Sus ojos se cerraron el 19 de junio de 1918. Agotado por la bronconeumonía, o gripe española, Julián Juderías y Loyot exhaló su último aliento en su casa de la madrileña calle Preciados. Una suscripción pública, impulsada por el periódico en el que su pluma era asidua, El Debate, y encabezada por Alfonso XIII, sirvió para mejorar las precarias condiciones en que quedaron su madre, su viuda y su hija. Un siglo después de aquel luctuoso suceso, Juderías, al que dos meses antes de su fallecimiento se le habían abierto las puertas de la Real Academia de la Historia, es una figura central en un género historiográfico, el de la Leyenda Negra, que hoy goza de un inusitado éxito de ventas.
Hijo de un periodista manilense entusiasmado por la historia de España, y de madre parisina, don Julián había nacido el 16 de septiembre de 1877 en Madrid. Instruido en la lengua francesa dentro de su ambiente doméstico, el joven, tras convertirse en bachiller, entró en la órbita del Ministerio de Estado, en el que ya trabajaba el padre. Allí se desempeñó como intérprete y traductor de documentos. En este contexto laboral, desde la capital de España vivió Juderías la Guerra de Cuba, crucial para la acuñación del rótulo, Leyenda Negra, con el que hoy se le identifica. En efecto, poco después del final de aquella guerra, marcada por el sensacionalismo periodístico, el 18 de abril de 1899, e invitada por la Sociedad de Conferencias, Emilia Pardo Bazán pronunció en la Universidad de la Sorbona la conferencia titulada La España de ayer y la de hoy. (La muerte de una leyenda). El acto tuvo un gran eco en la prensa nacional de la época, y dio como fruto la publicación del discurso en edición bilingüe. No es descabellado pensar que alguno de los periódicos de aquellos días llegara a manos de nuestro hombre. Por lo que respecta al origen de la expresión, todo parece indicar que pudo ser un préstamo que la condesa tomó del idioma francés, que dominaba, y en el cual se desarrolló su intervención parisina. Doña Emilia no era, naturalmente, la primera pluma española que se enfrentaba a la propaganda hispanófoba, sin embargo, fue la primera en usar el rótulo leyenda negra en un sentido contrapuesto a lo que denominó leyenda dorada, que definió como una apoteosis del pasado. Fijado por doña Emilia, el lema fue empleado con cierta frecuencia. Eduardo Gómez Baquero, Andrenio, o Vicente Blasco Ibáñez fueron dos de sus usuarios más célebres.
Poco después de que la Pardo Bazán interviniera en París, Juderías pasó por la Escuela de Lenguas Orientales de París y, posteriormente, por la Universidad de Leipzig, donde aprendió ruso. Con esa formación pasó aOdesa. El contacto con una sociedad tan diferente como esa Rusia a la que conocía gracias a sus novelistas hizo brotar en Juderías el interés por la imagen externa de las naciones y por los tópicos que gravitan sobre ellas. De algún modo, los trabajos sobre España están conectados con su estancia en una Rusia en la que siempre hubo espacio para una hispanofilia concentrada en la admiración por un personaje literario tan estilizado y arquetípico como Don Quijote. Fruto de aquel viaje, ya de vuelta a España, publicó Rusia contemporánea (1904). Su ingreso en el Instituto de Reformas Sociales, que trató de canalizar las corrientes regeneracionistas de la época, le llevó a ocuparse de cuestiones como la situación del obrero, la criminalidad o la trata de blancas. Juderías participó en varios congresos internacionales, en los que se abordó este último problema. Con una creciente presencia en la prensa de la época, a veces emboscado bajo el pseudónimo Marcos de Obregón, Juderías era un asiduo de los círculos literarios madrileños. También del Ateneo de Madrid, institución de la que llegó a ser bibliotecario.
Todas esas actividades comenzaron a quedar en un segundo plano a partir de 1913. Fue en esa fecha cuando ganó un concurso convocado por la Ilustración Española y Americana, dirigido a escritores españoles e hispanoamericanos, cuyo tema era, precisamente, la imagen de España en el extranjero. El trabajo de Juderías, titulado La leyenda negra y la verdad histórica. España ante Europa, se publicó en cinco entregas entre los meses de enero y febrero de ese mismo 1913. Un año más tarde, aquellas piezas, convenientemente completadas, dieron forma a un libro de elocuente título: La leyenda negra y la verdad histórica: contribución al estudio del concepto de España en Europa, de las causas de este concepto y de la tolerancia política y religiosa en los países civilizados (Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, 1914). Bien recibida por la crítica, la obra se reeditó, muy ampliada, en 1917 bajo los auspicios del ingeniero y empresario español afincado en los Estados Unidos Juan Cebrián Cervera, circunstancia que aprovechó Juderías para añadir un nuevo capítulo, titulado "La obra de España". Cebrián, contrario al empleo de la expresión América Latina, entusiasmado con la obra y consciente de la mala imagen que España tenía en su país de acogida, especialmente desde los tiempos del conflicto cubano, pretendía que el libro se difundiera por los centros de enseñanza. El título de esta edición, aparecida en mitad de la Gran Guerra, fue La leyenda negra: estudios acerca del concepto de España en el extranjero: segunda edición completamente refundida, aumentada y provista de nuevas indicaciones bibliográficas (Ed. Araluce, Barcelona 1917).
La obra constituye un estudio pormenorizado, y convenientemente contextualizado en el ambiente político e histórico en que se publicó, de las diversas facetas o expresiones que ha ido adoptando la leyenda negra antiespañola, adjetivo este que, dada su persistencia en relación a España, resulta incluso redundante. El libro, que despertó la admiración de Maeztu, tomó el testigo de autores que, como Juan Valera, ya habían salido al paso de los ataques lanzados contra España y constituye un ejercicio de filosofía de la historia capaz de enfrentarse a las seculares acusaciones recibidas por el Imperio español. Por sus páginas desfilan personajes como Torquemada, Felipe II y su desdichado hijo, pero también todas aquellas cuestiones que cabe denominar como negrolegendarias. La tolerancia religiosa, la conquista de América o la brujería son sometidas a análisis y, en su caso, al cotejo con lo ocurrido en Europa. Trata incluso Juderías de la tan enconada querella de las ciencias, es decir, de la supuesta incapacidad de los españoles para las disciplinas científicas.
Cabe, por último, detenerse en la definición que Juderías dio de la Leyenda Negra:
Por leyenda negra entendemos el ambiente creado por los fantásticos relatos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en casi todos los países; las descripciones grotescas que se han hecho siempre con el carácter de los españoles como individuos y como colectividad; la negación o, por lo menos, la ignorancia sistemática de cuanto nos es favorable y honroso en las diversas manifestaciones de la cultura y del arte; las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado contra España, fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la prensa extranjera, de que nuestra patria constituye, desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupos de las naciones europeas.
En una palabra, entendemos por leyenda negra la leyenda de la España inquisitorial, ignorante, fanática, incapaz de figurar entre los pueblos cultos lo mismo ahora que antes, dispuesta siempre a las represiones violentas; enemiga del progreso y de las innovaciones; o, en otros términos, la leyenda que habiendo empezado a difundirse en el siglo XVI, a raíz de la Reforma, no ha dejado de utilizarse en contra nuestra desde entonces, y más especialmente en momentos críticos de nuestra vida nacional.
Más de un siglo después, en los tiempos de las falsas noticias, el párrafo reproducido invita a la reflexión. En él se habla de fantásticos relatos extendidos por diversos países, en los cuales dominan la distorsión y la caricatura. El papel escrito, aquel que se puede leer, que a ello se alude cuando de leyenda se habla, arroja la imagen de una España excepcional por negativa. Una nación no homologable con las naciones de su entorno. Sin cabida en los terrenos roturados por el Mito de la Cultura, incapaz para practicar la tolerancia, secularmente refractaria al progreso.
Cien años después de su muerte, en otro momento crítico de nuestra vida nacional, marcado por unos movimientos disolventes de profunda impronta negrolegendaria, las palabras de Juderías mantienen plena vigencia.
NOTA: Iván Vélez es autor de un libro titulado, precisamente, Sobre la Leyenda Negra, cuya edición revisada y aumentada ha aparecido en fechas recientes, con un prólogo de María Elvira Roca Barea.