Cada vez que veo a Fernando Simón, y leo a sus corifeos en la prensa, me acuerdo de Heinrich Kramer y las turbas que disfrutaban viendo quemar a las brujas. El dominico alemán escribió a finales del siglo XV un tratado contra la brujería que tuvo mucho éxito e impacto. La estrategia retórica de Kramer consistió en emplear el lenguaje bélico (las metáforas de la guerra consiguen la unanimidad para luchar contra un enemigo común), presentar a los inquisidores como expertos infalibles y puros, conseguir que discutir el dictamen de un experto en brujas se considerase una mezcla de traición y reconocimiento de culpabilidad y hacer que cualquier conducta no rutinaria se considerase sospechosa y peligrosa.
Algo semejante ha sucedido con el entramado mediático-gubernamental que ha rodeado a Simón y su equipo de expertos ocultos (no para preservarlos de la presión mediática, sino para poder ejercer la presión más impunemente desde el poder). Pueden apostar a que Simón y su cohorte de inquisidores de virus y críticos tienen la conciencia tranquila, porque a la cadena de bulos en serie con la que han contaminado a la población las llaman ‘mentiras nobles’: la idea de que el público en general es idiota e irracional. Por lo que es mucho mejor, por su propio bien, engañarlo. Terminó Hobbes su Leviatán con: "La verdad, no oponiéndose a ningún beneficio ni placer humano, es bienvenida por todos los hombres". Pero la mentira es un trampolín hacia el poder y el prestigio, por lo que es fácil que prospere a cuenta de la verdad.
En la miniserie de la BBC sobre el doctor Zhivago tiene lugar un diálogo entre un comisario soviético en un hospital y el propio Zhivago, que le advierte de que una pandemia está azotando a los moscovitas, a lo que responde el delegado comunista:
¡No, no hay ninguna epidemia de tifus! Eso es propaganda irresponsable antigubernamental. Es esencial que el pueblo reciba la información correcta.
Simón habría sido un buen comisario soviético. Pero no todos aplican la máxima platónica de que al pueblo hay que engañarlo por su propio bien. El doctor coreano Kim Woo-joo, entrevistado a finales de marzo sobre su trayectoria profesional en las semanas previas, hablaba de "darle la información más exacta posible al público", donde posible no significa colar falsedades condescendientes sino usar palabras que todo el mundo pueda entender. Explica claramente (min. 12) por qué son tan peligrosas manifestaciones como las del 8-M, donde todo el mundo grita y se arremolina, con lo que el virus se puede propagar mucho más rápido y a más distancia. Del mismo modo, defiende que deben hacerse los test de manera masiva a todos aquellos que sean población de riesgo o presenten síntomas (min. 13:45). En Corea, además, el test te lo podías hacer por tu cuenta, y si dabas positivo el Gobierno te lo pagaba. Y sin pelos en la lengua pero con elegancia –es decir, como un científico– critica (min. 16:30) a los que como Fernando Simón y la OMS recomendaron no usar mascarillas (Simón ha reconocido hace poco que mentía sobre la recomendación de las mascarillas por imperativos políticos y conveniencia del Gobierno):
Los coreanos llevan mascarillas como los médicos. Durante los brotes de SARS y MERS se demostró que las mascarillas eran efectivas. Como todo el mundo en Corea lleva mascarillas, el contagio es menos severo. La OMS no lo recomienda pero en los países asiáticos sí que se recomienda.
Otro punto clave que comenta el doctor coreano en relación al trabajo que ha de hacer un experto tiene que ver con la educación de la población: fundamentalmente, lavarse las manos, portar mascarillas e ir siempre con gel hidroalcohólico en el bolsillo. Pero Simón es de los que cree que la educación no tiene sentido porque la gente es idiota, así que tomó el atajo del falseamiento bienintencionado de la realidad. Y es verdad que hay una parte considerable de la población que es idiota, basta con ver a los que tratan de justificar la inacción e incompetencia del Gobierno, pero, sin embargo, la gran mayoría tiene un juicio bastante sólido. Al menos ese es el presupuesto de la democracia.
Además de la prevención, la otra pata sanitaria para luchar contra el virus consiste en test masivos. En el min. 20 de la entrevista, el doctor Kim Woo-joo revela lo crucial de los test rápidos para realizar confinamientos selectivos, algo fundamental para el ejercicio de las libertades y la prosperidad económica del país: "Esta es la base de la prevención". Una prevención que ha sido no solo sistemáticamente ninguneada sino negada por activa y por pasiva por los medios de comunicación socialistas.
Pero nada revela más el abismo que se está abriendo entre Occidente y Oriente, y que ponía de manifiesto Mario Noya a propósito de Japón, que la comprensión que muestra el doctor Kim Woo-joo sobre cómo una sistema sanitario funciona mucho mejor cuando el capitalismo entra en juego (min. 20), haciendo que no solo el Estado sino las empresas farmacéuticas y de instrumental médico inviertan en I+D+i, porque esperan ganar mucho dinero. Por el contrario, la falta de material médico en España ha hecho que, en lugar de cargar contra un sistema competitivo nacional caduco y obsoleto por la hiperregulación, se levantaran vientos proteccionistas y nacionalistas.
Por otra parte, Corea del Sur también ha implantado un sistema de monitoreo de la población infectada para controlar sus movimientos. Dado que este tipo de rastreo es específico y motivado por una causa concreta es una medida mucho menos intrusiva que el confinamiento generalizado de todo un país. Por supuesto, habría que pedir un consentimiento de los afectados. No hay que confundir un Ministerio de Sanidad con el Comité de Salud Pública de Robespierre, la tentación autoritaria eterna de los políticos de izquierda
Se atribuye al cardenal renacentista Carlo Caraffa la cínica afirmación de: "Populus vult decipi, ergo decipiatur" (el pueblo quiere ser engañado, por tanto, que sea engañado). El Gobierno socialista de Pedro Sánchez y su experto Fernando Simón han hecho un gigantesco ejercicio para comprobar si es cierto. El sondeo del CIS de otro técnico a sueldo del poder, Tezanos, ha venido a dar la razón al eclesiástico renacentista. Veremos si las urnas, que deberían ponerse antes que después, confirman esta intuición. El caso Fernando Simón se estudiará como un ejemplo de utilitarismo maquiavélico, no de prudencia aristotélica. Ha fallado la ética de gran parte de la comunidad técnica y científica. Sin duda, una parte considerable de la población quiere ser engañada, pero otra no. El carácter y el destino de la democracia dependerán de qué grupo prevalezca.