Milo Yiannopoulos es uno de esos a los que Facebook ha censurado sus cuentas por pertenecer a la derecha peligrosa. Que es peligroso no lo digo yo, sino sus más ardientes fans, que organizaron una gira de conferencias suyas por universidades norteamericanas a la que bautizaron como Dangerous Faggot Tour –La gira del peligroso maricón–. Milo es uno de los más vitriólicos outsiders dentro de la resistencia disidente contra los dogmas políticamente correctos. La dictadura digital de redes sociales como Facebook y Twitter se han cebado en el polemista, gay cuánticamente revolucionario y reaccionario a la vez, expulsándolo. Sin embargo, gracias a editoriales como Bolchiro, que acaba de publicar Diabólico (Cómo el papa Francisco traiciona a las víctimas de abusos clericales como yo) y el mercado libre, mal que le pese a aspirantes a Gran Hermano como Zuckerberg, podemos seguir leyendo a este panfletario brillante, corrosivo e ilustrado.
Algunos epígrafes del libro son una buena presentación del contenido, el estilo y el tono de la filípica de Milo contra Francisco: "¿Es católico el Papa?", "El feminismo es un cáncer espiritual", "Hagamos que el Vaticano vuelva a ser hetero" o "El Papa debe morir". Más allá del ardor retórico de Milo, el asunto es de una extrema seriedad y gravedad porque se trata de una lucha por el alma de Occidente, que Milo identifica con la Ilustración pero también con la Cristiandad. Porque Milo es, como se autodefine, un peligroso maricón pero también un peligroso conservador y, como demuestra en este libro, un peligroso cristiano. Peligroso porque razona con fervor y denuncia que en el sitio más sagrado del catolicismo que profesa se ha sentado una especie de Anticristo izquierdista, el Papa Francisco.
A partir de su experiencia personal como niño que sufrió abusos de un sacerdote, Milo convierte su trágica experiencia individual, que aprovecha para hacer escandalosos chistes sobre pederastia en las que él resulta a la vez ofensor y ofendido, en luminosa categoría para desbrozar el callejón sin salida en el que se ha metido la Iglesia Católica al confiar sus riendas a un izquierdista reactivo como Francisco, el cual mendiga la comprensión y el perdón de sus adversarios tradicionales, la izquierda progre. Pero, sin embargo, Milo argumenta, con desparpajo sarcasmo, que dicha izquierda no solo no lo perdonará, por su tradicional aversión contra todo lo clerical, sino que aprovechará haber clavado una pica en el sillón de Pedro para reforzar esa guerra cultural marxistoide contra los fundamentos del alma occidental en su plan de reconvertir a la milenaria Iglesia en, etiqueta sarcásticamente Milo, una mezcla de Mafia, ONG y Club de Autoayuda.
Más en sintonía con el Papa de ficción interpretado por Jude Law de la serie El joven Papa, Milo cree la Iglesia tiene que resistirse al espíritu de los tiempos y no vulgarizarse cayendo en las trampas de las etiquetas de Twitter que reflejan una época gaseosa, superficial y trivial. Milo prefiere a la Iglesia católica culta y profunda de Ratzinger, con el que se pregunta: "¿No es acaso la Iglesia la continuación de la voluntaria inmersión de Dios en la miseria humana?". Con la lucidez de un Erasmo de Rotterdam y la ironía de un Chesterton, cuya lema sobre la risa y la lucha ha hecho suyo, Milo resulta una lectura efervescente a la par que profunda sobre el catolicismo como horizonte de nuestra época, que cada vez se oculta más entre las brumas de la multiculturalidad y la pretensión de caer bien a sus adversarios eternos –es sintomático que la última entrevista de Jordi Évole fuese a este Papa, tras haber servido de coartada mediática para el dictador Maduro, el cual es el democracia lo que Francisco es al cristianismo–.
El libro de Milo es también una guía hacia las profundidades del escándalo de la pederastia en la Iglesia Católica, que él sufrió en carne propia, y que los medios de comunicación domianantes habrían ocultado que sus principales y abyectos protagonistas estaban situados en los sectores progresistas de la Iglesia, por ejemplo el arzobispo Thomas McCarrick. A esta colusión de sacerdotes homosexuales vinculados con el progresismo es lo que revela en el libro Yiannopoulos bajo la etiqueta de "Mafia Lavanda". Progresistas en el sentido de haber pretendido cambiar la orientación de la Iglesia en cuestiones sexuales y que Ratzinger denunció en su salida de la jubilación papal con una carta retumbante, el equivalente eclesiástico a este planfleto de Milo.
Hombre paradójico donde los haya, Milo es uno de los principales soldados intelectuales de la derecha radical en EEUU contra los "Guerreros de la Justicia Social" de la izquierda extrema que lo teme, lo detesta y lo –secretamente– admira a partes iguales –la derechita cobarde, acomodaticia y estúpida, lo odia igualmente porque pone en evidencia su claudicación cultural, su miseria moral y su arrastrarse político–. Acusado de ser un supremacista blanco, a pesar de estar casado con un negro, por haber criticado el racismo inverso de los que pretenden que los blancos se callen simplemente por ser de raza blanca, y ser supuestamente unos privilegiados aunque se hayan deslomado trabajando desde su más tierna juventud, Milo es especialmente beligerante contra el feminismo de género, la avanzadilla colectivista que ha transmutado la izquierda de la dictadura de clase en dictadura de género siempre con el objetivo de destruir los fundamentos del Estado de Derecho liberal. En la línea de los humoristas católicos gays Waugh, Chesterton y Wilde, salvando las distancia, la lectura de Diabólico de Milo Yiannopoulos es un oasis en estos tiempos de pensamiento triturado en forma de compost ideológico.