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Xavier Reyes Matheus

El Zorro entre los libertadores

Hablemos de las venturas y desventuras de William Lamport, también llamado 'Guillén de Lampart' o 'Guillermo Lombardo'.

Antonio Bandera | El Zorro

En la historia de la emancipación hispanoamericana ocupan un capítulo necesario los llamados precursores: personajes o movimientos que defendieron la insurrección de las colonias contra el sistema del Antiguo Régimen antes de abrirse para éste la crisis de 1808. Por lo general, tales iniciativas se enmarcan en el contexto de la Ilustración; tanto por las ideas que las inspiran (tomadas a menudo de los philosophes franceses) como por las estructuras contra las que reaccionan (asociadas, con frecuencia, a las políticas del absolutismo borbónico destinadas a aumentar el control de la Corona sobre los recursos ultramarinos).

Resulta, por lo tanto, excepcional el proyecto sobre la Nueva España trazado en pleno siglo XVII por una figura desconcertante: el soldado católico irlandés William Lamport (1611 o 1615-1659), también conocido por las formas castellanizadas Guillén de Lampart o Guillermo Lombardo.

Lampart pertenecía al grupo de los Wild Geese ("gansos salvajes"), los católicos irlandeses que se habían refugiado en España tras sufrir en su patria la persecución política y religiosa de Inglaterra. Nuestro personaje había terminado su formación en Santiago de Compostela y en Salamanca, y se había arrimado provechosamente al círculo del gran valido de Felipe IV, el todopoderoso Conde-Duque de Olivares. Incorporado a uno de los regimientos irlandeses del Ejército español, Lampart logró destacarse como militar en la Guerra de los Treinta Años y hasta mereció ser pintado, por las fechas de la toma de Nördlingen, por Anton Van Dyck y quizá por Rubens, si es que corresponde a su imagen el retrato del Joven capitán conservado en el Timken Museum de San Diego (California).

Lampart pertenecía al grupo de los Wild Geese ("gansos salvajes"), los católicos irlandeses que se habían refugiado en España tras sufrir en su patria la persecución política y religiosa de Inglaterra.

Entre 1639 y 1640, Lampart apoyó las pretensiones de un emisario de la nobleza de Irlanda llamado Gilbert Nugent, que buscaba el apoyo de Olivares para un levantamiento contra los ingleses. Existe un plan trazado por Lampart para que, secundando España la insurrección con "cien bajeles de guerra bien pertrechados", Irlanda fuese convertida en un protectorado del monarca católico a título de "república libre", como Venecia, con el compromiso de aportar 20.000 infantes al año para las guerras españolas. La rebelión se llevó a cabo y permitió a los irlandeses ganar mucho terreno frente a una Inglaterra abrumada por la guerra civil (un conflicto que acabó echando a rodar la cabeza de Carlos I), pero finalmente las tropas de Cromwell redujeron a los disidentes y ello se tradujo en un nuevo éxodo de irlandeses que acudieron a ponerse bajo el amparo de rey de España.

Antes de cumplir los 30 años, Lampart marchó a la Nueva España como espía del Conde-Duque, con el encargo, según parece, de vigilar al virrey designado para esos territorios, el Marqués de Villena, que viajaba en el mismo barco. Temían Felipe IV y su valido que el alto funcionario, primo del Duque de Braganza, compartiese las aspiraciones separatistas que llevaron a este último a coronarse como Juan IV de Portugal, consumando la independencia del país vecino. Y lo cierto es que el Marqués de Villena acabaría siendo objeto de una destitución fulminante.

Aunque tras ello pueda imaginarse la mano de Lampart, lo cierto es que el espía no iba a correr mucha mejor suerte. El irlandés cometió el error fatal de incluir entre sus denuncias las corruptelas de la Inquisición, que llevaban a importantes cargos de este tribunal a usar la acusación de criptojudaísmo con el objeto de apoderarse de los bienes de los reos. Interceptados sus informes, el Santo Oficio lo prendió el 26 de octubre de 1642. La caída de Olivares, al año siguiente, le dejó sin protector. Su cautiverio se prolongaría durante 17 años, y en el auto de fe del 19 de noviembre de 1659 sería quemado vivo, bajo los cargos de

haber sido y ser hereje, apóstata, sectario, de las sectas y herejías de los malditos herejes Calvino, Pelagio, Juan Hus, Wiclefo y Lutero, y de los alumbrados y otros heresiarcas, dogmatista inventor de nuevas herejías, fautor y defensor de herejes, protervo y pertinaz.

La razón por que Lampart se ha convertido en un precursor de los movimientos antiabsolutistas en América es un documento suyo del que se incautó la Inquisición, y que, naturalmente, sumó a su expediente el delito de sedición. El escrito se conserva hoy en día en la Biblioteca Cervantina del Tecnológico de Monterrey, y ha sido publicado con el título Proclama insurreccional para la Nueva España. Allí, Lampart se refiere ya a las restricciones que sufren los criollos en el comercio:

Los republicanos [se refiere a los habitantes de las Indias], consumidos entre funestos duelos, pues les tienen impedido el trato en otros reinos, con embargos, contrabandos y penas capitales, y cerrado menos que sea con España donde forzosamente obligan, y la misma necesidad constriñe se compre por mil lo que apenas vale uno.

La situación de las instituciones es pintada también con los tintes más desfavorables:

La justicia y puestos honoríficos de la república, en venta y puesta, despojado el limpio, recto y benemérito vasallo de lo que las leyes y la misma república estableció para su premio (…) las audiencias (…) por el logro y la codicia de algunos ministros (…), se han reducido en todos estos reinos a behetrías, cohecho y poder insufrible, sin que el pobre ni desvalido alcance ningún consuelo, porque sólo el poderoso es el amparado: el latrocinio, la maldad, el vicio, el sacrilegio defendido, y si el hurto no es importante a desperdiciar cohechos, muere no por lo que hurtó, sino por lo poco, pues no alcanzó para repartirse entre los jueces interesados.

Ahora bien: el manifiesto de Lampart se descuelga con un argumento surrealista para llamar a secundar su rebelión, pues dice ¡ser un hijo secreto de Felipe III! Así que, investido de tal legitimidad, proclama:

(…) he dispuesto tomar las armas, y con ellas por la vía más pacífica y piadosa posible, sacudir el grave yugo y tiranía que padecen estos reinos, dando libertad a todo género de oprimidos y relevando a todos de cualesquiera opresión que padecieren, en la forma y manera con las calidades y privilegios que se siguen.

El primero, la independencia:

Hacemos notorio a todos que desde luego mandamos publicar y publicamos que en adelante sean desmembrados y apartados de la corona de Castilla todos estos reinos de la gran América y sus adyacentes, sin obedecer a otro príncipe que al que fuere elegido a su tiempo, so pena de incurrir la indignación sonora. Y en esta conformidad al presente mandamos revocar y revocamos, y anulamos todo género de tributos, pechos, alcabalas y nuevas imposiciones, dejando a la voluntad de todos, una nueva orden suave y moderada de derechos reales para la defensa general de todos y lucimiento de su príncipe, y por agora libre lo realengo y los caídos para las defensas de todos.

La libertad de comercio también se incluye en el programa:

El comercio sea libre y sin derechos sino en la forma dicha, todo cuanto no fuere gravoso vaya corrientemente, diezmos y quintos de minas, y lo que el consulado y la ciudad nombre del reino juzgaren por conveniente, encargándoles sea muy moderado.

También la libertad de los esclavos:

Sean luego al punto libres cuantos esclavos hubieren en estos reinos si ellos se levantaren para su defensa y libertad, los cuales sin eximir a nadie de ninguna condición ni calidad de ellos, agora sea bozal, agora ladino, en adelante conforme sus servicios y hazañas será tan capaz de premios, títulos, encomiendas, hábitos, señoríos y oficios así de mar como de tierra, así de la república como del gobierno, como los mismos españoles, y conforme el ingenio y la aplicación de los demás que se aplicaren a cultivar la tierra y ser labradores se les dará tierra y lo necesario, haciéndoles señores libres de ello.

El 1872, la vida de Guillén de Lampart inspiró al escritor mexicano Vicente Riva Palacio para escribir una novela, Memorias de un impostor. Don Guillén de Lampart, Rey de México. Más tarde, en 1919, el periodista norteamericano Johnston McCulley se basó en el libro de Riva Palacio para escribir The curse of Capistrano, la historia de Diego de la Vega, sobre la que Douglas Fairbanks compuso el guion de su película The Mark of Zorro. Dos biografías de Lampart han rastreado las huellas del héroe convertido en leyenda: la de Fabio Troncarelli, La spada e la croce (1999), y la de Gerard Ronan, The Irish Zorro. The Extraordinary Adventures of William Lamport (2004).

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