El pacto inmoral. La educación francesa
¿Por qué resulta tan difícil detener el declive de un sistema educativo que durante muchos años despertó la admiración del mundo entero?
"El pacto inmoral" (Le pacte immoral) es el título de un libro publicado en Francia en el año 2011. Su autora, Sophie Coignard, periodista del semanario francés Le Point, es autora de varios ensayos en los que trata de desvelar las caras ocultas del poder de la République. El más relevante, L'Omerta Française, fue publicado en 1999.
Le pacte immoral. Comment ils sacrifient l’éducation de nos enfants es el fruto de una serie de entrevistas que la autora realizó durante más de un año a algunosmaestros, profesores, inspectores y ministros o ex ministros de Educación. El objeto del libro era dar respuesta a una pregunta que mucha gente se hace en Francia cuando se habla de la crisis de la educación: ¿por qué resulta tan difícil detener el declive de un sistema educativo que, como el francés, durante muchos años despertó la admiración del mundo entero?
Para Coignard la respuesta está en la existencia de un pacto no escrito entre las élites políticas y los sindicatos e ideólogos de la Educación, según el cual estos permiten que el político pronuncie grandes discursos reformadores, siempre y cuando sus reformas no pretendan ir en contra de la doctrina pedagógica igualitarista que reina en la educación francesa desde Mayo de 1968.
La periodista francesa considera que ese pacto, inmoral y clandestino, se fraguó en las revueltas de Mayo del 68, cuando los estudiantes saltaron a las calles para exigir la democratización escolar, jaleados por una izquierda convencida de que, para erradicar la desigualdad de oportunidades, era necesario "destruir la escuela de la sociedad burguesa", que había sido creada para transmitir los saberes propios de las clases dominantes y que, por tanto, no era sino una máquina reproductora de las desigualdades sociales.
Sophie Coignard repasa en su libro la historia de la Educación Nacional Francesa desde que, en 1977, un ministro de Valéry Giscard d’Estaing, René Haby, dio el primer paso hacia la "democratización escolar" con la implantación del collège unique, es decir, la implantación de los tres cursos de educación secundaria obligatoria (de 11 a 14 años) en los que se obliga a que todos los escolares reciban una enseñanza idéntica (es la etapa equivalente a nuestra ESO implantada por los socialistas con la LOGSE de 1990).
En 1985 un ministro socialista de Mitterrand, Jean-Pierre Chevènement, dio un paso más hacia esa democratización educativa al crear el 'bac profesional' ('bac' es, en español, el bachillerato), que tenía como objetivo primordial que el 80% de los jóvenes tuvieran el título de bachillerato y pudieran acceder a estudios superiores. El resultado fue que, en diez años, entre 1985 y 1995, Francia pasó de uno a dos millones de universitarios. Como era de esperar, los datos con respecto al llamado 'abandono escolar' mejoraron notablemente, pero nadie quiso reconocer que el 50% de esos estudiantes abandonaba los estudios tras suspender en su primer año de Universidad.
El paso definitivo hacia la destrucción de la escuela burguesa lo dio, según Coignard, otro ministro socialista, Lionel Jospin, con la creación en 1988 del Instituto Universitario de Formación de Maestros (IUFM), encargado de la formación pedagógica de los aspirantes a profesores. Estos centros estuvieron desde el principio bajo el control de los sindicatos de izquierda y de los pedagogos progresistas, convirtiéndose en el caballo de batalla de los bienintencionados políticos que, posteriormente, intentaron poner en marcha reformas hacia la recuperación del sentido común.
Sophie Coignard llama 'ministros de la mentira' a los responsables de la Educación Nacional que, conscientes de la gravedad de la situación, al verse incapaces de hacer frente al poder de los pedagogos, funcionarios y sindicatos, se limitan a esconder los problemas y a buscarse un futuro mejor fuera de un Ministerio que saben que no puede acarrearles más que disgustos.
Si finalmente gana las elecciones, Fillon tendrá la oportunidad de demostrar el coraje político que a otros les ha faltado.
Coignard cuenta en su libro una anécdota sobre François Fillon, Ministro de Educación entre marzo de 2004 y junio de 2005, que muestra hasta qué punto un Ministro que quiere cambiar algo debe enfrentarse al establishment de los herederos de Mayo del 68 enquistados en las oficinas ministeriales. Parece ser que Fillon quiso restablecer la obligatoriedad del tradicional 'dictado', método considerado propio de la enseñanza burguesa y uno de los primeros blancos de los pedagogos sesentayochistas. Pasaron los meses, y al ver que los subalternos hacían caso omiso de su directiva, el Ministro preguntó la causa de ese retraso a su director general, y este, con gran desenvoltura, le respondió que los funcionarios no estaban de acuerdo con esa reforma y que no la harían. Fillon introdujo la práctica del dictado por decreto.
Para Sophie Coignard, pese a los magníficos y prometedores discursos de ‘ruptura’ con Mayo del 68 pronunciados por Sarkozy durante su campaña electoral en 2007, y pese a sus promesas de reforma, 'el pacto inmoral nunca se ha roto pues los apparatchik del sistema, conscientes de que es la única garantía de su supervivencia, vigilan para que se perpetúe'.
En su opinión, las escuelas, liceos y universidades francesas se han convertido en el 'trampantojo' de una gran mascarada en la que Presidentes y Ministros hacen cómo que reforman y el aparato burocrático hace como que obedece.El sistema es tan opaco que la sociedad no puede exigir cuentas a nadie. Los profesores cumplen sin el menor entusiasmo con todas las exigencias que les llegan de la Administración.
La conclusión de la ensayista francesa no puede ser más demoledora: nunca los resultados de la Educación Nacional han sido tan mediocres y las desigualdades tan flagrantes. La Educación Nacional ha perdido la capacidad de "abrir los espíritus" y de "hacer que funcione el ascensor social". Y si aún no se ha venido abajo es porque todavía existen resistentes, maestros, profesores y, a veces, altos funcionarios que conservan intacta su vocación docente.
Lo triste, dice Sophie Coignard, es que todo este engaño podría terminar si alguien tuviera el suficiente coraje político para hacerlo: "Desgraciadamente, la salvación de la Educación Nacional reclama algo mucho más complicado que el dinero: el coraje. El coraje de transmitir a los alumnos el sentido del esfuerzo, de devolver a los profesores el gusto por su disciplina y de hacer gala a la vez de exigencia y transparencia".
François Fillon, actual candidato del Partido Republicano a las elecciones presidenciales, exministro de Educación y primer ministro de Sarkozy durante los cinco años de su presidencia, conoce por propia experiencia la oposición que ha de vencer un responsable de Educación que quiere mejorar las cosas. Aun así ha prometido realizar las reformas que Sarkozy prometió y no fue capaz de llevar a cabo. Si finalmente gana las elecciones, tendrá la oportunidad de demostrar el coraje político que a otros les ha faltado.
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