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Marcel Gascón Barberá

Un historiador contra la Securitate

Oprea ha escrito numerosos libros sobre las actividades de una institución que llegó a tener medio millón de informadores.

Oprea ha escrito numerosos libros sobre las actividades de una institución que llegó a tener medio millón de informadores.
El historiador Marius Oprea | Marcel Gascón

Pocos hombres saben tanto del sistema de control y terror implantado en Rumanía por la policía política más célebre de Europa como el historiador Marius Oprea (Targoviste, Rumanía, 1964). Conocido en su país como el Cazador de Securistas, Oprea ha escrito numerosos libros sobre las actividades de una institución que llegó a tener medio millón de informadores e hizo posible la supervivencia del régimen comunista rumano durante más de cuatro décadas.

Una tarde de septiembre Oprea recibió a Libertad Digital en la sede del organismo que fundó cuando trabajaba en la oficina del ministro y del que es ahora director: el Instituto para la Investigación de los Crímenes del Comunismo y de la Memoria del Exilio Rumano.

El IICCMER es una institución pública, pero tanto el tortuoso acrónimo como el propio Oprea transmiten el entusiasmo desinteresado que solo tienen los expertos aficionados. A esta sensación contribuye también el apartamento que alberga la sede. Está situado en un edificio histórico adyacente al emblemático bulevar Dacia del centro de Bucarest, y parece más el domicilio de un intelectual bohemio que las oficinas de una institución pública.

"Fundé el Instituto porque toda investigación sobre los crímenes de la Securitate y el comunismo se quedaban en algo teórico", dice Oprea, que recuerda que el IICCMER inició los procesos que llevaron a la condena de los dos únicos torturadores del régimen comunista condenados en Rumanía hasta la publicación de este artículo: el carcelero Alexandru Visinescu y el jefe de un campo de trabajos forzados, Ion Ficior.

"Yo fui investigado por la Securitate, y también retenido en el verano de 1988", explica Oprea sobre el origen de su obsesión por la policía política comunista. "Habría sido condenado si no hubiera venido la revolución, o al menos esto me decían los securistas", cuenta el historiador, cuyo delito fue distribuir manifiestos anticomunistas junto con otros diez amigos.

En medio de la investigación de la Securitate, el padre de Oprea murió de un infarto que él siempre ha atribuido al terror infundido por el órgano represivo del régimen. "Estudiar la historia de la Securitate se convirtió en una especie de obsesión. Documentar lo que hicieron era una forma de vengarme".

Antes de dedicarse en cuerpo y alma a los archivos de la Securitate, Oprea estudió Arqueología, se especializó en historia medieval e hizo de periodista. En 1991, dos años después de la caída del comunismo en Rumanía, Oprea empezó a trabajar con el diputado Ticu Dumitrescu, uno de los presos políticos de más solera en el país. Dumitrescu dedicó su labor política en democracia a abrir los archivos de la antigua Securitate, para lo que encontró en el impetuoso Oprea un aliado perfecto.

Juntos, Dumitrescu y Oprea desempeñaron un papel crucial para elaborar la ley por la que se estableció el Consejo Nacional para el Estudio de los Archivos de la Securitate, el CNSAS, que se hizo cargo desde principios de los 2000 de las toneladas de archivos de la policía política hasta entonces guardados por el Servicio de Información Rumano, SRI.

"Yo fui el primer civil que tuvo acceso a los archivos", dice Oprea sobre los tiempos en que tenía que ir a leerlos en calidad de doctorando a la sede del SRI.

Sentado detrás de un escritorio lleno de libros sobre el terror rojo, Oprea recuerda las muchas dificultades que tuvieron para poner en marcha el CNSAS. "Los debates del Parlamento me hizo pensar que la mayoría de diputados defendían a la antigua Securitate", afirma, y destaca que incluso los partidos históricos de derecha que habían sido prohibidos durante el comunismo ponían trabas a la conocida como Ley Dumitrescu.

Para mí, que conocía el problema, el motivo era evidente: la Securitate buscaba informadores en medios hostiles, no entre los hombres del régimen. Por tanto, el número más grande se encontraba entre los detenidos políticos y los descendientes de los exmilitantes de los partidos históricos.

Pese a todos los obstáculos que ha le han puesto, el CNSAS funciona hasta hoy. Además de custodiar los archivos, la institución investiga la existencia de expedientes en los que figuren, como informadores o como vigilados, personajes públicos cuyo pasado se considera de interés general. Una vez localizados, el CNSAS emite un dictamen que después presenta a los tribunales para que lo confirmen o desestimen.

Días antes de la entrevista con Oprea, un tribunal había confirmado la conclusión de la institución sobre el expresidente rumano y excapitán de la marina mercante Traian Basescu. Según el veredicto, que puede ser recurrido, las notas manuscritas encontradas en los archivos del CNSAS no dejan margen de duda: Basescu, que en las notas daba informaciones sobre los orígenes sociales y las ambiciones materiales de dos compañeros de la escuela naval, colaboró con la Securitate.

El veredicto sorprendió a pocos en Rumanía. Entre ellos no estaba Marius Oprea, que ya detalló los vínculos con la Securitate que el CNSAS solo ve ahora que no es presidente en la explosiva biografía del antiguo capitán de barco que escribió hace años.

Oprea fue uno de los pocos intelectuales rumanos que no se entusiasmó con la condena del comunismo que hizo Basescu ante el Parlamento, un acto simbólico muchos ven hoy como una maniobra oportunista de quien hizo de las acusaciones de complicidad con el comunismo contra sus rivales un argumento político.

Hacia el final de la entrevista, un señor mayor tocó a la puerta y Oprea le invitó a sentarse con nosotros en su despacho, donde exhibe en las paredes reconocimientos y recuerdos del exilio cubano en Miami. Uno de estos recuerdos es una foto de Oprea con Félix Rodríguez, el agente de la CIA que mató al Che.

El hombre que tocó a la puerta era Dumitru Prichici, un coronel de la Securitate que colabora con las investigaciones de Oprea. Prichici trabajaba en una empresa de electrónica a la que la Securitate había encargado equipos de vigilancia. A la Securitate le gustó el trabajo de Prichici, a quien le pidió que fuera a trabajar para la policía política. Prichici declinó, pero acabaron convenciéndole. "Me dijeron que si no aceptaba no encontraría un trabajo mejor que como portero de edificio en las afueras de Bucarest".

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Dumitru Prichici

Prichici acabó jubilándose como experto en tecnología de vigilancia de la Securitate. Hoy dice no juzgar a Basescu por haber colaborado: "Te hacían chantaje" y "era la única manera de hacer una carrera en aquella Rumanía".

La entrevista termina y camino hacia casa. Antes de llegar llama Oprea, que quiere decirme algo sobre el animoso Prichici. En los años 90, cuando el antiguo apparatchik comunista Ion Iliescu gobernaba Rumanía con autoridad y suficiencia, Prichici puso sus conocimientos al servicio del antiguo preso líder político y líder de la oposición democrática de derecha Corneliu Coposu. Prichici ofrecía a Coposu y a su Partido Nacional Campesino protección contra las escuchas del Servicio Rumano de Información controlado por Iliescu.

Marius Oprea vive volcado en sus investigaciones. "Siempre estoy en algún lugar excavando, buscando cadáveres de víctimas de la Securitate". Horas antes de terminar este artículo había escrito en la web rumana Mediafax sobre su última excavación, llevada a cabo en el oeste de Rumanía y durante la que ha encontrado restos humanos. Podrían ser de algunos de los centenares de campesinos asesinados por la Securitate cuando les interrogaba sobre el paradero de los partisanos que combatieron el totalitarismo rojo en los primeros años de comunismo en Rumanía.

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