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Santiago Navajas

La waltdisneyzación de Karl Marx

Esperemos que la tragedia de ayer se quede en farsa hoy.

Esperemos que la tragedia de ayer se quede en farsa hoy.
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. | EFE

En la segunda mitad del siglo XIX destacan tres filósofos: Friedrich Nietzsche, John Stuart Mill y Karl Marx. Nietzsche era un filólogo alemán que adoraba a los héroes homéricos tanto como detestaba a Platón y el cristianismo, ese "platonismo para la plebe". Stuart Mill era un niño prodigio inglés torturado por los dogmáticos y simplistas principios pedagógicos de su padre, el utilitarista John Mill, que dedicó su vida a defender la libertad de todos, especialmente de los más vulnerables. Karl Marx era un revolucionario profesional dedicado a poner patas arriba lo que se le ponía por delante, ya fuese la filosofía de Hegel o la economía capitalista (la filosofía de Hegel y la economía capitalista se encogieron de hombros y siguieron a lo suyo: comprender y transformar el mundo, respectivamente).

El siglo XX no fue sino la batalla militar entre los legatarios de los tres filósofos. Nietzsche se hubiese horrorizado ante la reivindicación que hicieron los nacional-socialistas de Hitler y su discípulo Heidegger de su pensamiento, pero cabe adjudicarle responsabilidad ante el desastre al que llevaron sus metáforas grandilocuentes sobre superhombres encarnados en bestias rubias más allá del bien y del mal. John Stuart Mill, sin embargo, estaría razonablemente satisfecho de las actuales democracias liberales, con la igualdad plena entre hombres y mujeres y la paulatina desaparición del hambre en el mundo como manifestaciones más evidentes de la superioridad humanista de su liberalismo razonable y compasivo.

El caso de Karl Marx es más complicado. Al fin y al cabo siempre se reivindicó como un científico social, aunque también era un activista político revolucionario en busca del paraíso socialista y un profeta bíblico que anunciaba el apocalipsis capitalista. En el Manifiesto comunista llamó al exterminio de la burguesía y a implantar un sistema despótico como primer paso hacia la liberación de todas las cadenas de los proletarios. Como le sucedía a Dante en la Divina Comedia, en el marxismo, para disfrutar del Cielo primero se ha de sufrir en el Infierno.

La ministra de Trabajo de Pedro Sánchez, la comunista Yolanda Díaz, ha escrito un prólogo (publicado en el Pravda español) a una edición del Manifiesto comunista que, pretendiendo ser elogioso, significa la derrota definitiva de Karl Marx, que pasa de ser un león rojo a un unicornio arcoíris. En los años 70 los eurocomunistas abjuraron del concepto dictadura del proletariado para poder presentarse con un poco de dignidad a unas elecciones democráticas liberales en competencia con partidos de todas las ideologías. Los marxistas más intelectualmente relevantes como Louis Althusser pusieron el grito en el cielo ante lo que era evidentemente una claudicación y una traición al legado de Marx. Pero el aburguesamiento de la izquierda socialista no había hecho sino empezar. Posteriormente, Felipe González obligó al PSOE a borrar el marxismo de sus principios fundacionales. Pablo Iglesias, el original, se debió remover en su tumba de indignación. Pero lo peor estaba por llegar.

Díaz, con su caricatura de Marx como si fuese algo así como un socialdemócrata con inquietudes interseccionales, un cruce entre el papa Francisco y Bill Gates, revela, en primer lugar, cómo la izquierda reniega en el fondo de Karl Marx, el materialismo histórico y el carácter revolucionario. En segundo lugar, los comunistas mismos se han convertido en unas marionetas del capitalismo: los terribles terroristas de ayer son hoy ministros banales, intelectuales integrados, tuiteros bufones y tertulianos que lamen la mano capitalista que les da de comer (muy bien). Según Díaz, Marx es todo amor, "vital como apasionada defensa de la democracia y la libertad". Pero recordemos que Díaz se niega a reconocer que Cuba es una dictadura...

Sostiene la ministra que para escribir el prólogo se ha leído el Manifiesto comunista. Pero da la impresión de que, como le pasa a Carlos Boyero con las películas iraníes, se ha dormido a la mitad. Hablando de cine: Yolanda Díez recuerda al protagonista de Toy Story 3, Lotso, un encantador oso de peluche de color rosa y que huele a fresas pero que pese a las apariencias es cruel y malvado (la ministra se queda en incompetente y chapucera). Es cierto que cada vez se publica más tanto a Karl Marx como a Carl Schmitt, el teórico de la dictadura comunista y el defensor de la dictadura nazi. Y que a nosotros se nos está poniendo cara de República de Weimar. Esperemos que la tragedia de ayer se quede en farsa hoy.

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