El 10 de octubre de 1934 Josep Pla escribe un artículo en el que denuncia a los dos grupos que mediante la subversión y la violencia estaban traicionando a la II República, destrozando el Estatuto de Cataluña y llevando al caos a España: el PSOE y ERC.
Hemos vivido en estos últimos el movimiento subversivo más extenso y más profundo, quizá, de nuestra historia contemporánea (...) Se encontraban tantas armas y municiones (desembarcadas por socialistas como Indalecio Prieto) que se preveía que el movimiento estallaría en términos de un dramatismo feroz (...) Los socialistas y los políticos de izquierdas son los organizadores del plan general (...) Los hombres de Esquerra (...) han creído que tenían que ligar su suerte a la política de los hombres más destructivos, más impopulares y más odiados de la política general (...) han comprometido lo que tendría que haber sido sagrado para todos los catalanes de buena fe: el Estatuto de Cataluña.
Un poco, antes, en septiembre de ese mismo año, Pla describe cómo los socialistas usan la huelga general para derrocar al gobierno, trafican con armas y se alían con los nacionalistas para desestabilizar la República, ya que consideran que si el régimen republicano no era suyo no sería de nadie. Franco destruyó la II República, un sueño democrático que tuvieron los españoles que como Ortega y Unamuno querían un país avanzado y moderno. Pero, ¿qué legitimidad tienen los socialistas para agitar el pasado cuando sabotearon la República desde dentro? Ninguna. Los que somos herederos de la Tercera España -los que sufrieron a los autoritarios de la derecha franquista y la izquierda socialista, comunista y anarquista- miramos hacia delante sin ese odio interesado electoralmente que mueve a Sánchez, Torra y Otegi, el Trío del Resentimiento. Es increíble que en 2019 se haya vuelto a hablar de Franco en un debate electoral en España por la necesidad de Sánchez de tensión en las calles. Lo llaman memoria histórica pero es guerracivilismo. Con la amenaza, como en el 34, de que los nacionalistas hundan la democracia española, ponerse bajo la sombra de Franco para empujar a los demás a las llamaradas del sol de la crispación es un acto tan irresponsable como miserable.
Dijo Sánchez que perdona pero no olvida. Pero lo que tiene que hacer el secretario general del PSOE, en todo caso, es hacerse perdonar por Largo Caballero y Prieto, por todos aquellos que en su partido conspiraron contra la II República, la democracia liberal y la misma idea de España. Es fácil desenterrar a los enemigos muertos pero lo que requiere valor y dignidad es exhumar los errores y crímenes propios. El resto es cobardía moral cómplice con una pasado político infame.