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José Carlos Rodríguez

La Quinta Columna

El libro de Alberto Laguna y Antonio Vargas es un producto original, labrado pacientemente a partir de la labor de minería en los archivos españoles.

El libro de Alberto Laguna y Antonio Vargas es un producto original, labrado pacientemente a partir de la labor de minería en los archivos españoles.
Portada de la obra | La Esfera

Enero de 1939. Negrín anhela que se alargue la Guerra Civil para que enlace con la nueva contienda europea, cuyos ecos se escuchan antes incluso del primer disparo. Porque Franco avanza imparable y se puede ver el amargo final, preciso es retrasarlo hasta que la lucha contra Hitler incluya al bando nacional en España. Este es el contexto en el que el Ejército Rojo prepara una ofensiva en Brunete, la misma localidad en la que año y medio antes se había dado una encarnizada batalla.

Un agente del servicio de inteligencia nacional, infiltrado en el Estado Mayor del Ejército de Centro, accedió a los planes del Ejército Popular, y contactó con Enrique Guardiola. Tanto Enrique como su hermano llevaban tiempo colaborando con el SIPM franquista, haciendo evacuaciones de la zona roja a la nacional, por ejemplo. Los quintacolumnistas lograron que numerosos militares se sumaran al esfuerzo bélico nacional. Y llevaron "varios lingotes del oro procedentes del Banco de España" con la ayuda de unos contrabandistas que pensaban que estaban cargando explosivos.

Esta operación era distinta, por su importancia y dificultad. Enrique estaba aún herido de la última misión cuando recibió la comunicación sobre los planes del Ejército Popular en Brunete. Informar al mando nacional era absolutamente prioritario. Su organización acababa de recibir la consigna del general Franco: "No puedes elegir entre llegar o morir. Hay que llegar". Quique, como todo el mundo le llamaba, lo tenía asumido.

Los dos hermanos llegaron de noche hasta el Tajo. Uno de los dos tenía que cruzarlo a nado en pleno invierno, con el plan republicano en el bolsillo, bien envuelto. Quique convenció a Antonio de que debía ser él, que ni estaba casado ni tenía hijos. Medio desnudo, pero embadurnado de grasa animal, inició la operación. Estuvo casi cuatro horas con el agua al cuello, hasta alcanzar una posición nacional. Salió del agua y se dirigió al destacamento nacional. Un soldado, que no le reconoció, le lanzó una granada que por poco le mata. La metralla le destrozó el mentón. Pero renunció a ser atendido por los sanitarios; la misión era lo prioritario. Al día siguiente, el alto mando nacional tenía el plan del Ejército Popular en su poder. "Gracias a su rápida actuación, la segunda ofensiva de Brunete, prevista para el 13 de enero, fue sofocada por la artillería sublevada, que se anticipó en todo momento a las operaciones del enemigo".

Esta apasionante historia de nuestra Guerra Civil es sólo una de las muchas que incluye el libro La Quinta Columna. La guerra clandestina tras las líneas republicanas. Conocemos a sus autores. Alberto Laguna Reyes y Antonio Vargas Márquez nos han estado contando aspectos desconocidos de ese período histórico en el blog Guerra en Madrid. La Quinta Columna no es una recopilación de esas historias, sino un producto original, labrado pacientemente a partir de una labor de minería en los archivos españoles. Por eso incluye multitud de historias que eran desconocidas hasta el momento.

El caso de los hermanos Guardiola no es único. Desde muy pronto el Estado Mayor nacional pudo contar con información cumplida sobre los planes del Gobierno de Madrid, primero, y de Valencia, después. Por ejemplo, el quintacolumnista Jiménez de Anta creó un grupo con con acceso a información confidencial. Así José López Palazón pudo "obtener datos precisos de algunas operaciones republicanas" por su amistad con Manuel Matallana, jefe del Estado Mayor de Ejército de Centro. La organización de esta célula, organizada por Antonio Rodríguez Aguado, envió informes al bando nacional que incluían, entre otros, un plano con baterías antiaéreas y piezas de artillería de la Ciudad Universitaria, la situación de varios cazas republicanos "que a pocos días fue bombardeado por la aviación nacional", informaciones sobre la ofensiva republicana sobre Guadalajara o sobre que el mando del Ejército Rojo conocía las claves de las emisoras de campaña de los sublevados.

Un arquitecto que trabajaba para el Ministerio de Gobernación tenía acceso a los planos de las piezas de artillería de la capital, y además "tenía contacto con una mecanógrafa de la Junta de Defensa de Madrid, que le informaba puntualmente de las decisiones que tomaba el general Miaja y su estado mayor". La Quinta Columna llegó hasta el centro neurálgico del esfuerzo bélico rojo.

Estos días, en que se incide en el papel de las mujeres en cualquier aspecto de la historia, no está de más destacar la labor del Auxilio Azul, que "realizó un sinfín de actividades quintacolumnistas de las que apenas hay constancia en los libros de historia". Se infiltraron en las instituciones republicanas, como el Ministerio de Justicia o la Cruz Roja Internacional, distribuyeron salvoconductos o comida entre las familias resistentes. Ninguna de estas mujeres fue detenida durante la guerra, lo que da la medida de su efectividad.

Poco a poco, el Gobierno republicano fue aprendiendo, de los asesores soviéticos, técnicas para infiltrarse en las organizaciones de la Quinta Columna, como enviar a falsos alborotadores a los cafés. Y desde el verano de 1937 hasta comienzos de 1938 los golpes a los grupos de inteligencia nacional fueron continuos. Pero en última instancia no pudieron acabar con la labor de las organizaciones nacionales en territorio rojo.

La Quinta Columna también realizó otras labores, como salvar infinidad de vidas que de otro modo habrían alimentado la maquinaria represiva republicana, o boicotear el esfuerzo bélico enemigo.

El libro ofrece muchas claves, y está muy bien hecho. Pero yo echo en falta que cada documento que aportan los autores, y son muchos, venga referenciado en unas notas a pie de página. Al lector general no le importará, pero he hablado con algún que otro historiador que está igual que yo.

Las historias no se limitan a Madrid. Resulta muy interesante el capítulo dedicado a la inteligencia nacional en Cataluña, de no poca importancia. Y es extraordinario el capítulo dedicado a la labor de contacto con el coronel Casado y con Julián Besteiro que desembocó en el golpe dentro del bando rojo que supuso el apresurado fin de la guerra.

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