Menú
Iván Vélez

Evocación de Popocatépetl

Cuando Ordás regresó a España para casarse, se le otorgó un escudo de armas con la figura de un volcán como blasón.

Cuando Ordás regresó a España para casarse, se le otorgó un escudo de armas con la figura de un volcán como blasón.
Volcán Popocatépetl. | Wikipedia

La erupción volcánica en la isla de La Palma no sólo ha dejado lava y destrucción a su paso, también ha brindado una excelente oportunidad para que muchos de nuestros conciudadanos, algunos de ellos distinguidos con cargos públicos, hayan exhibido algunas de sus convicciones e incluso obsesiones. A las manifestaciones ministeriales que veían el discurrir incandescente como una oportunidad turística o a la disparatada idea de pensar en la posibilidad de apagar la erupción se han sumado voces que han atribuido el fenómeno volcánico al cambio climático e incluso a la respuesta de un planeta dotado de voluntad que respondería así a las agresiones perpetradas por sus ingratos habitantes.

En línea con la existencia de una pugna entre humanos y Naturaleza, en 2015 se estrenó en México la película Epitafio. El filme narra la ascensión de Diego de Ordás al volcán Popocatépetl –"gran bulto de humo" en náhuatl–. Junto al leonés, que pidió permiso a Cortés para llevar a cabo esa hazaña, Gutierre de Casamori y el joven Juan Larios, asistidos por una serie de porteadores indígenas, subieron hasta las cercanías del cráter del volcán, coronado perpetuamente por nieves, de las cuales se tenía noticia desde antes de la salida de Cuba de Hernán Cortés. No en vano en la Instrucción dada por Diego Velázquez de Cuéllar ya se hablaba de la provincia de Sancta María de las Nieves. Desde las alturas volcánicas, que los veteranos de Italia compararon con el volcán Etna de Sicilia, vieron por primera vez los españoles la ciudad lacustre de Tenochtitlan y pudieron escoger el mejor camino al corazón del imperio mexica. Años después, en reconocimiento a su hazaña, cuando Ordás regresó a España para casarse, se le otorgó un escudo de armas con la figura de un volcán como blasón.

No fue esta la única vez que los españoles treparon por las faldas del Popocatépetl, paralelas a las del Iztaccihuatl –"la mujer blanca"–, en una suerte de columnas de Hércules del Anáhuac. Conquistada la ciudad de Tenochtitlan, la escasez de pólvora, necesaria para dar continuidad a la expansión hispana, empujó al salmantino Francisco Montaño, que anteriormente había ascendido al Teide, a tomar el testigo de Ordás. Acompañado por Francisco de Mesa, Diego de Peñalosa y, de nuevo, Juan de Larios, cuyo vínculo con el mineral se mantuvo en el tiempo, al dedicarse a la minería en Ayoteco, Montaño subió hasta la boca del volcán y, atado a una cuerda, se descolgó por el cráter para llenar varios canastos de azufre.

Mientras el suelo palmero sigue supurando lava, cuando acaban de cumplirse cinco siglos de la conquista del imperio de Moctezuma, acontecimiento que tan incendiarias palabras ha hecho brotar de la boca de Andrés Manuel López Obrador, parece oportuno evocar estas hazañas nunca vistas ni oídas.

0
comentarios