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Marcel Gascón Barberá

La nueva Guerra Fría se calienta en el Mar Negro

Rumanía ha cobrado una enorme importancia en esta nueva Guerra Fría entre Occidente y Rusia.

El autócrata ruso Vladímir Putin | EFE

Treinta años después de que Occidente consumara su inapelable victoria sobre la URSS, el choque de las ambiciones imperiales de Putin con el avance hacia el Este del proyecto de democracia liberal euroatlántico ha provocado una nueva Guerra Fría. Esta nueva versión del conflicto que enfrentó a la Unión Soviética con Estados Unidos es de un alcance geográfico menor, sobre todo por la pérdida de poder de Rusia desde el colapso del imperio rojo a principios de los 90. Pero está tomando cada vez más intensidad en el este de Europa y particularmente en su punto más caliente: la región del Mar Negro.

El último síntoma de esta escalada constante de la tensión ha tenido como protagonista a Rumanía, que el mes pasado incluyó a Rusia entre las amenazas a la estabilidad regional citadas en su Estrategia de Defensa Nacional para 2020-2024, provocando el enfado de Moscú. En línea con la postura que ha venido manteniendo la diplomacia rumana, la nueva estrategia de defensa de Bucarest se refiere la invasión rusa de la península de Crimea en 2014 como el acontecimiento que hizo de Moscú un actor "agresivo" en la región.

Desde que Putin invadiera ese territorio ucraniano, la Marina rusa no ha dejado de incrementar su presencia y sus actividades en el Mar Negro, donde cuenta con radares capaces de escrutar toda la región, además de fragatas, submarinos, cerca de 30.000 soldados y sistemas de misiles capaces de alcanzar la base militar que Estados Unidos tiene cerca del Mar Negro, en territorio de su aliado (en la OTAN) rumano.

La tensión entre Rusia y los países de la región nítidamente alineados con Occidente, como Ucrania, Georgia o la propia Rumanía, puede desembocar en incidentes concretos de consecuencias potencialmente devastadoras.

Por si fuera poco, la flota rusa del Mar Negro torpedea el acceso de barcos comerciales a los puertos ucranianos y utiliza su base de Sebastopol como plataforma para, a través del Bósforo, llegar con sus barcos y submarinos al Mediterráneo y consolidar la influencia rusa en Oriente Medio, con el significado apoyo de Putin al dictador sirio Asad.

A través de su portavoz de Exteriores, María Zaharova, el Kremlin ha criticado la nueva estrategia de defensa rumana acusando a Bucarest de plegarse a agendas de terceros a costa de sus propios intereses, una clara referencia a Estados Unidos y a la fértil relación de Washington con Bucarest en materia de seguridad y cooperación militar.

Pese a ser un actor secundario en el tablero geopolítico global, Rumanía ha cobrado una enorme importancia en esta nueva Guerra Fría entre Occidente y Rusia debido, en primer lugar, a su posición geográfica. Situada en la orilla occidental del Mar Negro, Rumanía queda en primera línea de un expansionismo ruso que ya padeció varias veces a lo largo de la Historia, con pérdida de territorios. El último de estos encuentros con el gran imperio del Este tuvo lugar en la II Guerra Mundial y condenó a Rumanía a más de cuatro décadas de dictadura comunista, instaurada por los tanques de Stalin.

Aunque Rusia no tiene en este momento aspiraciones sobre ningún territorio rumano, Bucarest tiene motivos para temer la creciente influencia rusa en el Mar Negro. Como miembro de la OTAN y aliado privilegiado de EEUU en la región, Rumanía está en el punto de mira de Rusia, cuyos misiles en el Mar Negro están a solo 400 kilómetros de la base aérea rumana de Mihail Kogalniceanu, una de las más importantes con las que cuenta Washington en la zona.

Aunque una invasión de Rumanía o un ataque directo contra objetivos rumanos son difíciles de imaginar en estos momentos, la tensión entre Rusia y los países de la región nítidamente alineados con Occidente, como Ucrania, Georgia o la propia Rumanía, puede desembocar en incidentes concretos de consecuencias potencialmente devastadoras para ellos.

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