'Elcano. Viaje a la Historia'
Frente a las caricaturescas imágenes trazadas por la Leyenda Negra, la obra de Mazón muestra la poderosa organización institucional hispana.
"Entonces, los barcos se despidieron con una descarga recíproca de artillería; los nuestros nos siguieron en su chalupa tan lejos como pudieron, y nos separamos, al fin, llorando" (Pigafetta).
La cita reproducida, tan conocida como emotiva, forma parte del libro Elcano. Viaje a la Historia (Ed. Encuentro, 2020), obra de Tomás Mazón Serrano en la que se reconstruye la epopeya del marino español y de los famélicos acompañantes que dieron la primera vuelta al mundo. Un hito histórico, el de la circunnavegación, que se debe a la determinación de unos hombres que buscaban algo más que los dividendos derivados del riquísimo cargamento de clavo con el que surcaron los mares portugueses. La búsqueda de la trascendencia, el anhelo por dejar fama y memoria de sí, permitió que la nao Victoria se adentrara en los predios lusos establecidos en Tordesillas con el respaldo papal. La carta que Elcano dirigió a Carlos I a su llegada a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522 así lo atestigua:
Saberá tu Alta Majestad lo que en más avemos de estimar y tener es que hemos descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo.
Con esta cita arranca la obra de Mazón, ingeniero técnico de obras públicas y rigurosísimo e incansable investigador que ha sido capaz de hallar en los archivos españoles y portugueses no sólo los datos técnicos, con los que ha descrito al detalle la derrota de la flota española, sino los aspectos más personales, aquellos en los que los héroes muestran su grandeza, pero también sus flaquezas. Publicada en el contexto del V Centenario de tan histórico viaje, el libro de Mazón, impresionante por el solvente manejo de fuentes primarias, se sitúa, junto a obras como El orbe a sus pies, de Pedro Insua, frente a la sonrojante iniciativa de la ministra Carmen Calvo, empeñada en rebajar el mérito español de un viaje iniciado por un español, el naturalizado Magallanes, que nunca tuvo como objetivo la vuelta al mundo, y transformado radicalmente por otro, Elcano, cuyo arrojo le llevó a ganarse la divisa Primus Circumdedisti Me ("El primero que me circundaste").
Elcano. Viaje a la Historia nos sitúa en un tiempo marcado por las tensas relaciones existentes entre dos imperios que pugnaban por hacer caer de su lado la incierta ubicación de la Especiería. Dos imperios en los que las cruces y las espadas convivían con las esferas y las agujas de marear. Frente a las caricaturescas imágenes trazadas por la Leyenda Negra, la obra de Mazón muestra la poderosa organización institucional hispana, que tenía en la Casa de Contratación de Sevilla una verdadera cantera de pilotos familiarizados con las técnicas y saberes punteros del momento. La prolija obra de don Tomás nos ofrece sus nombres, pero también la composición de una tripulación en la que, junto a 148 españoles, había 28 portugueses, 27 italianos, 15 franceses, 8 griegos y algunos flamencos y alemanes. Fue precisamente la presencia de ese conjunto de portugueses lo que despertó el lógico recelo de los españoles, aumentado por el hermetismo de Magallanes, celoso de la ruta que pretendía recorrer en la búsqueda de un paso hacia el Mar del Sur en el que se hallaban las ricas islas de las que le hablara Francisco Serrano. Aquella derrota oculta motivó un motín en cuya resolución comenzó a destacar la figura del alguacil mayor, Gonzalo Gómez de Espinosa. Él será, junto a Elcano, el protagonista del desenlace vivido por la mermada flota y tripulación que quedó tras la muerte de Magallanes.
Si de Elcano sabemos de su firmeza a la hora de adentrarse en la demarcación portuguesa para atravesar el Índico y doblar el Cabo de las Tormentas sin tocar tierra, hasta encontrarse con la sorprendente ganancia de un día, que daba cuenta del éxito de un viaje sobre la tierra rotatoria, en Elcano. Viaje a la Historia sobresale la personalidad de Espinosa, incapaz de hallar la ruta de vuelta a la Nueva España, el tornaviaje que completó años después Urdaneta. Cautivo del portugués Antonio Brito, que dudaba si dejar a los españoles en Maluco, por ser "tierra enferma", con la intención de que murieran allí, o cortar sus cabezas por ignorar si ello agradaría a su rey, Espinosa representa la gallardía española, no solo al dolerse de la pérdida de la bandera –"Señor, me tomaron de mi caja vuestra bandera real, la cual tenía muy bien plegada y cogida"–, sino al negarse a trabajar en la construcción de la fortaleza de Ternate, pues, según dijo, "si él había de poner alguna piedra, sería en nombre del Rey de Castilla". Regresado finalmente a España, Gonzalo Gómez de Espinosa representa la cara más amarga de aquella epopeya. Tras recibir la divisa, Tú Fuise uno de los Primeros que la Buelta me Diste, hubo de pleitear para reclamar, sin éxito, su sueldo, del que se descontó el correspondiente a su cautiverio en manos portuguesas. Un cargo como capitán y visitador de las naos de Indias en la Casa de la Contratación supuso su postrero acomodo, sin que ello borrara de su memoria, como tampoco se desvaneció de la de Elcano, que el 4 de agosto de 1526 halló en el Pacífico la hora precisa de la muy cierta muerte, el recuerdo de aquellos compañeros con los que hallaron el tan ansiado estrecho que les permitió entrar en la Historia. Una hazaña magníficamente narrada por el emocionante y seguro pulso de Tomás Mazón en su Elcano. Viaje a la Historia.
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