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Santiago Navajas

¿Por qué teme Pablo Iglesias a Hayek?

No es de extrañar que un planificador con visos autoritarios como Iglesias tenga alergia al autor de 'Camino de servidumbre'.

Pablo Iglesias | EFE

En una reciente entrevista decía Pablo Iglesias: "Yo creo que en estas horas se está leyendo mucho a Piketty y nada a Hayek". Lo que no deja de ser un reconocimiento de su propio ignorancia. Hace unos años bromeaba en un tuit que al intentar descargarse Individualismo y orden económico se le había bloqueado el ordenador. El ordenador seguramente se le desbloqueó, pero a Hayek, al parecer, no llegó a leerlo. Lástima. En 2011 seleccionaron los veinte artículos más importantes del siglo aparecidos en American Economic Review, y uno de ellos fue "El uso del conocimiento en la sociedad", que aparece en el libro que Iglesias no pudo descargarse. Este artículo es especialmente relevante porque ha sido una inspiración para innovadores como Jimmy Wales a la hora de crear la enciclopedia Wikipedia, basada en recopilar información de una manera descentralizada, sin un planificador central, con confianza en la democracia del conocimiento y como un desafío a los que pretenden imponer a la sociedad un punto de vista controlando la información, censurando a los críticos y amenazando a los adversarios ideológicos. No es de extrañar que un planificador con visos autoritarios como Iglesias tenga alergia a Hayek.

Mientras que los comunistas son refractarios a leer nada que se salga de su tradición intelectual, de Rousseau a Lenin pasando por Marx, los liberales tenemos una mayor amplitud de miras y lecturas, no solo no nos da miedo confrontar nuestras ideas con las de los oponentes sino que consideramos que el principio dialéctico es fundamental para un talante orientado a la verdad. Sin duda, hay que leer a Piketty, uno más en la tradición de los enemigos de la libertad que Hayek criticó contra viento y marea totalitaria en los años de plomo de la izquierda que Iglesias trata de poner de nuevo en vigor.

¿Por qué Iglesias teme tanto a Hayek, al punto de tratar de hacer creer que hoy no es pertinente? Porque las advertencias del pensador austríaco son de plena vigencia ahora que el proyecto peronista de Iglesias avanza a buen ritmo desde la atalaya de la Vicepresidencia del Gobierno. Pero fijémonos en una autora que tampoco sería del gusto de Pablo Iglesias en el caso de que la leyera: Hannah Arendt. La filósofa alemana estaba en un paradigma distinto al del liberal Hayek pero sí tenía algo en común con él: la denuncia de cómo los intelectuales europeos habían ignorado la revolución americana mientras habían puesto en un pedestal a la francesa. Lo que significaba filosóficamente haber colocado la justicia social por encima de la libertad. La santificación de activistas y justicieros como Robespierre y Rousseau había conducido a la irresistible atracción por el totalitarismo, tanto por la derecha (Schmitt, Heidegger) como por la izquierda (Sartre, Althusser).

Tanto Hayek como Arendt –germanos orientados hacia el mundo anglosajón porque a la fuerza ahorcan (en sus casos podría ser literalmente)– defendían, desde perspectivas diferentes, un proyecto político en el que los derechos individuales, la separación de poderes y los mercados económicos –todo ello girando sobre el valor supremo de la libertad– se oponían al que buscando la voluntad general y la justicia social encerraba entonces a millones en las sociedades soviéticas y maoístas. Hoy, esa misma pesadilla de subordinación, a lo Rousseau y Robespierre, de la libertad es lo que anima los movimientos populistas en América Latina y a postmarxistas como Laclau y Piketty que, en nombre del igualitarismo, renuncian a la libertad, expropian la propiedad privada y promueven el peronismo, el chavismo y un socialismo no por postmoderno menos anclado en la vieja tradición de la izquierda de politizar el dolor y azotar a los adversarios hasta hacerlos sangrar.

En nombre del igualitarismo, renuncian a la libertad, expropian la propiedad privada y promueven el peronismo, el chavismo y un socialismo no por postmoderno menos anclado en la vieja tradición de la izquierda de politizar el dolor y azotar a los adversarios hasta hacerlos sangrar.

Piketty, el ídolo y asesor de Iglesia, plantea, como ejemplo paradigmático, que Bill Gates, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg se contentaran con solo 1.000 millones de dólares cada uno, en lugar de los 300.000 millones que poseen entre los tres. Una expropiación de 297.000 millones no está mal para alguien que como Piketty se ha hecho millonario vendiendo en el mercado libros contra el capitalismo. El capital del siglo XXI, la obra que lo lanzó a la fama mundial, cuesta 29 euros. ¿Por qué no venderlo a un par de euros o, todavía mejor, ponerlo gratis a disposición de los lectores para que se lo descarguen? O, para dar ejemplo de solidaridad, ¿por qué no vende Iglesias su mansión de un millón de euros y se vuelve a Vallecas, alquilando un apartamento típico de la clase trabajadora?

Leyendo a Piketty, también se entiende la habitual inquina de Iglesias contra los millones de euros donados por Amancio Ortega. Y es que la filantropía de Ortega y Bill Gates, que dona miles de millones de dólares en proyectos humanitarios, revienta la narrativa de Piketty según la cual multimillonario va irremediablemente unido a mezquino y desagradable, repitiendo así la demagogia de las novelas decimonónicas que tanto le gustan. Con donaciones como las de los empresarios de Inditex y Microsoft se rompe la imagen tipo Ebenezer Scrooge, el avaro protagonista de Un cuento de Navidad de Dickens, que Iglesias y Piketty necesitan vender para su proyecto de expropiación masiva. Para Piketty no hay diferencia entre los "malvados oligarcas rusos" y los "benefactores empresarios californianos", obviando la diferencia entre casta extractiva y élite productiva que está en el núcleo de Por qué fracasan los países, los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza. Pero para Iglesias tampoco habrá que leer a Acemoglu y Robinson.

El proyecto del peronista Iglesias y el robespierriano Piketty se resume en este párrafo de Capitalismo e ideología del economista francés (en la jerga marxista, "superación" es sinónimo de destrucción):

Un modelo basado en la participación igualitaria de los ciudadanos en la definición colectiva del bien público, similar al modelo igualitario de financiación de los partidos políticos ya mencionado, podría desempeñar un papel extremadamente útil y contribuir a la superación de la democracia parlamentaria. Junto con la igualdad educativa y la distribución de la propiedad, forma parte de los elementos del socialismo participativo.

Aquí tenemos la esencia de por qué Iglesias pretende que no se lea a Hayek: lo que pretende es una expropiación de la riqueza individual para ponerla al servicio de lo que decida un gestor estatal (es decir, lo que establezcan los propios Iglesias y Piketty), dejando de lado el sistema de controles de la democracia liberal y apoyándose en un sistema de adoctrinamiento estatal para poder lavar el cerebro a toda la sociedad sin ningún tipo de pluralidad.

Precisamente en estas horas en la que los políticos oportunistas se aprovechan del miedo y la incertidumbre para meter la mano en el bolsillo de todos, disparando la deuda como cigarras sin haber tenido la previsión de ahorrar como hormigas y sin un plan sobre cómo pagarla, es cuando más hay que leer a Hayek y su advertencia contra los que se desentienden como Keynes del futuro porque en el largo plazo todos estaremos muertos (no las generaciones futuras), o, como sostenía cínicamente Luis XIV, total, "Après nous, le déluge".

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