Filipinas, 1648: 'Las nuebas mentirosas'
Bastanbide apeló a las mentiras que cada día se dicen, adelantándose a ese género periodístico –las 'fakes news'- que hoy todo lo anega.
Reçibí la de vuestra merçed de 8 deste en que vuestra merçed me dize la boz que ha corrido de aberse perdido las yslas philipinas y que lo abía escrito Diego Rodríguez Naranjo, hombre de negocios desta çiudad, a don Bernardo de Tejada, que se alla en esa corte, y que se a reparado en que la casa no a dado quenta desto a Su Magestad. Y es así que aunque ha corrido esta nueba no se a podido allar su fundamento, ni de las Yndias a benido bajel que la traiga. Sólo se dize que a benido por bía de Flandes, sin que se aya podido allar quien tenga carta dello, y así ni la casa ni yo hemos hallado cuerpo a esta nueba para dar quenta al Consejo, ni es bien dar abiso de la pérdida de un reyno sin saberlo primero muy de raíz, y supuesto que de la Nueba España no ay quien lo escriba, y que lo más que se dize es que se sabía por vía de Flandes, no abiendo en esa corte cartas de los confidentes, pareçe que no se le uede dar crédito.
Las letras reproducidas pertenecen a una carta escrita por Juan de Góngora, presidente de la Casa de la Contratación, fechada en Sevilla el 21 de agosto de 1648, año en el que finalizó la Guerra de Flandes. El conflicto bélico, también llamado Guerra de los Ochenta Años, terminó con la firma de la Paz de Westfalia, que reconocía la independencia de las siete Provincias Unidas. Pese a que la paz se selló documentalmente en 1648, desde el inicio de esa centuria el piadoso Felipe III había buscado una tregua. Exhaustos y desabastecidos, los míticos tercios alternaban destellos bélicos y motines, pero era evidente que habían comenzado a perder su temible potencia en las tierras bajas. El forcejeo en los campos de batalla tenía su reflejo en los despachos. De este modo, en 1609 se firmó la Tregua de Doce Años, fecha en la que Francisco de Quevedo escribió una obra, titulada España defendida y los tiempos de ahora, de las calumnias de los noveleros y sediciosos, que permaneció largo tiempo inédita, hasta el año 1916.
Cuatro siglos más tarde, la novelería, en sus diferentes formas, sustenta el negocio editorial y forma parte constitutiva del género periodístico, ya en soporte vegetal, ya en digital. Factor indispensable en toda tensión política, la propaganda, en este caso acompañada de un fuerte componente religioso, encontró en el papel, multiplicado por la acción de la imprenta, una poderosa herramienta que se reforzó con la obra de Las Casas en la que se novelaban las crueldades españolas en América. Editada en español en 1551, la Brevísimase publicó oportunamente en 1578 en Amberes en idioma francés, y ello a pesar de la reciente obtención de una amnistía y de la aceptación de grandes garantías religiosas para los rebeldes protestantes.
Contextualizados los hechos, regresemos a 1648, año en el cual muchos han tratado de situar el inicio de la llamada decadencia española.
Las alarmas habían saltado en Sevilla a cuenta de otra misiva, pues en la "Consulta del Consejo de Indias incluyendo carta de Juan de Góngora dando cuenta del poco fundamento de la voz que ha corrido sobre Filipinas", conservada en el Archivo General de Indias, puede leerse lo que sigue:
Un Domingo Rodrígues Naranjo, hombre de negosios, veçino de esta çiudad, abía escrito a don Bernarde de Tejada, que se halla en la corte, que las tas tales nuevas las abía traydo a Cádiz una urca olandessa que abía llegado.
Para ser más precisos, dichas islas se abían levantado, o, lo que es lo mismo, en los confines asiáticos del Imperio, tierras tan anheladas por los comerciantes de la Compañía de las Indias Orientales Unidas, se habría producido algo similar a lo ocurrido en el frente europeo. Era inexcusable abrir una investigación que aclarara unas noticias que podían estremecer a la Corte en la que se hallaba Tejada. Al cabo, ambos territorios, de ser cierto el rumor, se habrían rebelado contra su soberano, pues Felipe IV, el Rey Planeta, había recibido en heredad tanto las tierras descubiertas por Legazpi como esas tan levantiscas procedentes del tronco borgoñón de su familia. De ser cierta la información, el Imperio español se estaría erosionando en su extremo oriental por la vía de un alzamiento que, curiosamente, se habría conocido en la metrópoli gracias a la llegada a Cádiz de una orca, es decir, de una embarcación de gran tamaño y poca tripulación, holandesa...
La crisis abierta por las noticias propagadas por los sediciosos navegantes, bien que a escala sevillana, estaba servida, y podía extenderse dado el ambiente cosmopolita de la ciudad. Aunque a que a Sanlúcar había llegado un navío procedente de Caracas que nada sabía del alzamiento, era preciso interrogar al capitán Juan de Bastanbide, que inmediatamente fue requerido, pues la nueba corrió públicamente, así en la dicha yglesia mayor como en la lonja de Sevilla. La declaración de Bastanbide, de quien recogió la información Rodríguez Naranjo, rebajó mucho la tensión, pues este dijo:
aunque este declarante no se acuerda averlo dicho pudo ser que ponderando las nuebas mentirosas que cada día se dicen lo ay dicho pero no porque este declarante lo aya sabido ni oydo con fundamento a ninguna personas, y esto responde.
Hombre experimentado, conocedor de las mudables cosas de la mar, pero también de los vaivenes que acompañan al rumor, Bastanbide apeló a las nuevas mentirosas que cada día se dicen, adelantándose a ese género periodístico –las fake news– que hoy todo lo anega bajo la forma indocta del barbarismo.
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