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Julián Schvindlerman

Muamar Gadafi, novelista

Se ve a sí como “un pobre beduino perdido en una loca ciudad moderna” incesantemente acosado por las demandas de un pueblo insatisfecho.

Se ve a sí como “un pobre beduino perdido en una loca ciudad moderna” incesantemente acosado por las demandas de un pueblo insatisfecho.
Muamar el Gadafi | Pixabay/CC/azazelok

Aunque su obra cumbre fue indudablemente El Libro Verde, y legó una autobiografía titulada Mi visión, Gadafi también escribió cuentos. Si El Libro Verde puede verse como un compendio de propuestas y estrategias para forjar una nueva Libia al molde de las ideas del dictador, y Mi visión nos invita a ingresar a su vida desde un costado más humano que político, es en sus cuentos donde puede apreciarse su vocación artística. En 1993 apareció en Libia Escape al infierno, que reunía doce cuentos breves, y dos años después vio la luz Publicaciones ilegales, compuesto por cuatro ensayos políticos. La edición en francés publicada en Suiza en 1996 –Escape al infierno y otros cuentos– reúne ambas obras. En 1998 se editó en inglés en Estados Unidos. Varias de sus ediciones muestran al autor en primer plano en la portada: a todo color, con ropas de beduino y escribiendo sobre un escritorio; o en sepia, vistiendo un piloto de lluvia y en pose pensativa con una biblioteca con libros de lomo de cuero al fondo.

A lo largo de sus aproximadamente 200 páginas de cuentos –supuestamente literarios– y de ensayos –supuestamente realistas–, el narrador libio declara que el continente americano fue descubierto por un príncipe árabe y no por Cristóbal Colón; se mofa de los musulmanes radicales (¿debe una barba ser teñida con alheña o con champú?); dice que el comunismo no murió porque aún no nació; critica a los regímenes árabes del Golfo Pérsico por el apoyo dado a Estados Unidos tras la invasión de Kuwait por parte de Irak; condena la vida citadina (los niños son atropellados en las calles o secuestrados por criminales) y enfrenta el dilema de la muerte (¿es la muerte un hombre al que se debe dar batalla o una mujer a cuyas ternuras debemos rendirnos?), entre otros varios temas. El hombre que tras asumir el poder en 1969 había condenado la formación de un partido político como un acto de traición concluye esta obra con un ensayo titulado “Una vez más, un llamado urgente a formar un Partido”.

Los cuentos están expresados en una primera persona que mezcla la narración anecdótica con la ficcional, la opinión política con la proyección psicológica y lo coyuntural con lo autorreferencial. Estos relatos ponen de manifiesto conflictos internos, identidades cruzadas, preocupaciones sociales, remembranzas infantiles, valores islámicos y pensamientos mágicos. Permiten conocer la veta literaria del líder libio y adentrarse en su perfil psicológico, pues mucho de lo allí vertido parece ser una válvula de escape emocional. “Los cuentos de Gadafi son una buena fuente de información en varios sentidos y pueden ser abordados desde el espectro de la psicología, la psiquiatría, la sociología y la antropología”, observaron Santiago Espinoza García y María Patricia Domínguez Echeverría en una monografía académica sobre el legado intelectual de Gadafi. Estos académicos advierten de que adentrarse en la literatura del Hermano Líder “implica necesariamente entrar en una lógica diferente”. Son filosóficamente pueriles, aunque no carentes de trazos biográficos, y en consecuencia interesantes.

En una reseña en Entertainment Weekly, Alan Smithee fue severo con el escritor libio: “¿Podemos sugerir un período en el Taller de Escritura de Trípoli para repasar, por ejemplo, trama, personaje, diálogo, tono y coherencia? Gadafi a menudo ignora estos a favor de la diatriba, recordando a Dennis Miller, aunque un poco más divertido”. Mahmud Fazal observó en Vice: “Ciertamente, no era un protegido de Flaubert, y sus cuentos a menudo se sienten como divagaciones de fogata. Son una mezcla de tonterías literarias y fábulas beduinas, todas terminando con una moralización dura que se percibe más como un regaño que una resolución”. Amazon ofrece su versión de tapa dura a partir de los setenta dólares (puede alcanzar los 107, según el vendedor). Aparentemente el escritor Gadafi cotiza alto, aunque usado el libro se consigue por menos de cuatro dólares.

En el relato anticientífico El suicido del astronauta (“casi un cuento”, en la sarcástica observación del periodista inglés Daniel Kalder), Gadafi imagina a un astronauta que regresa de la Luna, no logra emplearse y termina quitándose la vida. El escritor libio Al Sadiq al Naihum había previamente escrito un relato acerca de un ingeniero que retornaba a un lugar donde no podía aplicar su conocimiento. Gadafi publicó su cuento sobre el astronauta sólo tras la muerte de Al Naihum. Aun incursionando en la ficción, el líder libio no puede evitar criticar a “las grandes potencias insolentes” que buscan “repartirse los recursos naturales de la luna”.

En La aldea, Gadafi exalta la vida rural y critica las ciudades. “Huye, sal de la ciudad rápidamente”, “aléjate del humo”, “del sofocante dióxido de carbono” y “de la humedad pegajosa”, incita. En contraste, presenta la aldea como un lugar pacífico, limpio y ameno, “donde puedes ver la Luna por primera vez en tu vida”. Un lugar donde la gente se conoce “y está aliada en tiempos de prosperidad y adversidad”, donde no hay delitos y la reputación de la familia, la tribu y el buen nombre importan. Todo el texto es una exaltación idílica de la vida rural y un repudio visceral de las metrópolis modernas. Realmente no hay mucho más en esta narración breve.

En Tierra, el Hermano Líder expone su veta ambientalista. Asegura que el hombre puede destruirlo todo menos una cosa: el planeta Tierra. Como contenedora de todos nuestros alimentos en todas sus formas, la Tierra es vital. “Por lo tanto, no tritures el único contenedor que hay de su tipo. Si, por ejemplo, arruinaste la tierra cultivable, sería lo mismo que si quisieras cocinar después de haber destrozado todas tus ollas y sartenes”. Gadafi compara a la Tierra con “tu verdadera Madre, de cuya materia has sido creado”. Ella “te abraza, te nutre y te proporciona agua, así que no abuses de tu madre”, alecciona el ecologista libio.

En Muerte, el autor rememora el combate de su padre enfermo contra la muerte. “¿Fue la muerte la víbora venenosa que lo acosó en el desierto vacío y en otras ocasiones? ¿Fue la muerte su enemigo amargo, recalcitrante, cuya arrogancia hizo más imprudente a su oponente?”, se interpela. Gadafi busca determinar el género de la muerte. “¿Es la muerte masculino o femenino?”, se pregunta, y proclama que “es nuestro deber especificar su sexo” para concluir que si es masculino debe ser combatido, pero si es femenino debe ser aceptada. Un estudioso de la obra literaria de Gadafi percibió a este relato como el más bello, el más conmovedor y el más claro lingüísticamente de la colección.

En La hierba bendita y el árbol maldito, Gadafi presenta esto:

Buenas noticias para las personas con trastornos mentales, ya sean hombres o mujeres. Se descubrió una hierba en las llanuras de Bengasi, y ahora se vende en la tienda de Haj Hasán. En una entrevista televisiva que realicé personalmente con él, y que fue vista por más de tres millones de personas, Haj Hasán dijo que la hierba era una cura para los trastornos mentales. En cuanto a aquellos que aún no se han perturbado mentalmente, Haj Hasán no dijo nada sobre ellos.

Es imposible saber si esta entrevista fue alguna vez emitida en la televisión libia, como el autor dice. En cualquier caso, una duda queda pululando en el aire: ¿fue acaso Gadafi un apologista de la marihuana libre –su hierba bendita de aplicaciones medicinales– en el Medio Oriente?

Escape al infierno, relato que da título a la obra, es el más rico existencialmente. Ofrece un viaje a la intimidad de Gadafi, hacia sus miedos, sus frustraciones, sus sueños y sus ansiedades. Este texto es una ventana a su psicología como líder transcurridas dos décadas y media en el poder.

Aquí el autor se imagina perseguido por el pueblo, se muestra como un incomprendido y lamenta que las masas libias no aprecien su gestión. Dice que el pueblo puede ser amoroso cuando está positivamente emocionado y cargar a sus líderes en hombros, como ha hecho con Girolamo Savonarola, Georges Danton o Benito Mussolini. Pero que puede ser igualmente cruel cuando está negativamente emocionado y quemar, guillotinar y aplastar a sus propios dirigentes. “¡Qué terror! ¿Quién puede convencer a la entidad insensible de la conciencia? ¿Quién puede discutir con una mente masiva no encarnada en un individuo? ¿Quién puede tomar la mano de millones?”. Gadafi cuestiona a una “sociedad que te ama pero que no tiene piedad de ti”, y a los ciudadanos que “afirman sus derechos pero ignoran sus deberes hacia ti”.

De manera interesante, se ve a sí como “un pobre beduino perdido en una loca ciudad moderna” que es incesantemente acosado por las demandas de un pueblo insatisfecho que a cada paso le pide servicios que el coronel ridiculiza, y realiza una comparación osada: “Cometí un gran error cuando robé el bastón de Moisés con el que golpeé el desierto y brotó un manantial”. Una cosa lleva a la otra y en cierto punto Gadafi sorprende con esta afirmación: “América, que yo sepa, fue descubierta por un príncipe árabe y no por Colón”. Tras esta letanía de quejas, finalmente el autor relata su experiencia en el infierno: “El camino al infierno no es lo que puedes esperar, o como te describe la imaginación enferma de algunos que se distraen. Yo, habiéndolo atravesado dos veces, te lo describiré. Dormí tranquilo y descansé en el corazón del infierno”.

El periodista alemán Arno Widmann dijo de este cuento: “No hay un texto similar de un autócrata en los últimos 3.000 años (...) Gadafi es el único que contempla fríamente el amor de las masas (…) La atracción y el poder de este texto radican en la manera en que él las considera consistentemente desde el lado del gobernador, y ni por un segundo –que sería lo políticamente correcto– desde el lugar de los gobernados”. Aquí los déspotas son los perseguidos y los amenazados. Como ha señalado Heiner Lohmann en un profundo análisis de los escritos del líder libio, “ahí los tiranos no son para nada tiranos: ellos son inocentes, y no oprimen a otros; ellos son los oprimidos”.

Asimismo, la paranoia y la soledad del líder libio están claramente exhibidas en este cuento, al igual que las ya transitadas tensiones entre el campo y la ciudad, la tradición y la modernidad, lo beduino y lo citadino. Gadafi se percibe como un nómada vulnerable a merced de multitudes represoras. “La confusión hermenéutica de este texto ha alcanzado niveles de ininteligibilidad”, acota Lohmann. “Las estructuras de la historia se han desmoronado; pierde su sentido interno, funciona de tal manera que es confusa e incoherente”.

Narcisista, básica, autobiográfica, enredada y petulante, la literatura del tirano de Trípoli no deja de ser intrigante y ofrece un exquisito material para el psicoanálisis.


Este texto está tomado de Escape hacia la utopía: el Libro Rojo de Mao y el Libro Verde de Gadafi (Biblos).

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