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Santiago Navajas

Los hombres que inventaron el feminismo: Platón

Hay una línea directa que conecta a Platón con Simone de Beauvoir, Andrea Dworkin y, en el terreno más pedestre de la política, Carmen Calvo.

Platón y Aristóteles en 'La escuela de Atenas' (1509), de Rafael. | Archivo

Lastenia de Mantinea y Axiotea de Fliunte asistieron a la Academia de Platón. ¿Qué hacían dos chicas como ellas en un sitio como ese? Dada la misoginia habitual en la sociedad ateniense, no esperaríamos que dos mujeres pudieran asistir a la escuela de filosofía más elitista de todos los tiempos. En aquella época, Diógenes el Cínico se reconfortaba viendo a unas mujeres ahorcadas y suspirando: "¡Ojalá todos los árboles dieran un fruto semejante!".

También tenemos indicios de que Lastenia y Axiotea debían vestir ropas de hombre. ¿No resulta contradictorio dejarlas que asistieran y, al mismo tiempo, obligarlas a vestir de manera masculina? ¿Hasta qué punto era realmente feminista Platón? No tuvo que ser fácil para él admitir que asistieran mujeres a su escuela. No todos sus alumnos compartieron su punto de vista favorable hacia el sexo femenino. Fijémonos en Aristóteles, cuya grandeza y profundidad intelectual se oscurecía en temas sociales: baste recordar su justificación de la esclavitud o su desprecio hacia las mujeres. En dicho contexto, el gesto liberador e igualador de Platón cobra un mayor relevancia.

Platón también creó uno de los personajes femeninos más inteligentes y sofisticados en su Banquete, donde la filósofa Diotima de Mantinea defiende el discurso más famoso sobre al amor. Pero fue en otros dos diálogos, República y Timeo, donde Platón inventó el feminismo. Es tan cierto que Platón no usó la palabra feminismo como que Aristóteles jamás mencionó el término metafísica. Pero eso no es óbice para que podamos considerar a ambos filósofos los autores originarios de, respectivamente, la doctrina de la igualdad esencial entre los sexos y del estudio del ser en cuanto ser.

Sin embargo, Platón suele arrostrar mala fama en los talleres de feminismo que se imparten como si fuesen catequesis laicas. La razón es que Simone de Beauvoir calumnió al filósofo ateniense en su famoso panfleto del feminismo radical El segundo sexo:

Entre los beneficios que Platón agradecía a los dioses, el primero era que le hubiesen creado libre y no esclavo, y el segundo, hombre y no mujer.

Sin embargo, Diógenes Laercio, la fuente que debió de usar sin citar la pensadora francesa, se refería a un rumor para atribuir esa machistada a Sócrates o a Tales, no a Platón. Pero desde el libro de la francesa la creencia de la supuesta misoginia del filósofo griego se ha mantenido entre los círculos de adoctrinamiento del feminismo androfóbico.

Simone de Beauvoir

Pero quizás no sea por un posible lapsus, o la androfobia de una torticera alusión, que las feministas de izquierda hayan pretendido ocultar a Platón. Puede ser que la razón sea otra más profunda: tratar de que no se vea la relación entre el feminismo totalitario del pensador griego y el de las propias feministas radicales. La pensadora italiana Adriana Cavarero reivindica: "A pesar de Platón, ¡somos muchas!", y la poeta española Chantal Maillard tiene un poemario titulado Matar a Platón. ¿Por qué tanta animadversión contra el pensador más ha hecho por el reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres?

En realidad –y a diferencia de Stuart Mill, que, como veremos en otro artículo, es el mejor representante del feminismo liberal–, Platón no solo comienza la tradición feminista, sino que lo hace desde la perspectiva autoritaria que caracteriza a las feministas radicales. Hay una línea directa que conecta a Platón con Simone de Beauvoir, Andrea Dworkin y, en el terreno más pedestre de la política con minúscula, Carmen Calvo: la sumisión de las mujeres (y del resto de la ciudadanía) al intervencionismo prohibicionista y coactivo del Estado, que elimina la igualdad formal entre individuos a favor de una igualdad entre géneros bajo la égida de una estatocracia dirigida por los supuestamente más brillantes.

En el Timeo, Platón estableció la primera declaración de la naturaleza idéntica de hombres y mujeres y, en consecuencia, de su derecho a participar por igual en todas las actividades privadas y públicas:

Respecto a las mujeres, declaramos que sería preciso poner sus naturalezas en armonía con la de los hombres, de la que no difieren, y dar a todas las mismas ocupaciones que a los hombres, inclusas las de la guerra, y en todas las circunstancias de la vida.

Más tarde, en el mencionado Libro V de La República, seguirá planteando su feminismo de raíz.

¿Creemos que las hembras de los perros guardianes deben vigilar igual que los machos y cazar junto con ellos y hacer todo lo demás en común o han de quedarse en casa, incapacitadas por los partos y las crianzas de los cachorros, mientras los otros trabajan y tienen todo el cuidado de los rebaño?

–Harán todo en común –dijo– (…)

–¿Y es posible –dije yo– emplear a un animal en las mismas tareas si no le das también la misma crianza y educación?

–No es posible.

–Por tanto, si empleamos a las mujeres en las mismas tareas que a los hombres, menester será darles las mismas enseñanzas.

La defensa de la igualdad esencial de hombres y mujeres, salvo por matices irrelevantes para la cuestión de lo que pueden realizar de facto, se desarrolla a través de este fundamental Libro V, que debería ser lectura obligatoria para cualquiera que pretenda defender la bandera del feminismo:

–Por consiguiente –dije–, del mismo modo, si los sexos de los hombres y de las mujeres se nos muestran sobresalientes en relación a su aptitud para algún arte u otra ocupación, reconoceremos que es necesario asignar a cada cual las suyas. Pero si aparece que solamente difieren en que las mujeres paren y los hombres engendran, en modo alguno admitiremos como cosa demostrada que la mujer difiera del hombre con relación a aquello de que hablábamos; antes bien, seguiremos pensando que es necesario que nuestros guardianes y sus mujeres se dediquen a las mismas ocupaciones (...) Por tanto, amigo, no existe en el regimiento de la ciudad ninguna ocupación que sea propia de la mujer ni del varón como tal varón, sino que las dotes naturales están diseminadas indistintamente en unos y en otros seres, de modo que la mujer tiene acceso por su naturaleza a todas las labores y el hombre también a todas; únicamente que la mujer es algo más débil que el hombre.

Las tesis platónica acerca de la igualdad de los géneros no solo cambia el punto de vista griego sobre las mujeres sino también sobre los hombres. Platón propone un nuevo tipo de masculinidad, según la metáfora del perro pastor. Frente a la intemperancia e inmoderación de Aquiles, Sócrates es un prodigio de control de sus pasiones. Es valiente pero no temerario, se enfrenta tanto a reyes como al pueblo siempre desde la serenidad y el vigor, jamás desde la falta de control ni la arrogancia. Y para ello es crucial destacar no en fuerza física, como hacía Aquiles, sino en capacidad argumentativa, de la que Sócrates es el ejemplo más acabado.

El problema, como indiqué, no es que no haya feminismo en Platón, sino que es de signo autoritario. Y es precisamente por ello que el feminismo de izquierdas ha intentado borrar su fuente originaria. Resuena el totalitarismo estatal de Platón en las propuestas liberticidas de las pensadores y las políticas de izquierdas, por ejemplo en Simone de Beauvoir, que escribió:

No se debería permitir a ninguna mujer que se quedara en casa para criar a sus hijos. La sociedad tendría que ser completamente distinta. Las mujeres no deberían tener esa opción, precisamente porque si existe tal opción, demasiadas mujeres la van a tomar.

Como hemos visto, el más grande filósofo de la historia fue un gran feminista. Otra cuestión –esta sí más problemática, a la luz de cómo determinado feminismo intervencionista y prohibicionista trata de monopolizar el discurso de la igualdad entre sexos, expidiendo carnets sobre quién es feminista y quién no– es que dicho feminismo platónico se reproduce, seguramente sin conocimiento explícito, dada la ignorancia con la que se expresan sus principales representantes, en el feminismo hegemónico denominado "de género".

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