Jonathan Haidt es, junto a Steven Pinker, el principal representante de la neoilustración en Estados Unidos. Ambos pertenecen a la izquierda civilizada, que cree en la libertad, la ciencia y la democracia como fundamentos de lo mejor de Occidente. Pero ambos son atacados visceralmente por la izquierda hegemónica en el ámbito anglosajón, abanderada del feminismo de género, las políticas de la identidad y el comunitarismo. La última andanada contra Haidt por parte de esta izquierda radical y rabiosa, que Harold Bloom denominaba la Escuela del Resentimiento, ha venido desde las páginas del Washington Post, donde han llegado a comparar a Haidt con los ¡defensores de la esclavitud!
¿Por qué tanta visceralidad contra alguien tan sensato y prudente como Haidt? El psicólogo norteamericano ha cometido una de las mayores herejías que se pueden cometer hoy en la Academia de su país: ha señalado que la izquierda y la derecha están más polarizadas que nunca en los últimos lustros, pero subrayando que es la izquierda la más sectaria y discriminatoria en términos de justicia y debate. Haidt ha puesto en marcha una iniciativa en internet, Heterodox Academy, para tratar de aglutinar a una masa crítica de académicos a favor de la libertad de cátedra y de expresión en las universidades norteamericanas, donde los que se identifican con posiciones de derecha no se atreven a salir del armario ideológico porque en cuanto lo hacen son asaltados, golpeados y saboteados con la excusa, que diría Pablo Iglesias cuando estaba presente en un escrache en la Complutense contra Rosa Díaz, de que hay que someterlos a "jarabe democrático".
Desde el punto analítico y académico a fuer de divulgativo, Haidt ha publicado La mente de los justos, subtitulado "Por qué la política y la religión dividen a la gente sensata". Bajo la conocida cita de Spinoza "He cuidado de no burlarme de las acciones humanas, no deplorarlas, ni detestarlas, sino entenderlas", el libro se divide en tres grandes apartados: "La intuición viene primero, el razonamiento estratégico después" (a su vez subido en dos, "Primacía intuitiva pero no dictadura" y "El razonamiento moral es para la acción social"), "La moralidad es mucho más que justo e injusto" y "La moralidad une y ciega". A través de unas 400 páginas, Haidt echa mano de la neurociencia y de la genética, de la psicología social y de los procesos evolutivos, para explicar de dónde viene la división moral y política entre los ciudadanos de un país, algo que produce tanto o más discriminación y ojeriza entre los seres humanos que las distinciones raciales, lingüísticas o sexuales.
La tesis fuerte de Haidt es que lo que define a los seres humanos es su facultad moral. Otras especies son sociales, otras manejan lenguajes, pero solo la especie humana produce valores sobre lo que está bien y mal. Esto no es nuevo, ya Aristóteles tenía esta visión del ser humano, recogida en su formulación zoon politikón, donde el segundo término hace referencia al carácter social del individuo, vinculado por lazos políticos y valores morales.
No es casualidad que entre las reglas de cortesía destaque la de no hablar de religión y política durante las comidas familiares y de amigos. Porque es muy fácil que se acabe no solo con la comida sino con la familia y con la amistad. La clave de esta emocionalidad básica vinculada a temas religiosos y políticos reside, según Haidt, en nuestros prejuicios (no en sentido negativo, sino en su condición de intuiciones morales innatas). Nuestras sensaciones básicas sobre lo que está bien y mal guían en un primer momento nuestro pensamiento y nuestra acción. Nos es muy difícil tomar distancia para analizarlas rigurosamente y pueden convertirse fácilmente en dogmas con los que sermonear y armas con las que golpear. De ahí que el autor haya elegido como título La mente de los justos, para "transmitir el sentido de que la naturaleza humana no es sólo intrínsecamente moral, es también intrínsecamente moralista, crítica y sentenciosa".
La idea que subyace al libro es profundamente darwinista. Es decir, debemos mirar a la moralidad intuitiva como una herramienta más de nuestro software y hardware biológicos en aras de la supervivencia. Del mismo modo que Nietzsche planteaba que no hay que juzgar la verdad y el bien con criterios racionales sino de utilidad para la vida, Haidt considera que la mente es como un jinete que guía al elefante... pero al servicio del elefante (el jinete es el 1% de nuestro pensamiento consciente; el elefante, el 99% restante, según el cálculo a vuelapluma de Haidt). Lo que nos hace recordar a aquel otro jinete de la historia de la Filosofía, el auriga que planteó Platón que conduce dos caballos, el del deseo y el de la voluntad. Haidt, como buen científico, describe que la mayor parte de los argumentos morales de las personas no son sino "construcciones post hoc, creadas sobre la marcha para lograr objetivos estratégicos". Platón, como buen filósofo, trataba de que la minoría de argumentos morales propiamente dichos, aquellos que tienen en cuenta los valores éticos y no otras consideraciones funcionales, fuesen ganando peso respecto a los otros.
Por otra parte, también argumenta Haidt que la moral habitual en la especie humana responde a seis tipos de intuiciones, más o menos moduladas dependiendo de la cultura y las preferencias: la justicia, el sufrimiento, la libertad, la lealtad, la autoridad y la santidad. El problema viene dado según Haidt porque somos inherentemente competitivos, como primos de chimpancés que somos. Competitivos dentro de nuestro grupo y también contra otros grupos. La competencia intra e intergrupal nos define como una de esas especies de grupos compactos y cooperativos que suelen vencer a grupos de individualistas (¿fue esto lo que les pasó a los neandertales al enfrentarse a los sapiens?). Como las abejas, tan altruistas y heroicas como guerreras y genocidas.
El problema en Occidente es que los investigadores académicos de mediados de siglo XX, gente como Piaget y Kohlberg, convirtieron la justicia en el valor moral fundamental, al que el resto debían rendir pleitesía, despreciando otros valores morales también básicos, como la autoridad, la jerarquía y la tradición. De esta manera convirtieron a las universidades en iglesias laicas, con un credo progresista al servicio de su visión moralista del mundo en clave secular, contestaria e igualitaria.
Si tuviéramos que sintetizar el libro a la manera manera maniquea, simplista pero clara y contundente, diríamos que el papel del diablo le corresponde a Platón, el hiperracionalista, mientras que el de ángel es cosa de David Hume, el campeón del intuicionismo. ¿Qué está al servicio de qué entre la razón y las intuiciones? Ambas, sostiene Haidt, son formas de procesar la información y producir conocimiento, solo que de maneras diferentes y con una jerarquía en la que domina la intuición (el elefante en la metáfora de Haidt, elegido por ser un animal tan grande como fuerte e inteligente) sobre el jinete (la razón, que se cree que por estar más alta puede más que las intuiciones, pero que es fácil de descabalgar y dejar sin ningún poder de control en cuanto el elefante decide otra cosa).
Hume es el iniciador de un paradigma que luego fue continuado por Darwin y llega hasta nuestros días con Wilson, el fundador de la sociobiología, y Pinker, uno de los máximos exponentes de la psicología evolutiva. También el economista Howard Margolis (especialmente por Patterns, Thinking, and Cognition: A Theory of Judgment). La tesis fundamental es que el juicio moral es un proceso cognitivo, basado en que las emociones son una manera de procesar información. Sin embargo, Haidt deja abierta una puerta que no traspasa hacia las tesis platónicas cuando reconoce, de pasada y como quien no quiere la cosa, que "los elefantes mandan, aunque a veces están abiertos a ser persuadidos por sus jinetes". Esta puerta sí que la traspasó David Hume en Sobre la norma del gusto cuando reconoció que al lado del gusto estético subjetivo cabía elaborar un gusto estético objetivo. Este modelo, por el que es factible construir una mente objetiva, es el que elabora Daniel Kahneman en su libro Pensar rápido, pensar lento.
Pedagógico y divertido, con test morales que le servirán a usted mismo para calibrar cómo está balanceado su sexto sentido moral, La mente de los justos funciona como ensayo de divulgación sobre los últimos cincuenta años de desarrollo de la teoría psicológica y también como manual de autoayuda moral y político para refinar sus intuiciones e incluso "cambiar la forma en la que un grupo de lectores diversos (progresistas y conservadores; religiosos y no religiosos) piensan sobre moralidad, política, religión y acerca de ellos mismos". Si ha conseguido que cambie su manera de pensar, estimado lector conservador o progresista, tendrá que manifestarlo usted mismo.