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Pedro Fernández Barbadillo

Campaña en África para defender Canarias

Después de que Madrid incumpliese sus obligaciones con las Naciones Unidas y los saharauis, y entregase la provincia del Sáhara a Marruecos y Mauritania, el siguiente territorio amenazado por potencias extranjeras fue Canarias.

Vista espacial de las Islas Canarias | NASA

España es uno de los pocos países del mundo bicontinentales, como Rusia, Turquía o Egipto. La mayor parte del territorio español se encuentra en Europa, pero el resto, las Canarias, Ceuta, Melilla y los peñones, se halla en África. Lo que puede ser un privilegio y una oportunidad se puede convertir en una carga si el régimen gobernante es débil o carece de una política clara.

En esa situación se encontraba España en la Transición. Después de que Madrid incumpliese sus obligaciones con las Naciones Unidas y los saharauis, y entregase la provincia del Sáhara a Marruecos y Mauritania, el siguiente territorio amenazado por potencias extranjeras fue Canarias.

En 1968, la Argelia recién independizada y bajo una dictadura socialista de partido único presentó ante la OUA (Organización para la Unidad Africana) el caso Canarias, como territorio africano pendiente de descolonización. Entonces y en los años siguientes, la diplomacia española optó por la política del avestruz, que Madrid sigue aplicando ante asuntos tan graves como los planes separatistas en Cataluña.

Argelia conspira contra España

La retirada española del Sáhara había dejado muy descontento al régimen argelino, por diversos motivos: beneficiaba a Marruecos, enemigo con el que había librado la Guerra de las Arenas (1963), e impedía a la propia Argelia, que respaldaba al Frente Polisario, hacerse con una salida al Atlántico.

En consecuencia, los socialistas argelinos acogieron al separatista Antonio Cubillo, jefe del grupo terrorista Mpaiac, al que además dieron una emisora de radio, y desempolvaron el expediente canario en la OUA. El Comité de Liberación de la OUA decidió en junio de 1977 enviar una comisión al archipiélago para comprobar la existencia de una situación colonial, anuncio que causó la oposición del Gobierno español (UCD). Aunque en noviembre de 1977 el presidente de Gabón declaró, después de visitar España y reunirse con el rey Juan Carlos, que las Canarias no eran una colonia, sino provincias españolas, en febrero de 1978 la amenaza se agravó.

El Comité de Liberación de la OUA, reunido en Trípoli (del 13 al 18 de febrero), aceptó considerar el archipiélago canario como "país africano a descolonizar" y conceder apoyo económico y logístico al Mpaiac, al que reconocía carácter de "movimiento de liberación canaria". Su informe y sus recomendaciones se estudiarían en la Conferencia de Jefes de Estado africanos en Jartum (Sudán) en julio. Días antes, las Cortes habían ratificado el acuerdo de pesca firmado con Marruecos que incluía las aguas del Sáhara, otro motivo de irritación para Argelia.

El rey marroquí Hasán II mostró de nuevo su astucia declarando el 20 de febrero de 1978 que reconocía las Canarias como parte del territorio español y subrayaba que nunca había puesto en duda su hispanidad. Al día siguiente, hizo otro tanto el Gobierno de Mauritania.

Canarias se convertía en uno de los focos de conflicto entre las dos superpotencias y sus peones. La flota pesquera de la URSS tenía una de sus principales bases en el archipiélago. Ante el probable ingreso de España en la OTAN, tanto EEUU como la URSS usaban Canarias para presionar en favor de sus intereses al Gobierno de Madrid. Según José Manuel Otero Novas, ministro de Adolfo Suárez (Lo que yo viví), en marzo de 1978 llegó a Moncloa un mensaje de EEUU de que controlaban el Mpaiac. La URSS, aparte de la baza argelina contra Canarias, contaba con el pacto entre el PCUS y el PSOE firmado en diciembre de 1977, en el que los españoles se comprometían a oponerse al ingreso en la OTAN.

La desmoralización y el miedo entre los canarios, que habían asistido a la humillante retirada española del Sáhara (gran parte de la población civil que allí vivía era canaria), eran altos. El Gobierno de Suárez había elaborado el Plan Canarias y llevado a los Reyes (1977) para levantar los ánimos.

Colaboración de EEUU e indiferencia de Francia

Además, el Gobierno encargó al ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, parar la ofensiva de Argelia en la OUA. En los meses siguientes, Oreja preparó una apretada agenda de viajes a diversos países africanos para entrevistarse con sus jefes de Estado y obtener su apoyo a la postura de España. Solía viajar en fin de semana, mientras atendía sus obligaciones el resto de la semana. Así, recorrió Senegal, Mali, Mauritania, Zaire, Camerún, Ghana, Nigeria, Gabón, Costa de Marfil…

El embajador español en Libia advirtió al ministro de Exteriores de Gadafi de que su respaldo a Argelia, aparte de dañar las relaciones con España, podría precipitar el reconocimiento de Israel. Carlos Robles Piquer llevó al presidente vitalicio de Togo una carta de Juan Carlos I en la que le pedía influyese sobre el secretario general de la OUA, que había sido su ministro de Exteriores.

Cuando lo dirige una voluntad política, un Estado como el español consigue victorias.

El Gobierno contó con la colaboración de los partidos representados en las Cortes (salvo los separatistas, como el PNV y CDC) y, como señala Oreja (Memoria y esperanza. Relatos de una vida), con la del secretario de Estado de EEUU, Cyrus Vance, "que se mostró siempre muy solícito" y medió con los países africanos de influencia anglosajona; por el contrario, el Gobierno francés "nunca tomó en serio nuestro tema".

Tanto trabajo tuvo su recompensa: el 22 de julio, la Cumbre de Jefes de Estado de la OUA rechazó la resolución del Consejo de Ministros, que había asumido la del Comité de Liberación sobre las Canarias y otros archipiélagos que rodean África, al no alcanzar los 33 votos necesarios para que prosperara; se quedó en 19.

El presidente del Senegal expuso la contradicción de que quisiesen declarar la condición colonial de las Canarias cuando no habían preguntado a sus habitantes qué opinaban.

En sus citadas memorias, Oreja da un dato para reflexionar: Francia dedicaba a su política de cooperación 40.000 millones de pesetas anuales, mientras que España dedicaba poco más de cien millones. Y pese a que Madrid solo podía emplear promesas y argumentos de razón con los presidentes africanos, ya que España estaba ausente de casi todo el continente, les convenció.

Cuando lo dirige una voluntad política, un Estado como el español consigue victorias.

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