Una cosa es el argumento de autoridad que se esgrime cuando se pretende justificar una idea propia citando el pensamiento de alguien respetado y famoso, y otra muy distinta la autoridad moral, que es la que emana de la sabiduría y vida ejemplar de quien propone esa idea. La solidez intelectual del argumento de autoridad es mínima, porque una tontería no deja de serlo por el simple hecho de que una celebridad la haya dicho anteriormente y, de hecho, no es suficiente para sostener una tesis. Algo que Xabier Zubiri sabía perfectamente cuando no incluyó una sola cita en ninguna de las 521 páginas de su obra magna Sobre la Esencia.
Los que reconocemos haber tenido maestros que nos han marcado para siempre rendimos con ello un homenaje explícito a su autoridad moral. Fueron tan importantes que no sólo nos condicionaron espiritualmente, sino que nos llevaron a actuar en los aspectos corrientes de la vida de acuerdo con su ejemplo. En este sentido, siempre he reconocido la autoridad moral de los papas, así como la de muchos pensadores, filósofos, teólogos, profesores y literatos, entre los que destaca mi reiterada devoción por Teilhard y Unamuno. Lo que lamentablemente contrasta con el nulo aprecio que siento por los políticos españoles contemporáneos, con escasísimas excepciones, como Marcelino Camacho, Manuel Gutiérrez Mellado, Julio Anguita, Ramón Rubial,o Leopoldo Calvo Sotelo. Hasta aquí todo tiene su lógica.
Pues bien, precisamente por eso me he sentido absolutamente perplejo con la afirmación que ha hecho el papa Francisco -según recogen todos los medios de comunicación- en una audiencia concedida en Perú a más de quinientas monjas de diversas congregaciones religiosas. En grandes titulares de prensa aparece la información más asombrosa que uno se pudiera esperar de un encuentro con el Pontífice, en teoría absolutamente relajado y fácil:
El Papa dice en Perú que las "monjas chismosas" son peores que los terroristas de Sendero Luminoso.
Y uno se pregunta si habrá leído bien porque no puede dar crédito a sus ojos. ¿Cómo es posible que el Papa haya podido decir semejante barbaridad? ¿Que era una broma? ¿Dónde está la gracia? Es como si en España les hubiera dicho a las monjas de clausura lenguaraces que son peores que los asesinos de la ETA, o en su propio país, Argentina, que más malas que la dictadura militar de Videla. Lo que leído por pasiva significa que los terroristas de Sendero Luminoso son mejores que las monjas chismosas peruanas.
¿Tiene una mínima idea Francisco de lo que supuso la banda terrorista de Abimael Guzmán en aquel país, desde 1980 en que comenzó a asesinar, hasta 1992, cuando su líder fue capturado? Se trataba de una organización terrorista de ideología marxista, leninista y maoísta, cuya finalidad era destruir el Estado burgués y sustituirlo por un régimen revolucionario campesino comunista, semejante al que implantara Pol Pot en Camboya. Y el resultado fue también dramáticamente parecido. Según estimaciones oficiales se cifran entre 31.331 y 37.840 las personas asesinadas en aquellos años por Sendero Luminoso, muchas de ellas mujeres, ancianos, niños y los mismos campesinos que eran su razón de ser.
¿Qué está pasando? ¿Cómo es posible que ninguno de los seis papas anteriores me haya producido nunca la más mínima intranquilidad moral, aunque no necesariamente haya estado de acuerdo con todas sus actuaciones, y ahora tenga que estar haciendo un continuo esfuerzo de adaptación por los repetidos sobresaltos que me provoca este pontificado? Algo no funciona como debiera porque se está originando una clara división en la Iglesia que no puede ser buena. Es muy fácil echar la culpa a los tradicionalistas, incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos. Puede ser; pero tampoco estaría de más que quien tiene autoridad para ello tuviera la finezza suficiente como para convencerlos de que el nuevo estilo pastoral es lo mejor para la Iglesia actual en la que siempre han vivido y en la que querrían seguir haciéndolo.
De momento–y en mi modesta opinión–, comparar a monjas de clausura con asesinos terroristas no me parece el mejor camino.