¡Bienvenido, Mr. Xi!
¿Venderemos nuestra alma liberal, individualista y humanista por un cheque regalo en AliExpress?
Pedro Sánchez anunciaba el gasto de 200.000 millones como si los fuese a poner de su propio bolsillo, como si fuese un triunfo de España, como si hubiera que apuntarlo con orgullo en el Libro Guinness de los Récords. Pero los pondremos nosotros con nuestros impuestos y los recortes en nuestros salarios, es un gran fracaso español porque supondrá que la deuda suba al 120% del PIB y, además, será uno más de los clavos que entre todos estamos poniendo al ataúd de la Unión Europea, cada vez más parecida al Titanic, con el BCE, la Comisión y el Parlamento tocando "La viuda alegre" al modo en que la orquesta del transatlántico interpretaba, según cuenta la leyenda, "Más cerca, oh Dios, de ti".
España –junto a Italia, Portugal y Grecia– se va a debilitar todavía más en el seno de una UE que, sin el Reino Unido, es cada vez más una Gran Alemania. Pero ni siquiera este IV Reich es capaz de mantener unida a una confederación de Estados que van a necesitar un nuevo Plan Marshall que solo China va a poder ser capaz de ofrecer. O al menos querer ofertar, ya que los Estados Unidos de Trump están más volcados sobre sí mismos. Cada vez más está fuera de debate que el Pacífico se va a convertir en el océano preponderante del planeta, en detrimento del Atlántico; que Malaca va a sustituir a Greenwich como eje simbólico del comercio y que la dictadura postcomunista china –o democracia confuciana, como nos sugerirán que la denominemos sus líderes, a los que obedeceremos sin duda y sin rubor– se va a convertir en el referente mundial ante unos EEUU y una Europa que pedirá la jubilación de su papel central en la Historia.
Tenemos el Leviatán soñado por Hobbes, dispuesto a vencernos no con armas nucleares sino comprando nuestras empresas, financiando nuestras compras y, claro, diciéndonos lo que debemos leer, decir y pensar.
El coronavirus, sin embargo, no es la causa del más que probable fin de la UE, sino solo el tiro de gracia. Ha sido el virus asiático la gota que ha colmado el vaso, pero podría haber sido cualquier otra causa exógena, o el enésimo intento de cualquier ciudad, provincia, región o país para instaurar el narcisismo egoísta, tipo Brexit o Freedom for Cartagena o Catalonia. En general, la falta de cultura para hacer Europa (Yugoslavia, Gran Bretaña, España…) juntos. Mientras Boris Johnson busca convertirse en un satélite privilegiado de EEUU, los demás países europeos van a competir para disputarse el favor de los dictadores, digo demócratas confucianos, chinos.
China figura en el Índice de Democracia en lo más bajo de la escala, y descendiendo de año en año, por debajo de Irán, Sudán y Cuba. Xi Jinping, secretario general del Partido Comunista Chino y presidente del país, hace desaparecer a los que le critican, por muy magnates y poderosos que sean. Volvemos a una situación de polarización entre un Occidente democrático y una potencia que es un Estado autoritario, como fue la URSS, con la diferencia de que China ha comprado parte del sistema capitalista sin tocar los mecanismos políticos dictatoriales. Tenemos el Leviatán soñado por Hobbes, dispuesto a vencernos no con armas nucleares sino comprando nuestras empresas, financiando nuestras compras y, claro, diciéndonos lo que debemos leer, decir y pensar. ¿Venderemos nuestra alma liberal, individualista y humanista por un cheque regalo en AliExpress?
Dentro de poco veremos las playas españolas llenas de chinos como hasta ahora han sido tomadas por jubilados alemanes e ingleses. Y cada vez habrá más interés en conocer la obra de filósofos chinos como Lao Tsé, y en lugar de admirar a John Fitzgerald Kennedy celebraremos a Deng Xiaoping. Recomendaba Confucio: "Saber gobernar es rectificar". Pero ni siquiera Confucio supo decirnos cuándo se hace tan tarde para rectificar como para que finalmente resulte imposible. ¿Cómo se dice en chino "Game over"?
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