Qué es ser de derechas o de izquierdas
El centrismo es una falsa e inestable ideología que caracteriza a quienes acarrean alguna deficiencia para mostrarse de derechas o de izquierdas.
Una de las ideas mostrencas del franquismo, transformada ahora en creencia para muchas personas, es la de que "no hay derechas ni izquierdas". Claro es que tal distinción se acomoda a la realidad, y además en plural, pues suele haber varias derechas y varias izquierdas. Lo que no existe realmente es el centro, una línea convencional separadora entre dos amplios espacios. A los individuos que se consideran de centro les suele dar complejo de mostrar que son de derechas o de izquierdas. La confusión que existe al respecto es otra consecuencia de la herencia del franquismo, que tanto temía la pluralidad, la existencia de las izquierdas y las derechas.
La tesis franquista era que, frente a la inanidad de los partidos políticos, se levantaban tres unidades naturales de convivencia: la familia, el municipio y el sindicato. Permítaseme un recuerdo personal. Cuando tomé posesión de mi primera plaza de profesor numerario en la Complutense, acudí al oficial mayor de la universidad para exponerle un problema de conciencia. Le dije que yo no podía, en conciencia, jurar los Principios del Movimiento (exigencia legal para tomar posesión de la plaza). Aduje que no era posible enseñar el programa de la asignatura si aceptaba la letanía de "la familia, el municipio y el sindicato" en lugar de los partidos políticos y otras formas de asociación. El buen funcionario me respondió: "No hay ningún problema. Jure usted tranquilamente haciendo una restricción mental".
Sigo. Es claro que los partidos políticos son unidades de convivencia, tan naturales como otras muchas. Aun así, ardua se presenta la tarea de explicar por qué existen partidos de derechas y de izquierdas. Se trata, en principio, de dos mentalidades opuestas que ya no se determinan por la posición social, como en el pasado. Ahora se trata de dos formas antagónicas de ver el mundo que se eligen según criterios muy diversos y que incluso pueden alternarse a lo largo de una biografía. Sigue siendo cierto que el centrismo es una falsa e inestable ideología que caracteriza a las personas que acarrean alguna deficiencia para mostrarse de derechas o de izquierdas. Se trata de una secuela de la herencia franquista y de la manifiesta hegemonía cultural de la izquierda en nuestro mundo.
Aunque se trate de una realidad dicotómica, los criterios de distinción son bastante difusos según el tiempo, el espacio y otras circunstancias. En la presente situación española, el criterio fundamental de distinción es este: las derechas valoran, por encima de todo, la idea de libertad; las izquierdas aprecian la igualdad más que ningún otro valor. Lo que ocurre es que, así como las izquierdas son hegemónicas, las derechas se sienten bastante acomplejadas por el temor a ser identificadas como un resto franquista. De ahí que el PP, el partido más genuino de la derecha, se diga a veces de "centro" o en todo caso de "centro-derecha". Así lo hizo en su día la UCD, que por eso fue tan efímera. El PP, al declararse centrista, siembra la semilla de su propia destrucción. De tal forma que el testigo de las derechas lo recogen los otros dos partidos a estribor: los Ciudadanos y la Vox. Aunque pueda parecer extraño, la Vox es la fuerza política con menor lustre franquista, precisamente porque no tiene ningún empacho en declararse de derechas. Es así porque antepone el valor de la libertad y los otros conexos con ella: el orden, la seguridad, la nación, la familia, la historia, la propiedad, etc.
Digo que las izquierdas destacan la preeminencia del valor de la igualdad. Es tan necesario para el orden social como la libertad. El error de la izquierda consiste ahora en subrayar el aspecto de la igualdad en el que más se ha avanzado: la igualdad de derechos y de oportunidades entre varones y mujeres. La razón de tal sesgo es que, además de los partidos, operan en la política los grupos de presión. En nuestros días el más efectivo es el feminista.
Se olvida la izquierda de que la desigualdad más escandalosa hoy es la que se observa entre las competencias de los individuos y el enorme poder de las organizaciones todas, las públicas y las privadas. Pero esa es otra historia.
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