó a los Fundadores de 'traicionar' los ideales que predicaban. "La servidumbre y la dignidad humanas no eran igual de importantes para ellos que su propia independencia política y económica", sentenció.
La Declaración de Independencia, que tan enfáticamente afirma que Dios dota a cada ser humano del derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, es obra de alguien que poseía 200 esclavos.
¿Son los Fundadores culpables de los cargos que se les imputan? "Es una verdad evidente que todos los hombres son creados iguales", proclamaban; pero toleraban la esclavitud de los negros. Y la Declaración de Independencia, que tan enfáticamente afirma que Dios dota a cada ser humano del derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, es obra de alguien que poseía 200 esclavos.
Así que sí, es fácil condenar a Jefferson y compañía por no vivir según sus más altos ideales. Pero si eso es todo lo que hace falta para ser declarado culpable de hipocresía, ¿cuántos de nosotros nos iríamos de rositas? Sin duda, lo más notable de Jefferson no es su condición de propietario de esclavos, sino su franco reconocimiento de que la esclavitud era un mal. Así, en sus Notes on the State of Virginia escribió que la posesión de esclavos era "el despotismo más duradero", un escándalo "destinado a despertar la ira divina". Y añadió: "Me echo a temblar por mi país cuando pienso que Dios es justo, que su justicia no puede seguir dormida para siempre".
Los Fundadores no eran estúpidos. Por supuesto que sabían que los ideales universales consignados en la Declaración no tenían reflejo en la realidad de las trece colonias. La controversia por la esclavitud era intensa; pero lo más perentorio era conformar un frente unido contra Gran Bretaña. En 1776, la elección no era entre esclavitud o abolición, sino entre ir a la horca juntos o por separado. Así las cosas, el debate sobre la esclavitud fue pospuesto.
Y cuando finalmente se produjo el choque, el noble ideal de la igualdad, venerado en la Declaración, y precisamente porque es venerado en la Declaración, confirió una enorme autoridad moral a los abolicionistas. Los que condenan a los Fundadores porque el trato dispensado a los esclavos africanos no se correspondía con aquello de "Todos los hombres son creados iguales" deben plantearse las siguientes preguntas: ¿sería mejor la Declaración de la Independencia sin esas palabras?, ¿habría llegado antes a término la esclavitud si los abolicionistas no hubieran podido invocar esa 'verdad evidente'?
'Sostenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales'. Los Padres Fundadores eligieron estas palabras para que describieran no el país en que vivían, sino el país en el que querían vivir, más justo y mejor; el país que podría llegar a ser América. Esas palabras se convirtieron en el credo americano, en el pilar del sueño americano, y son tan dignas de elogio hoy como lo fueron en 1776.
En el Día de la Independencia de 1852, Frederick Dougalss clamó: "¿Qué es el Cuatro de Julio para el esclavo americano? Una farsa huera y despiadada (...) una barbaridad repugnante y una descarada hipocresía". "¿Acaso se nos brindan a todos los grandes principios (...) contenidos en la Declaración de la Independencia?". La Declaración podría no haber incluido esos grandes principios, pero ¿a qué coste para Douglass y todos los que lucharon contra la esclavitud? ¿A qué coste para el movimiento pro derechos civiles de mediados del siglo XX? En palabras de Martin Luther King, la Declaración era un 'pagaré' del que todo americano habría de hacerse cargo.
La generación de los Padres Fundadores no cumplió su promesa a rajatabla, pero qué diferente sería América sin ella.
"Sostenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales". Los Padres Fundadores eligieron estas palabras para que describieran no el país en que vivían, sino el país en el que querían vivir, más justo y mejor; el país que podría llegar a ser América. Esas palabras se convirtieron en el credo americano, en el pilar del sueño americano, y son tan dignas de elogio hoy como lo fueron en 1776.
NOTA: Este artículo se publicó en el suplemento "Ideas" de Libertad Digital el 21 de julio de 2010.
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