El nuevo libro de María Blanco, tras el anterior sobre feminismo liberal, tiene un título que parece una cita de Cicerón advirtiendo al Senado y el pueblo de Roma de la decadencia de la República ante la amenaza de populistas con ínfulas de dioses y ambiciones de emperadores, como era el caso de Julio César: Votasteis gestos, tenéis gestos.
Reducida la política a gestos, llegamos a, como reza el subtítulo, "la decadencia de la democracia española". Aunque, en realidad, es la democracia liberal en general la que parece estar en un proceso de ruina e involución.
Arranca con un prólogo de Carlos Rodríguez Braun en el que establece la principal crítica libertaria en la actualidad: que incluso las democracias liberales han devenido unos híbridos "de sociedad y política, de capitalismo y socialismo, de mercado y de Estado, de libertad y coacción", a rebufo del crecimiento del Estado. Schumpeter ya había pronosticado, resignado aunque angustiado, que la evolución de las decimonónicas democracias del laissez faire conduciría a nuestras posmodernas democracias híbridas.
María Blanco deconstruye el actual malestar respecto de la democracia occidental. Aunque el ascenso de dictaduras comucapitalistas, como la china o la rusa, pueda parecer el principal peligro para nuestras democracias híbridas (¿quizá nuestro destino en el siglo XXI?), Blanco se centra en nuestros problemas endógenos, asociados a la tensión entre el principio democrático, el imperio del pueblo, y el principio liberal, el imperio de la ley. Asociados a dicha tensión, Blanco analiza los sesgos que llevan a la degeneración del Estado de Derecho, que debiera estar centrado en los axiomas de neutralidad, largo plazo y universalidad, pero que se desvirtúa por la perspectiva de género, el arrebato identitario y la entronización de la sentimentalización.
Si las democracias son cada vez más decadentes (Francia y Estados Unidos hace tiempo que ya no son consideradas democracias plenas en el Democracy Index de The Economist) es porque, a través de la mentira política y el autoengaño del cuerpo electoral, se va propagando por las instituciones políticas y el tejido social el cáncer del populismo, los bulos y la propaganda. Seguramente los políticos más importantes del siglo XX fueron Goebbels, Münzenberg y Edward Bernays, sobrino de Freud, que aplicaron el conocimiento psicológico para encauzar la rebelión de las masas de un modo que beneficiara al poder político y empresarial.
Lo que plantea Blanco se sintetiza así:
Toda esta situación me ha llevado a plantearme por qué los ciudadanos, los medios, los propios políticos, nos mantenemos atrapados en esta visión espuria y miope, este predominio de los intereses de los partidos políticos, por encima de nuestros valores morales y de nuestros propios intereses personales.
A través del análisis de la sobrevaloración de la identidad política en nuestra época, que convierte lo personal en político, y cómo el marketing (la propaganda de toda la vida) modela nuestra percepción del mundo y nos empuja a comprar productos partidistas y servicios políticos como si estuviéramos en un centro comercial, María Blanco llega a una propuesta de reconducción del Estado de Derecho siguiendo el modelo del racionalismo escocés, smithiano-humeano; un racionalismo que vaya de abajo hacia arriba, en lugar de la jerarquización autoritaria del racionalismo constructivista continental cartesiano-kantiano. Además, hace una reivindicación del liberalismo evolucionista hayekiano, el cual se fía más de la evolución espontánea de la sociedad, que hace emerger propiedades sociales e instituciones colectivas, al estilo de senderos en el bosque, más bien que de ciudades planificadas al estilo del urbanismo utópico y dictatorial de Le Corbusier.
Inspirándose en Hayek pero también en Leoni y Jasay, finalmente remata con Epicteto, haciendo una reivindicación de la acción política colectiva a través del comportamiento moral virtuoso. Si esta apuesta por la espontaneidad social y la contemplación individual le parece suficiente o no deberá evaluarlo usted mismo, estimado lector, leyendo la prosa clara y analítica, amena y profunda, de rabiosa actualidad y documentación académica de María Blanco, a la que no le tiembla el pulso a la hora de revelar secretos personales sobre cómo descubrió que era sin saberlo una fan de la tortilla de patatas con cebolla o a quién votó, siendo la primera vez que lo hacía en su vida, en las elecciones a la comunidad de Madrid en 2020.
El 15 de marzo de 2020, María Blanco publicó en Twitter "Votastéis gestos, tenéis gestos". Año y medio después, el dardo en forma de tuit se ha convertido en un ensayo de casi 200 páginas que es como ese grafiti de Banksy en el que un embozado manifestante arroja un desafiante ramo de flores. Rebelde con causa, políticamente incorrecta, crítica provocadora a fuer de elegante, académica social increíblemente amena, María Blanco quizás no tenga razón y la democracia española esté en pleno auge y esplendor, atravesando uno de sus períodos más luminosos y ejemplares, pero yo apostaría más bien del lado de la profesora de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad CEU-San Pablo.