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Iván Vélez

Educar en la mentira

Jordi Pujol fue el principal constructor de este gran aparato embrutecedor que opera en las aulas para producir españoles enfermos dispuestos a dejarse arrastrar por tsunamis de odio a España.

Jordi Pujol fue el principal constructor de este gran aparato embrutecedor que opera en las aulas para producir españoles enfermos dispuestos a dejarse arrastrar por tsunamis de odio a España.
Portada de 'Educar en la mentira', de Pedro Antonio Heras | Almuzara

No es la primera vez que Pedro Antonio Heras Caballero aborda el análisis del adoctrinamiento en el odio a España que se practica en determinadas, cada vez más, instancias educativas españolas. En la ya extensa producción ensayística del cordobés figuran títulos como La España raptada. La formación del espíritu nacionalista o Por la educación hacia la independencia. La (de)formación en la escuelas de Cataluña y el País Vasco, obras que suponen un giro respecto de otros libros suyos como La oposición al franquismo en las comarcas de Tarragona. 1939-1977. A Tarragona, lugar en el que ha desarrollado su carrera docente, ha dedicado Heras otros trabajos ajenos a la temática de Educar en la mentira. Adoctrinamiento y manipulación en las aulas de Cataluña y el País Vasco, libro que recientemente ha aparecido dentro del catálogo de Almuzara.

Por innecesario, pues su contenido es plenamente revelador, Educar en la mentira carece de un capítulo específico de conclusiones. La crítica ejercida por su autor a propósito de lo que el subtítulo denuncia, el adoctrinamiento y la manipulación de los estudiantes en las dos regiones españolas que pugnan por alcanzar un mayor grado de hispanofobia, domina toda la obra y se hace visible gracias al cotejo, exhaustivo, de lo enseñado en las escuelas y de lo que realmente ocurrió en el pasado. Un pasado que tiene, como incierto punto de arranque, nada menos que la Prehistoria, época sobre la que en las aulas catalanas –pues al bloque catalán, análogo al vascongado, dedicamos esta reseña– no se proyectan términos geográficos –la Península Ibérica– sino otro de nítida coloración política: Cataluña. Fue a esa Cataluña a la que llegaron los romanos, con los que llegó el latín vulgar, que se asentó en las costas del Mediterráneo, por las que transitaban mercaderes y legionarios, mientras "en el interior de la Península se transmitirá el latín culto que hablaban los funcionarios romanos. Por eso las tierras con menos presencia popular tuvieron un desarrollo más alejado del latín". La ruptura milenaria entre Cataluña y el centro de la Península, estaría ya prefigurada al menos en el terreno lingüístico.

Si estas fases temporales son objeto de interés en los libros de texto catalanes, no ocurre lo mismo con los periodos dominados por visigodos y árabes, a los que se presta muy escasa atención. Aunque el actual territorio de Cataluña albergó ciudades visigodas tan importantes como Barcelona, Lérida o la Tarragona donde murió San Hermenegildo, los redactores de la doctrina dan un salto histórico que les permite llegar al terreno donde mejor funcionan sus mitos fundacionales: la Marca Hispánica establecida por Carlomagno. Lo sorprendente a propósito del hito fundacional carolingio es el hecho de que en un libro se le pregunte al alumno el motivo por el cual "penetraron en territorio catalán los guerreros francos"…

Pese a semejante paradoja, la de unos fundadores que llegan ya a un territorio ya fundado y dotado de personalidad propia, el tiempo, corto históricamente, marcado por Carlo Magno ocupa gran espacio en los manuales y sirve como antesala a la aparición en escena de Wifredo el Velloso, muerto en 879 y considerado el fundador de la dinastía catalana (sic). De este modo se abre la pretendida historia milenaria de Cataluña. Sobre tan débiles cimientos historiográficos, los educadores están en disposición de proceder al ejercicio confuso y falsificador de la así llamada Corona Catalano-Aragonesa, maniobra en la cual desempeña un importante papel, no el inexistente conde de Cataluña, sino el de Barcelona. Heras recuerda oportunamente que los de Pallars Soberano, Pallars Jussá, Rosellón Ampurias y Urgell fueron condes coetáneos del barcelonés. En el caso del último, huelga decir el papel del Compromiso de Caspe que entronizó a Fernando de Trastámara, hecho calificado como "fatídico para el país". La fantasiosa y sedicente Corona Catalano-Aragonesa aparece en la página 34 ilustrada, con evidente exceso cartográfico, en un mapa que se distribuyó oficialmente en centros de enseñanza para uso de alumnos y profesores.

La, al decir de Heras, guerra civil catalana ocurrida entre 1462 y 1472 resulta de difícil análisis o ideologización por parte de los amanuenses del credo nacionalista catalán, pues en ellas se produce un choque entre las sacrosantas instituciones catalanas, y ello a pesar de la contaminación propiciada por la llegada del de Antequera, y los no menos catalanes menestrales que se rebelaron. Un poco más adelante, en sintonía con la ensoñación catalano-aragonesa, Heras reproduce textos en los cuales la unión entre Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, lo es, bien que de manera diferenciada, entre España y… Cataluña. Son precisamente esos reyes los que permiten el despliegue de una visión netamente negrolegendaria, la arrojada sobre el descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo. Descrita como una auténtica devastación de unas tierras material y culturalmente muy ricas, la atribución de la misma recae, en exclusiva, sobre los castellanos.

Si todos estos periodos históricos son fértiles para la propaganda catalanista, el éxtasis llega cuando se aborda la Guerra de Sucesión, teatro principal de la farsa historiográfica en la que cumple un extravagante, por falsificado, papel Rafael de Casanova, a menudo representado por el cuadro de Estruch La batalla del 11 de septiembre, óleo de principios del XX en el que aparece herido junto al pendón de Santa Eulalia. Como es de prever, la legislación de Nueva Planta es interpretada como una agresión extranjera, española. A esta guerra le sucederá, un siglo más tarde, la de la Independencia, del Francés según una particular visión que interpreta la independencia como exclusivamente catalana, en ningún caso española. Tras las guerras carlistas, el siguiente conflicto bélico, la Guerra de Cuba, supone un verdadero quebradero de cabeza, pues es sabido que el mayor número de voluntarios lo hizo tocado por la barretina. Sin embargo, nada se pone por delante de los propagandistas de la causa cuatribarrada, que, en una maniobra de distracción, enfatiza el ambiente de pesimismo que envolvió a España tras aquella derrota caribeña.

Es en el tramo final, el dedicado al tiempo más reciente, donde la carga ideológica es más profunda. Macià, el Estat Catalá, el Estatuto segundorrepublicano y Companys son el trampolín perfecto para, sorteando las complicidades de tantos catalanes con la causa franquista, acceder a los días de hoy, abiertos, en lo que respecta a un consentido plan de desespañolización de los catalanes, por Jordi Pujol, principal constructor de este gran aparato embrutecedor que opera en las aulas para producir españoles enfermos dispuestos a dejarse arrastrar por tsunamis de odio a España.

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