Se atribuye a José Calvo Sotelo, líder de la oposición en 1936, este lamento: "Prefiero una España rota a una España roja". Que era como decir que temía al socialismo revolucionario, pero aún más al separatismo. Lo malo fue que a Calvo Sotelo los socialistas le dieron el paseo, lo que supuso el estallido de la guerra civil. El triste suceso no debe ser recordado según los postulados de lo que llaman "memoria histórica".
La situación actual en la política española tiene más de farsa que de tragedia, pero aún puede plantearse la dicotomía que acabó con la vida de Calvo Sotelo. Solo que ahora el resultado de las últimas elecciones nos proporciona una imagen sintética de una España roja y rota a la vez. Tal posibilidad, teóricamente difícil, se ha hecho real porque domina un Partido Socialista que ya no es propiamente "Obrero Español", sino vagamente "Federalista Asimétrico". Un sintagma tan contradictorio se explica porque se superpone la fórmula del PSC (Partido de los Socialistas Catalanes; así, en plural), que entiende a España como "una nación de naciones". Se dice de ese modo para enaltecer la construcción de la nación catalana. Seguimos con la retórica vana. Todo para concluir, por lo bajinis, que Cataluña debe tener un Estado propio, producto del diálogo, la concordia, el pacto y demás manifestaciones del famoso seny (el arte de la ponderación, la sensatez y el sentido común de la burguesía catalana). Se podría aplicar, por ejemplo, a una posible sentencia absolutoria de los procesados por forzar la independencia de Cataluña. Esta es la tesis del presidente del Senado, representante del PSC. Conviene ir preparando a la opinión.
El Partido de los Socialistas Catalanes no es, como parece, la sucursal catalana del PSOE. Se formó en su día no por los revolucionarios de origen obrero, ni siquiera en el sentido lato del término, sino por auténticos señoritos del Ensanche de Barcelona con masía familiar en el Ampurdán. Forman la clase de la ceba (algo así como el "cogollo"). La ha descrito muy bien Juan Marsé. El origen ideológico de esa corriente se entronca con los movimientos católicos de los colegios de pago, mucho más que con el marxismo. Este último solo se introdujo para presumir con el paso por la Universidad de Barcelona, dominada por el nacionalismo catalán, en los alegres amenes del franquismo.
Pues bien, esta es la almendra del nuevo régimen que va a dominar en España durante la actual generación y quizá la siguiente. Se deriva del pacto sinalagmático entre los autodenominados "soberanistas" catalanes y el PSOE. La charnela de tal molusco bivalvo es el PSC. El símbolo inicial es el que personalizan los presidentes del Senado y del Congreso, dos egregios socialistas catalanes y, por tanto, condescendientes con el separatismo. Falta por saber el premio de consolación que va a llevar Miquel Iceta, aunque no pertenezca propiamente a la ceba y no haya pasado por la Universidad. Lo suyo es más bien un esforzado del aparato del PSC con aires de rumba catalana.
Lo ha señalado Luis del Pino en un magistral artículo con cadencia de anáfora. El régimen de la España roja y rota debe mucho a toda una generación de servidores del PP, que se han ido rindiendo ante los sucesivos avances de la izquierda y de los nacionalistas. Ese bloque constituye un régimen porque no domina solo el Gobierno, sino el proceloso mundo de la cultura y de los grandes medios dizque de comunicación. La única fuerza opositora que hoy se alza decidida frente al régimen socialista-nacionalista (o si se prefiere, nacional-socialista) es la de Vox, todavía una crisálida ninguneada por todo un enjambre de mariposas. Está por ver el papel definitivo de lo que queda del PP y de lo que vaya a ser Ciudadanos.