- "El capitalismo ha hecho retroceder al ser humano al Neolítico".
- "El dinero es el estiércol del diablo".
- "La dictadura comunista china es quien mejor lleva a cabo la doctrina social de la Iglesia".
Tres frases palmarias, grandilocuentes, lapidarias. Tres aldabonazos. Tres falsedades manifiestas, deliberadamente lanzadas al ruedo para solaz de los creyentes.
No importa si son afirmaciones de Juan Manuel de Prada, de Jorge Bergoglio o de Marcelo Sánchez Sorondo. No importa si son hijas de un buen escritor, del Papa que ocupa el solio de San Pedro o del titular de la Pontificia Academia para las Ciencias del Vaticano. Importa que son falacias, realizadas por conspicuos militantes católicos reputados como tales. Lo importante es que ninguna de las tres se sostiene.
El capitalismo ha traído consigo al mundo un nivel de prosperidad como nunca antes vieron los siglos. Es un hecho verificable día a día, conocido desde el s. XVIII, confirmado por la tozuda realidad: nunca el mundo ha estado mejor que ahora. Los datos son inequívocos, unidireccionales. La frase que ocupa el número 1 más arriba es de Juan Manuel de Prada. La pronunció en un debate celebrado el 20 de diciembre de 2017 en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense en Madrid. Inexactitudes conceptuales aparte, es deliberadamente falsa.
El dinero es un hallazgo fundamental en la evolución de las sociedades. Sin él, la división del trabajo, el ahorro, la capitalización, la inversión y el comercio –la vida en sociedad, en suma– serían simplemente inviables. Lejos de ser el estiércol del diablo, es el abono de la riqueza, la medida de los bienes, la herramienta del trabajo, depósito de valor. La frase es del papa Francisco, del que no se conoce formación como economista, ni falta que le hace. Francisco bromea escatológicamente contra el capitalismo con frases como esa, pronunciada el 28 de febrero de 2015 en una audiencia a la Confederación de Cooperativas de Italia. Este papa es heredero de Pablo VI, hombre serio, inteligente y capaz que llegó a manifestar, en una homilía postconciliar de fecha 31 de octubre de 1972: "Se diría que, a través de alguna grieta, ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios". Siendo uno y lo mismo, se diría que entre el Satanás de Pablo VI y el diablo de Francisco hay un mundo de reflexión y de distancia.
De monseñor Sánchez Sorondo se sabe que es un altísimo cargo en el Vaticano y que es hombre de confianza del Papa. Que no diga misa (técnicamente hablando) o no rece el Breviario, como multitud de testimonios aseveran, no es lo importante aquí. Lo importante es que un poderoso régimen criminal, perseguidor desde 1949 de las libertades (y no en último lugar de la religiosa, la católica en cabeza), reciba tan entusiástica alabanza por parte de un hombre significado de la misma Iglesia perseguida. Importante y sorprendente. ¿En qué contexto lo hace? En el de comparar la Doctrina Social de la Iglesia con el desempeño del orden político y social de la República Popular China, heredera de Mao Tsé Tung (Mao Ze Dong para los contemporáneos) en lo político y de Deng Xiao Ping en lo económico.
Y ahí es donde monseñor yerra gravemente en su afán por denostar el capitalismo. El régimen chino mantiene la represión de las libertades de manera férrea, pero en paralelo ha instrumentado una copia exitosa del mismo capitalismo que sus padres fundadores persiguieron con saña, de manera que hoy por hoy son adalides del mismo. Error de cálculo el de monseñor Sánchez Sorondo, quien alaba un régimen que ha instrumentado –con gran éxito, como es sabido– una versión de capitalismo de Estado abierta a la iniciativa y a la propiedad privada que ha sacado a gran parte de su población de la pobreza y proyectado al conjunto del Estado a una situación que no conocía desde el siglo XVI. En España solemos decir que "le ha salido el tiro por la culata".
Por su parte, la Doctrina Social de la Iglesia (católica, debo añadir) o DSI es un corpus de normas y principios referidos a la realidad social, política y económica de cierta complejidad (no exenta de contradicciones entre fines y medios), basado en el Evangelio y en el magisterio de la Iglesia católica, con gran tradición en Occidente. La DSI implica una visión del hombre y de su papel histórico completamente incompatible con el pragmatismo chino, carente en absoluto de los valores subyacentes al cristianismo y a la catolicidad. Poner en conexión lineal al régimen que más personas ha asesinado en el siglo XX con la doctrina de la Iglesia referida al orden social y económico es un contradiós. Que lo haga un cristiano es incomprensible, pero que lo verbalice el máximo representante del Vaticano en el orden científico pone de relieve en manos de quién estamos los católicos desde hace un lustro.
Los conceptos de capitalismo, dinero y bien común son de enorme relevancia y actualidad. Merecen ser tratados como lo que son, no como estos preclaros representantes de un sesgo socializante de la Iglesia interpretan, deforman y ridiculizan.
No siempre ha sido así. San Juan Pablo II lo expresó con total claridad en la encíclica Centesimus Annus, 42.1- 42.2: "Si entendemos por capitalismo un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo del comercio, el mercado, la propiedad privada y la consiguiente responsabilidad sobre los medios de producción, así como una creatividad humana libre en el sector económico, la respuesta permanente sería afirmativa, aunque fuera quizá más acertado hablar de economía comercial, economía de mercado o, simplemente, economía libre". Eso sí, San Juan Pablo II, antes de escribir estas palabras trascendentes, se reunió con un numeroso grupo de economistas de toda condición, cuyo sólo enunciado (por orden alfabético, tal y como lo recoge mi maestro Juan Velarde en su obra) ilustra sobre el interés en encontrar la verdad que adornaba a aquel papa grandioso: Arrow, Atkinson, Parta Dasgupta, Drèze, Peter Hammon, Hoothaker, Robert Lucas, Malinvaud, Musu, Jeffrey Sachs, Amartya Sen, Horst Stebel, Tzzecikowsky, Hirofumi Uzasua y Zamagni.
Hay una clara derivada de la Ley de Murphy: "Cualquier situación es susceptible de empeorar". Esto se escribió en 1977. Premonitorio, sin duda.
© José Ramón Ferrandis - Centro Diego de Covarrubias