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Iván Vélez

En la muerte de José Jiménez Lozano

En aquella casa aislada de Alcazarén se acumulaba toda una vida consagrada al cultivo de todos los géneros literarios.

Conocí en persona a José Jiménez Lozano el día 28 de febrero de 2015 gracias a Fernando López Laso. Antes de que se perdiera en la noche, que con tan bella expresión cerró en su día Gabriel Albiac, también frecuentador del escritor nacido en Langa, la necrológica del amigo Fernando, pudimos disfrutar de su hospitalidad en Alcazarén. En aquella casa aislada se acumulaba toda una vida consagrada al cultivo de todos los géneros literarios, que culminó, en lo que a reconocimiento oficial se refiere, con la concesión del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, en el aznariano año de 2002, circunstancia que no pocos plumíferos cainitas se encargaron de subrayar.

El premio venía a coronar una larga trayectoria periodística que se había iniciado en El Norte de Castilla, en cuyas páginas, y a la sombra de Miguel Delibes, comenzó a aparecer don José en 1956, circunstancia que no impidió que su nombre figurara con cierta frecuencia en el tardofranquista El País, pero también en ABC y La Razón. Nada de eso, tampoco sus colaboraciones en la revista Destino, me habían llevado a Valladolid. El propósito del viaje tenía que ver con la aparición de su nombre en los archivos de Pablo Martí Zaro, figura relevante dentro del comité español del Congreso por la Libertad de la Cultura. En efecto, dentro de la documentación depositada en la Fundación Pablo Iglesias figuraban una serie de apuntes referidos a quien en aquel entonces respondía al siguiente perfil:

Licenciado en Derecho. Estudios superiores de Filosofía, título de Periodista, colaborador en ‘El Norte de Castilla’, ‘La Gaceta del Norte’, revistas universitarias y de carácter nacional. Actividades de investigación en el Seminario de Historia de Simancas. Traductor de Editorial Fax.

En sus apuntes, Martí Zaro dedicó a Jiménez Lozano un par de páginas en las que detallaba el libro que aquella organización, financiada por la Fundación Ford, burladero tras el cual se apostaba la CIA, pretendía financiar dentro de su programa de bolsas de libros. El libro proyectado para ser publicado en 1963 y dotado con 4.000 francos franceses llevaba por título Panorama del anticlericalismo español, embrión de Meditación española sobre la libertad religiosa (Ed. Destino, Barcelona, 1966), obra en la cual Jiménez Lozano, corresponsal de su diario en el Concilio Vaticano II, abordó el cambiante panorama religioso que se instaló en el tiempo postconciliar.

Su preocupación por la cuestión religiosa le acompañó toda su vida, desde aquel Nosotros los judíos, que vio la luz en 1961 y de hecho fue la vía por medio de la cual, Julián Marías mediante, contactó con el comité aludido. Congregadas bajo el común denominador católico y anticomunista del momento, una serie de figuras, entre ellas la del hoy finado, convivieron durante un tiempo, antes de que las divergencias en materia política se hicieran patentes, como se puede advertir en este fragmento de nuestra conversación:

– IV: Y Pujol, ¿cómo era entonces?

– JJL: Hombre, Pujol nos parecía un tío inteligente. Hombre, yo no pensé que eso de Cataluña... tampoco me lo podía tomar en serio, porque los catalanes que yo conocía no eran... Eran normales. Luego ya más adelante, ya empezaron con las... Yo conocí a un catalán que se llamaba... El padre de Luis Carandell, y a este otro que se llamaba Serrahima, que llegó a ser conseller, me parece. Tuve mucha amistad con él. Me acuerdo que una de las veces, la primera vez que fui... Él vivía en Sarriá. Y entonces, pues yo, la primera vez que vas a Sarriá, vi un portal así más... me metí allí... y ya estaban con calzón corto: "¡Uy! Estos demócratas cristianos". Y me dijo: "Se ha equivocado usted, esos son los proletarios"... Estaban el señor Vargas Llosa y García Márquez, que estaban ahí bien pagados. No, estos por la CIA no, estaban pagados y tenían un portero con un coche.

– IV: ¿Y a Josep Benet lo conoció?

– JJL: No. Eso..., Trapiello me hubiera enemistado con él, porque siempre me oponía a Benet.

– IV: No, no, me refería a Josep Benet, el catalán.

– JJL: ¿A Josep? Sí, sí, a Josep Benet, sí. Hombre, era un tipo... No era separatista... Yo he pasado mucho miedo con estos separatistas, porque una de las reuniones que hubo... Yo no sé, esta no, una de las reuniones, esta era... que juré no volver a Montserrat en la vida. Esta fue en Montserrat. La primera bobada que me dijeron fue que si quería ocupar la habitación del presidente Azaña, y digo: "Pues no" (Risas). "¿Por qué?"; "Porque no, me da igual cualquiera". Bueno, yo veía a la policía dando vueltas... un miedo espantoso. Y yo le dije a un amigo: "Oye, ven a buscarme", y se reía, y me dijo: "Pero vamos a ver, ¿no te ha dicho Gironella que ahí no pueden entrar?" (Risas).

– IV: Pero Benet sí fue un separatista, luego, furibundo.

– JJL: No, mejor, porque luego... ¿era separatista a la hora de la verdad Pujol? Pues yo no lo sé. Yo no creo que la gente sea tan táctica sino que se monta al caballo cuando las cosas están hechas. Yo no creo que fueran en absoluto.

– IV: Porque Pujol...

– JJL: La prueba es que sus padres, sus abuelos pensaban lo mismo y no hicieron el... Pero claro, como decía don Juan Carandell: "Si viene Suárez, llama a vascos y catalanes y les deja sin respiración, porque les ofrece cien veces más de lo que piden, pues claro, a ver, tienen ahí un ancho para respirar, para ser separatistas ya…". Pero lo de la lucha contra Franco entre intelectuales era una cosa de risa completamente, de risa. Son unos desgraciados, porque luego a mucha gente la echaron por delante. Como ha pasado siempre, claro. ¿La revolución quién la hace? Pepito, el de abajo, claro. ¡A ver quién la va a hacer! Unos cobrando y otros sin cobrar, que es lo malo. Cobrando, todavía...

Sirvan estos datos para completar la biografía de quien este lunes exhaló su último aliento.

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