Una plaga está devastando a la izquierda por la extensión del virus de lo políticamente correcto. En una carta abierta, Adolfo Alonso, abogado de Francesco Arcuri –el ciudadano italiano que mantiene un litigio con su expareja Juana Rivas por la custodia de sus hijos–, acusa a su propio partido, el PSOE, de haber abandonado la defensa de los principios del Estado de Derecho –presunción de inocencia y derecho a la rehabilitación y a la reinserción– en el altar de los dogmas del feminismo de género: los hombres son culpables por defecto y jamás caben en su caso el olvido ni el perdón.
En Gran Bretaña, una diputada laborista, Sarah Champion, ha sido expulsada del partido por plantear el vínculo que hay entre la cultura misógina y machista de algunas comunidades musulmanas, como la paquistaní, y los crímenes sexuales. La diputada británica denuncia la situación de indefensión de los niños británicos por parte de sus huestes socialistas, que temen ser consideradas racistas si valoran el factor racial en los casos de violación y secuestro. The Times denuncia la situación con un gran titular en el que señala que hay más de 1.400 niñas desaparecidos en las islas, lo que es agravado por el miedo de la Policía a ser acusada de islamófoba si investiga la implicación de bandas paquistaníes en violaciones y desapariciones de chicas blancas.
Además, sus correligionarios recriminaron a Sarah Champion que hubiese publicado su artículo en The Sun, un periódico popular, en lugar de en, digamos, The Guardian, el periódico de las élites de izquierdas. Pero, argumentaba Champion, sus votantes son mayoritariamente obreros que leen precisamente The Sun y no The Guardian, reservado este último para la izquierda caviar que habita en Londres, en cómodos barrios de clase media alta donde es fácil ser multicultural.
En Estados Unidos, el psicólogo Paul Bloom, junto a algunos compañeros universitarios, ha dirigido una carta abierta a los nuevos estudiantes en la que se les advierte implícitamente del clima de envenenamiento ideológico que se van a encontrar en los campus por culpa de lo políticamente correcto: así, serán amenazados para que callen en todo lo relacionado con el género y la raza, so pena de sufrir campañas como la que desembocó en el despido de James Demore en Google o las que tienen por objetivo a miembros de la izquierda, de Richard Dawkins a Steven Pinker pasando por Ayaan Hirsi Ali, que no ha sido secuestrada todavía por la invasión de los ladrones de mentes.
Sería, sin embargo, un error considerar que las hogueras mediáticas y sociales de la inquisición de lo políticamente correcto son solo una moda o un accidente dentro del paradigma político de la izquierda. Por el contrario, pertenecen a la esencia de una de sus ramas principales, la más sectaria, patrocinada ideológicamente por Marx y llevada a la praxis política por Lenin, que considera que la verdad y la libertad no tienen un valor intrínseco, sino que están sometidas a lo que denominan "justicia social". Este tipo de izquierda, cuyo principal representante en España es Pablo Iglesias, disimula este ataque contra la verdad y la libertad simulando un compromiso con los valores fundamentales de las sociedades abiertas para tratar de subvertirlas y destruirlas desde dentro. Del mismo modo que los islamistas están autorizados a mentir por su religión (taqiya), para pasar inadvertidos mientras tratan de inocular en las sociedades en las que se infiltran la ley islámica (sharia), la extrema izquierda hace como que defiende los derechos humanos, que en el fondo desprecia porque los considera "derechos burgueses", así como odia el Estado de Derecho porque entiende, en palabras de Lenin, que todo Estado es un arma de represión de una clase sobre otra, por lo que debe, en última instancia, destruirlo, aunque en un primer momento ha de simular que están comprometida con sus principios y en su defensa.
Bloom recomienda a sus alumnos: "Think for yourself", pensad por vosotros mismos. De manera parecida a como Kant defendía el libre pensamiento y la libertad de expresión en ¿Qué es la Ilustración?: "Sapere aude!". Necesitamos que la izquierda ilustrada venza a la izquierda secuestrada por lo políticamente correcto para que ni el feminismo de género, ni el racismo inverso ni el nacionalismo étnico prosperen. Aunque, dada su prevalencia, incluso entre los conservadores de la derecha, lo razonable es ser pesimista. Ahora bien, con el leninista Gramsci, seamos pesimistas de la inteligencia pero optimistas de la voluntad. No nos queda otra.