España no es un mito
España, ciertamente, no es un mito, pero la respuesta a propósito de desde cuándo existe carece de una respuesta unívoca.
En 2005, Gustavo Bueno publicó España no es un mito, libro que venía a dar continuidad a la labor ensayística que, en torno a la cuestión nacional, pero no solo, venía desarrollando, al menos, desde su conferencia España, pronunciada en Oviedo el 14 de abril de 1998 y embrión de su España frente a Europa (Alba Editorial, Barcelona, 1999), obra de enorme trascendencia que muchos, movidos por sus prejuicios, interpretaron como una "segunda navegación", una suerte de camino de perdición, del riojano. Paralelamente a estos ensayos, que podríamos calificar de nacionales, Bueno fue abordando los diversos mitos de nuestro presente, entre los que destaca el de la cultura, al cual dedicó un libro –El mito de la cultura. Ensayo de una filosofía materialista de la cultura– de enorme éxito de ventas.
Fruto de este cruzamiento entre su teoría de los mitos y el trabajo acerca de una España que vivía una profunda crisis, todavía abierta, fue España no es un mito, ahora reeditada por la Fundación Gustavo Bueno bajo el título España no es un mito y otros textos sobre España (Pentalfa, Oviedo 2021). El libro, como su propio título y las palabras que lo abren indica, se concibió como una obra combativa
contra todos aquellos extranjeros, pero sobre todo contra todos aquellos que tienen identidad española, es decir, Documento Nacional de Identidad (DNI), que ven a España como un mito, pero no como un mito en su sentido profundo o admirativo (el mito de los andróginos de El Banquete platónico), sino como un mito en el sentido más vulgar y despectivo del término…
En definitiva, Bueno se enfrentó a aquellos para los cuales España es un mito en su sentido oscurantista. Un combate mantenido fundamentalmente dentro de las coordenadas en las que se mueve la Leyenda Negra, que en la obra se desarrolla en siete capítulos, abiertos con la pregunta acerca de la existencia de la propia España. Una pregunta que encontraría una respuesta negativa en diferentes momentos históricos a los que Bueno llama "presentes": 1492, con la expulsión de los judíos; 1609, con la de los moriscos; 1808, con la invasión napoleónica; 1898, con la descomposición final del imperio; 1936, con la guerra civil…, que entroncan con las exitosas tesis orteguianas, asumidas por muchos de los ideólogos de la Constitución de 1978. Todos esos "presentes" escatológicos fueron, no obstante, superados históricamente por otros, prueba inequívoca de la existencia de España.
España, en efecto, existe. Sin embargo, sobre ella gravitan una serie de amenazas, las que protagonizan el segundo capítulo del libro. Bueno distingue hasta ocho tipos, en función de su gravedad o de su origen. Algunas de las cuales, aunque de enorme actualidad, son ya verdaderos clásicos, como todas las que han surgido al calor de la fórmula "las Españas", en la que muchos creen ver la prueba definitiva de una España que apenas es una prisión de naciones y aun de lenguas y de historias regionales en las cuales hay cabida para elementos tan fantasiosos como el duende Culebro.
España, ciertamente, no es un mito, pero la respuesta a propósito de desde cuándo existe carece de una respuesta unívoca. Rechazada la idea de una España eterna, Bueno sostiene, del mismo modo que ya lo había hecho en España frente a Europa, que "en el origen de España está la voluntad expansionista (imperialista) de alguna de las partes que resultaron de la invasión sarracena". Una tesis que se sintetiza en esta afirmación: "En su origen, España no comienza a partir del desarrollo de algunos ‘núcleos de resistencia’ al invasor musulmán, sino a partir de núcleos expansionistas o imperialistas", que exige el manejo de una teoría de los imperios ya expuesta en la obra citada.
Por lo que respecta al debate, siempre abierto en España, sobre su condición nacional, el capítulo cuarto –"¿España es una Nación?"– contiene un arsenal –recordemos el tono combativo de la obra– de argumentos plenamente operativos contra todas las amenazas que se ciernen sobre España, tanto las de origen interno como las que, abordadas en algunos tramos del capítulo séptimo –"¿España es Europa?"–, proceden del exterior de nuestras fronteras.
Quisiera, para cerrar esta apresurada reseña, destacar la importancia de la pregunta, "¿Existe, en el presente, una cultura española?", a la que da respuesta Bueno en su obra. La importancia de semejante interrogante estriba en el uso constante que en España se hace de la expresión identidad cultural, rótulo cuya sola enunciación produce el pasmo de muchos nacionales que tratan por todos los medios de dejar de serlo. En efecto, en una extraña reedición del menosprecio de Corte –España, su lengua, su propia monarquía– y la alabanza de aldea –lengua, terruño, señas de identidad–, son muchos los españoles que han encontrado un modo de vida o un camino de perfección localista y a su vez cosmopolita, contra el cual Bueno dio a la imprenta un libro que, tres lustros más tarde, mantiene su total vigencia.
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