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Adrián Dupuy

La emigración de la juventud catalana

La pérdida demográfica y el envejecimiento de los que se queden dejarán un panorama triste.

La pérdida demográfica y el envejecimiento de los que se queden dejarán un panorama triste.

Voy a ejercer de cenizo, a ver si sirve de catarsis. De todo cuanto está pasando en Cataluña, lo peor está por venir. La salida imparable de las empresas es preludio de la consecuente salida de los centros de dirección y de producción, y con ello de los directivos y trabajadores necesarios para atenderlos. Si a eso unimos la falta de ilusión de una juventud dividida, la emigración será inevitable. La pérdida demográfica y el envejecimiento de los que se queden dejarán un panorama triste. El verso de Machado para Castilla de principios de siglo XX, "hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares; la tempestad llevarse los limos de la tierra", vale perfectamente para la Cataluña de principios del siglo XXI; porque Cataluña va a padecer una pérdida importante de su bien más preciado.

Exactamente lo mismo que pasó en Montreal y Quebec, en beneficio de Toronto. La imposición hasta límites ridículos del francés y la inseguridad jurídica que provocaban las pretensiones independentistas provocaron un resultado que es historia conocida y que Cataluña y Barcelona se disponen a repetir.

La culpa es de los malos. Y tenemos malos de verdad, delincuentes, irresponsables y ridículos, sobre los que no voy a extenderme más allá de sus nombres: Puigdemont, Junqueras, Romeva, Rufián, Forcadell, Mas, Pujol, los de la CUP… ¿Para qué perder el tiempo en rebatirlos? Simplemente habría que quitarles su minuto de gloria en el micrófono, porque no dicen más que tonterías y mentiras.

Quiero centrarme en los tibios que han favorecido y consentido todo esto: el Gobierno de España, la Iglesia católica y los votantes CIU y del PSC, que en el pecado llevarán la penitencia y tendrán que conformarse con que sus hijos vuelvan a casa por Navidad, porque se habrán ido a trabajar fuera.

Los sucesivos Gobiernos de España son culpables por pastorear; con tal de facilitar la gobernación (¿no habría sido más fácil cambiar la ley electoral?), han atendido las insaciables demandas de los nacionalistas de aquí y de allá: transfiriendo competencias en financiación, sanidad, educación y seguridad; eliminando los gobernadores civiles y la presencia del Estado en las CCAA; pactando el presidente del Gobierno (sí, Tajani) el incumplimiento impune de las sentencias del Tribunal Supremo sobre la inmersión lingüística, impidiendo en un territorio de España la enseñanza en español y hasta aceptando ¡traductores simultáneos en el Senado de España! Elocuente gilipollez.

Los del PSC son culpables por el Pacto del Tinell, por la reforma a la carta del Estatuto, que obliga a irracionales malabarismos intelectuales para defender una cosa y su contraria, y por no aceptar ser sin más del PSOE, sino pretender un trato desigual e insolidario frente a ciudadanos de otras autonomías y regiones, algo esencialmente contrario al socialismo.

También es culpable esa sociedad catalana votante de CiU, que reniega del PP –¡vade retro!– y prefiere a un corrupto nacionalista para conseguir que, agitando el árbol, caigan más nueces. "España nos roba" no era sino el pretexto de un sinvergüenza para perpetuar su poder y amasar su corrupta fortuna, pero todos le votaban, esperando sacar rédito en los presupuestos anuales. Así que esta situación desgraciada de hoy es, en parte, culpa de esos votantes de chaqueta y corbata, educados, viajados, formados en buenas universidades, democristianos, melifluos y, en el fondo, jetas, que ahora verán marchar a sus hijos de su dolça Catalunya.

En cuanto a la Iglesia Católica, sabemos que no acepta el derecho de autodeterminación de territorios no colonizados, pero su jerarquía no se ha atrevido a imponer disciplina a sus acólitos y proclamar –y castigar– el pecado de dividir hasta la médula una sociedad y situarla al borde de un enfrentamiento civil, a partir de irracionales veleidades nacionalistas, rayanas en el racismo. Mi Iglesia universal es culpable por la acción de una caterva de curas idiotasque lideran una enseñanza concertada que adoctrina a los niños en la mentira histórica y en el odio a España, y culpable por la omisión de los obispos que no han querido poner orden. "Y por eso, por cuanto eres tibio, te vomitaré de mi boca", dice el Señor.

¿El resultado? Una Cataluña de hermanos enfrentados, empobrecida, despoblada y no dolça, sino amarga; "un trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín", que era un soberbio envidioso, como la Cataluña de los independentistas y los tibios. Una Cataluña de la que, como sigan así, apenas quedarán los monumentos y los bares que visiten los turistas, como le pasó a Montreal.

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