Parte de la obra de Antonio Escohotado es autobiográfica. Y es pertinente que así sea, porque su vida se suma a su legado en favor de la libertad casi a la par que su obra escrita. En sus páginas vemos también la evolución de su pensamiento. Comienza explorando a Hegel, a Marx, a Freud. Sus intereses se extienden por el derecho, la filosofía, la ciencia, la sociología.
Acaba desconfiando de la utopía. La utopía es un engaño de la mente que quiere hacer perfecto al hombre a base de alejarse de él. Cuando ésta vuelve a la realidad humana, todas nuestras imperfecciones se convierten en crímenes, y se castigan masivamente.
Escohotado llegó a una conclusión parecida. Si se convirtió en un conspicuo defensor de la libertad fue por eso, y porque se opuso a que se consideraran crímenes algunos comportamientos legítimos pero considerados inmorales, como el consumo de drogas o la prostitución.
Su obra cumbre es Los enemigos del comercio, que historia en 2.046 páginas las ideas al respecto de una institución humanísima como es la propiedad y las de sus enemigos, que desembocan en la utopía comunista. El primer volumen, de tres que componen la obra, comienza en Grecia y se detiene en la Ilustración y la Revolución Francesa. El segundo se centra en el siglo XIX, gozne de la modernidad, y el tercero parte de Lenin y llega a la era de internet.
Es un trabajo apabullante, no sólo ni principalmente por su extensión, sino sobre todo por la erudición del autor. Escohotado pone al servicio de su propósito, iniciado dos décadas antes de culminar la obra, la historia de las ideas, la de las civilizaciones, la historia económica, la política, la de las instituciones…
La trilogía es muy rica por los lúcidos juicios históricos de Escohotado, y porque no se limita a exponer las ideas de unos cuantos autores que apuntan a la figura de Marx o parten de ella. Pero su lectura puede dejar insatisfecho al lector si lo que espera es el desarrollo de una gran tesis que dé unidad y sentido a la obra. A mí me lo dijo en una entrevista que, por circunstancias, no llegó a producirse: su interés no era exponer su tesis, sino recoger, de forma minuciosa y paciente, la sucesión de eventos humanos en torno al comunismo. Si no hubiera leído sus dos primeros volúmenes, no le habría creído. Me dijo, y se lo dijo a otros, que sólo legaría su tesis al final de la obra. Finalmente, a no ser que aparezca entre sus papeles no publicados, esa tesis nos la ha hurtado.
Leyéndole, podemos ver que el auge del comercio genera riqueza y movilidad social, y que ésta alimenta el resentimiento que está detrás de todo comunismo. Escohotado recoge la actitud crítica del cristianismo en sus primeros siglos, antes de que su mejor pensamiento se empapase de la realidad más mundana. Se adentra en el complejo y peligroso mundo de la impronta judía en el pensamiento sin sectarismos pero sin miedos. Su juicio a la Ilustración y a la Revolución Francesa es pasmoso, por su claridad. El Marx de Escohotado es más comprensible que el de otros grandes autores. Y su Lenin es imbatible. Escohotado me contó que se lo leyó absolutamente todo del gran genocida.
No se despega de Hegel en el método, pero su concepción de la Historia parte de un autor que es el mejor economista de todos los tiempos, y uno de los grandes pensadores de las ciencias sociales: Carl Menger. Su aprecio por Hayek cae naturalmente desde la cumbre de Menger. Este 2021, por cierto, se cumplen cien años de su muerte.
El hecho de que no responda a una tesis histórica definida hace inviable el proyecto de resumir Los enemigos del comercio. Lo que sí podemos hacer es situarlo en comparación con otros textos con los que se puede comparar.
El primero del que nos podemos acordar es La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper. El título deja claro el paralelismo. Pero Popper se centra en unos pocos autores, Platón, Hegel y Marx; no tiene ni la ambición ni la profundidad de Escohotado.
Para encontrar una obra que se le acerque en ambición, tenemos que mirar a Deirdre McCloskey. Su última obra se puede contar así: en su búsqueda por conocer los secretos del crecimiento económico, los economistas primero crearon modelos mecánicos (Harrod-Domar, Sollow), que dejaban el progreso tecnológico fuera. Otros economistas concibieron modelos que incluyen la tecnología (Schumpeter, Romer, Barro…). Eso obligó a preguntarse qué invita a los empresarios a innovar; será la estructura de los incentivos, y ésta depende de las instituciones (Douglass North, Acemoglu). Pero entonces nos podemos plantear por qué triunfan unas instituciones y no otras. Y la respuesta a esa pregunta está en las ideas. Es aquí donde entra la obra de McCloskey sobre las virtudes burguesas, que por el momento se ha sustanciado en tres volúmenes de cuatro, o cinco, que tenía pensado escribir la autora. También es una obra escrita desde distintas disciplinas del saber. Pero su objeto de estudio es el crecimiento, sus condiciones institucionales, y cómo surgen las ideas que sostienen ese entramado institucional, y no específicamente la propiedad y sus enemigos. Son, por tanto, dos obras complementarias.
En última instancia, Los enemigos del comercio es una obra única, por su ambición y profundidad. Espero que pronto se traduzca al inglés. Seguro que se convertirá, como otras obras del autor, en una referencia obligada de la historiografía.