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Amando de Miguel

Lo de Cataluña hiede

ombre de Generalidad. No se vio nunca una confluencia tal de particularidades, de agio institucionalizado, de despilfarro del dinero público co.

ombre de Generalidad. No se vio nunca una confluencia tal de particularidades, de agio institucionalizado, de despilfarro del dinero público co.
Europa Press

Hiede la sentina corrupta de latrocinios en que se ha convertido lo que tan dignamente recibe el nombre de Generalidad. No se vio nunca una confluencia tal de particularidades, de agio institucionalizado, de despilfarro del dinero público como en ese puerto de arrebatacapas. No representa un gran consuelo el hecho de que la corrupción sea un mal endémico en España. Pero es que Cataluña, una vez más, viene a ser una especie de España al cuadrado.

Apesta el racismo vergonzante de los indígenas encumbrados de Cataluña. Los herederos de las clases otrora burguesas se muestran resentidos respecto del resto de los españoles, especialmente los que han logrado medrar en Cataluña. Sé lo que me digo. He tratado a egregios catalanes autóctonos que no participaban de tales sentimientos; seguramente ahora se sienten avergonzados del racismo imperante en Cataluña. La guerra étnica que ha estallado en Cataluña llega al alma de los que nos sentimos españoles.

Repugna el desprecio hacia los símbolos nacionales en todas las manifestaciones de la vida pública catalana, y aun de la privada. En el fondo alienta un extraño odio hacia todo lo que pueda parecer español. Paradójicamente, los colores de la enseña catalana (rojo y amarillo) son los mismos que los de la española, y no por casualidad. Hablando de símbolos, tengo para mí que los prohombres de la Generalidad catalana se sienten abrumados al reunirse en un saloncillo dominado por el chafarrinón de Tàpies que emborrona la pared.

Repele el catetismo de la actual cultura catalana. Contrasta con la pujante creación cultural de Barcelona hace una o dos generaciones. No hay más que recordar que Barcelona fue un día la capital del modernismo y de otras vanguardias artísticas.

Estomaga el genocidio cultural que significa arrinconar el idioma español en la vida pública de Cataluña, específicamente en la enseñanza. No parece el mejor camino para dignificar la lengua catalana. Se esfumó la magnífica escuela de lingüistas de Barcelona, que tanto hicieron por el estudio del catalán y del castellano. Ya podrían aprender los catalanistas de Irlanda. Hace un siglo la verde Erín se independizó del Reino Unido, pero conservó y fomentó el uso del inglés en la enseñanza y las profesiones. El gaélico se reservó para la vida doméstica y ritual.

Irrita la decadencia económica de Cataluña, más que nada porque afecta a todos los españoles. Recordemos que, dentro de España, Barcelona fue en su día la sede del primer ferrocarril, los primeros teléfonos, la primera fábrica de coches, la primera autopista. Tales primicias son hoy pura nostalgia. Se deben al fracaso de la clase empresarial catalana, que no es ni sombra de lo que fue.

Asquea el insistente esfuerzo de las dos últimas generaciones para expulsar la inteligencia de Cataluña. Se nota de manera especial en los centros educativos y en los medios de comunicación. En ninguna otra parte como en Cataluña se perciben unos medios de comunicación tan obsecuentes y genuflexos con el poder.

Estomaga la pobreza intelectual de las proclamas independentistas en Cataluña. Falta grandeza en la pretendida construcción nacional de Cataluña. Se reduce a una búsqueda cominera del medro personal.

Atufa el apocamiento de los que se erigen en adelantados del nacionalismo catalán. Ni siquiera han sabido aprovechar con dignidad el colaboracionismo de esos cipayos que se dicen socialistas catalanes, campeones de la ambigüedad.

Hastía la poca cosa que significan las movilizaciones independentistas de Cataluña. Son solo mediocridades ruidosas sin imaginación.

En definitiva, lo de Cataluña apesta por los cuatro costados a los españoles, residan en Cataluña o en el resto de España o del mundo. Lo diré en inglés para que se me entienda: Catalonia stinks. O mejor, parafraseando al bardo inmortal: Something smells rotten in Catalonia. O en claro catalán: Catalunya fa pudor.

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