El último libro de Félix Ovejero, La deriva reaccionaria de la izquierda, cae como agua de mayo en este tiempo confuso donde las izquierdas han abandonado su vocación emancipadora y se han entregado a rituales populistas propios de ideologías reaccionarias. La traición a sus fuentes y principios ilustrados es tan desconcertante que hacen sentenciar al autor:
En los últimos tiempos, una parte de la izquierda ha abandonado su compromiso con las naciones republicanas, ilustradas y racionalistas, y se ha entregado a una defensa de las naciones reaccionarias y étnico-culturales discretamente disimulada mediante una nueva retórica pseudosociológica (la comunidad, la identidad, el reconocimiento o la multiculturalidad). (Pág.47)
En esa deriva reaccionaria, valores universales como la igualdad o la ciudadanía han sido suplantados por ocurrencias étnicas de la mayor irrelevancia. Todas con una característica común, la idolatría como antídoto contra la duda, la ciencia, la crítica o la razón. La ideología de género, las religiones exóticas, el integrismo feminista, el dogmatismo animalista, el ecologismo de salón, la gastronomía pseudohumanitaria, las identidades lingüísticas, los derechos históricos. En una palabra, la parcelación de la ciudadanía republicana en colectivos. Y todo justificado en nombre de la filosofía posmoderna del respeto al diferente. O, lo que es lo mismo, convertir propósitos emancipadores por sí mismos, en iglesias.
El resultado de este feudalismo mental es el fin del territorio universal de ciudadanía basado en el derecho, para dar paso a la filosofía de la diferencia basada en la identidad y en los sentimientos. Tal olvido de los fundamentos históricos de la izquierda emancipadora va aparejado al retorno de un puritanismo cognitivo, que convierte cualquier objeción a su pavoneo en afrenta antidemocrática. La aparición de ese nuevo oscurantismo revestido de progresismo –asegura Félix Ovejero– sustituye los argumentos por la intimidación. Y a la menor discrepancia tales descalificaciones intimidatorias se convierten en reprobaciones sociales: "sexista, homófobo, racista, etc".
El temor a la calificación de racista o sexista condiciona las conversaciones, los gestos y las conductas en los medios académicos y artísticos. (pág.113)
Con especial atrevimiento apela Ovejero al lema olvidado de la Revolución Francesa que figura en la tumba de Marat, la Unidad ("Unité, Indivisibilité de la République; Liberté, Egalité, Fraternité"; pág.157). Porque la unidad es el fundamento sobre el que se justifica "la justicia distributiva y, también, la defensa de la distribución que es condición de la libertad ciudadana" (pág.158). Argumentos necesarios, que hará bien el lector en transitar, en estos tiempos de sofismas como el "derecho a decidir" o el "España nos roba".
La igualdad, la libertad y la fraternidad adquieren su exacto sentido sobre el fondo de la unidad: si te amenazo con romper la unidad cuando no me gusta lo acordado por todos, si el chantaje y la imposición sustituyen a la deliberación y las razones, no hay igualdad entre ciudadanos, porque quiero que mi voz pese más que las otras, ni libertad, porque la amenaza quiere regir las decisiones de todos, ni fraternidad, porque desprecio las razones –y hasta la posibilidad de dar razones– de mis conciudadanos" (…) Si quiere, por supuesto, se puede marchar, pero su marcha deja intacta la comunidad política, sin que le quepa reclamar 'su parte'. (p. 181).
El nervio de las ideas expuestas se podrían reducir a un artículo, pero era preciso todo un libro para argumentarlo. Y eso es lo que ha hecho el autor con pulcritud metodológica. El libro consta de tres partes: la primera la dedica a los principios que fundaron el socialismo; la segunda, a repasar algunas propuestas de renovación ideológica (expuestas con imágenes brillantes y ejemplos que condicionan la impostura adolescente de la izquierda actual); y la tercera, a la crítica a esa deriva reaccionaria de la actual izquierda en sus devaneos con el nacionalismo y la religión. Los inicios y la última parte los dedica a exponer la vaciedad de la evolución de la izquierda a ninguna parte.