La mujer más famosa de las obras de Cervantes es la sin par Dulcinea. Mucho menos se conoce a otras que tienen tanto o más protagonismo que la idealizada por don Quijote pero que representan como pocas el ideal feminista en la literatura. Como Dorotea y Marcela en el propio Don Quijote, Preciosa en La gitanilla, la Gran Sultana, la Galatea, así como diversos comentarios en entremeses al estilo de El juez de los divorcios y La cueva de Salamanca. A partir del retrato de estas mujeres con los pies en el suelo, sin embellecimientos gratuitos y con reivindicaciones liberales, trazaremos el perfil de un Cervantes feminista, rebelde de la condición sumisa de las mujeres en su época y con proyección hasta nuestros días.
El modelo de mujer del siglo XVII lo trazó fray Luis de León en La perfecta casada, donde, siguiendo a Pablo de Tarso –que, como vimos, fue el primero en minusvalorar la labor de las mujeres en la primera época del cristianismo, ocultando la labor fundamental de María Magdalena–, relega a las mujeres a las tareas del hogar y a un papel irrelevante en los asuntos público, con la excusa, que ya combatió Platón, sobre su presunta y esencial minusvalía física
Y pues no las dotó Dios ni del ingenio que piden los negocios mayores, ni de fuerzas las que son menester para la guerra y el campo, mídanse con lo que son -130- y conténtense con lo que es de su parte, y entiendan en su casa y anden en ella, pues las hizo Dios para ella sola.
Los chinos, en nasciendo, les tuercen a las niñas los pies, por que cuando sean mujeres no los tengan para salir fuera, y porque, para andar en su casa, aquellos torcidos les bastan. Como son los hombres para lo público, así las mujeres para el encerramiento; y como es de los hombres el hablar y el salir a luz, así dellas el encerrarse y encubrirse.
Sin embargo, Cervantes va a discutir semejante visión de la mujer de modo que una cervantina como María Zayas llegará a escribir en las postrimerías del siglo, en sus Novelas ejemplares y amorosas, que
porque las almas no son hombres ni mujeres. ¿Qué razón hay para que ellos sean sabios y nosotras no podamos serlo?
El paradigma en Cervantes de mujer liberada y con pleno dominio de sus facultades, así como consciente de su situación social y teniendo el suficiente coraje para desafiarlo, es Preciosa, la protagonista de La gitanilla, un relato breve que hoy resulta especialmente políticamente incorrecto, y candidato a ser expurgado de las bibliotecas escolares, por su visión desacomplejada del pueblo gitano al que reivindica pero sin educorarlo. Fíjense en su inicio que haría explotar a cualquier miembro habitual de la secta de los ofendidos a tiempo completo
Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como acidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.
En el resto de la obra, Cervantes no niega dicha visión sino que la justifica en aras de lo que denominaríamos defensa de la diversidad, no étnica sino moral. Del mismo modo, es problemática la situación de las mujeres dentro del pueblo gitano, donde del mismo modo que los celos no tienen cabida, dentro de una cultura de la libertad, ni la propiedad dentro de la pareja, dentro de la costumbre del nomadismo, tampoco lo tiene el adulterio, que es castigado con la muerte. En ese contexto, Preciosa, la protagonista, tan joven como decidida y lúcida, hace un alegato a favor de la autonomía moral de las mujeres que debería ser citado en cualquier curso de formación de género sobre ese término tan usado como mal asimilado: empoderamiento.
A lo cual respondió Preciosa: -Puesto que estos señores legisladores han hallado por sus leyes que soy tuya, y que por tuya te me han entregado, yo he hallado por la ley de mi voluntad, que es la más fuerte de todas, que no quiero serlo si no es con las condiciones que antes que aquí vinieses entre los dos concertamos.
Asimismo en el Quijote encontramos a dos mujeres que destacan por su inteligencia y bravura. A Dorotea, capítulos XXVIII, XX y XXVI, la consideraba Salvador de Madariaga "la persona más lista de todo el orbe quijotesco (...) por su facilidad de palabra, tan sugestiva por su rapidez, como por su propiedad, de una viveza excepcional de observación y comprensión, así como de una inteligencia muy hecha a manejar ideas (...) Si Dulcinea es la novia del Quijote, Dorotea sería la novia de Cervantes". En el capítulo XXIII, por otra parte, se ha considerado a la pastora Marcela "endiablada moza". Endiablada porque la pastora lanza un discurso de autonomía y de fiero individualismo que haría aplaudir a la mismísima Ayn Rand.
Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos.
Nadie en toda la obra de Cervantes razona con la lucidez, la sensatez y la lógica de Dorotea y Marcela.
Cervantes, por otra parte, estaría de acuerdo con Jesús en que las prostitutas y los recaudadores de impuestos deberían ser los primeros en entrar en el Reino de los Cielos (Mateo, 21:31). De hecho, las dos primeras mujeres con las que se encuentra son prostitutas (el propio Cervantes ejerció de recaudador y sus hermanas, las Cervantas, que sabían leer y escribir gracias al empeño de la madre en que no fuesen analfabetas como la mayoría de mujeres en su época, eran tratadas como de prostitutas). Sobre una de ellas escribe:
Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa... y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que, por su amor, le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don y se llamase 'doña Tolosa'...
También en sus obras menores, como la comedia La entretenida, Cervantes se muestra no solo como un adelantado a su época sino como un contemporáneo de la nuestra poniendo en valor la capacidad de la mujer para configurar un sujeto independiente e igual al hombre a la hora de conformar su proyecto de vida. Por todo ello, Cervantes no solo es el creador de la novela contemporánea sino también el precursor del feminismo liberal tal y como lo conocemos, y defendemos, hoy día.