Una inspiración sudafricana para Vox
He aquí una tercera vía a los colectivos e individuos damnificados por la izquierdización acelerada de las democracias.
Hace unas semanas Vox creó su propio sindicato. Se llama Solidaridad, como el sindicato polaco que organizó la resistencia de los trabajadores contra el régimen comunista impuesto por la URSS en Varsovia. El sindicato de Vox se llama Solidaridad por el Solidarnosc polaco, pero también comparte nombre con el sindicato sudafricano Solidariteit.
Solidariteit existe desde 1902, cuando fue fundado en la vieja Colonia del Transvaal con el nombre de Sindicato de Trabajadores Mineros, UMW en sus siglas en inglés. En 2002, probablemente inspirado también por el sindicato de Walesa, tomó su nombre actual.
Su existencia ha cobrado especial relevancia desde entonces debido avance de la discriminación positiva hacia los negros (y negativa hacia los blancos) del Gobierno del Congreso Nacional Africano.
Solidariteit tiene hoy 140.000 afiliados que son, en su mayoría, aunque no exclusivamente, blancos afrikáners. Su ideario se basa en los valores cristianos y se declara partidario de la economía de libre mercado. Sus victorias más habituales suelen darse en los tribunales, donde le ha ganado numerosos pulsos al Gobierno por sus prácticas abusivas contra los trabajadores blancos.
Una de las batallas legales en la que está inmerso el sindicato es contra la empresa de logística industrial sudafricana Barloworld, a la que ha demandado por haber aplicado la discriminación positiva a la hora de elegir a quién despide. Es decir, por despedir solo a trabajadores blancos con el argumento de compensar las injusticias sufridas en el pasado por los negros.
Solidariteit forma parte, junto a la organización de lobby y derechos civiles Afriforum y la organización caritativa Helpende Hand, de una red de activismo más amplia: el Movimiento Solidaridad. Una misión capital de este movimiento es proteger a la comunidad blanca, y especialmente a los afrikáners, de las agresiones que sufre por parte del Gobierno y un establishment sudafricano generalmente hostil hacia una minoría a la que considera culpable.
Si Solidariteit actúa en el campo laboral, Afriforum defiende los intereses de sus 260.000 afiliados en el campo político y del debate público, así como en los tribunales a través de un brazo judicial que lleva la iniciativa fiscal en los tribunales en aquellos casos que la fiscalía ignora por negligencia o motivación política.
El Movimiento Solidaridad también ha puesto en marcha una red de médicos y atención primaria para atender a aquellos afiliados que no pueden pagarse medicina privada, como hace todo el que se lo permite en Sudáfrica ante las graves deficiencias del sistema público. Otro de sus proyectos son las patrullas ciudadanas que actúan en cooperación con la policía en zonas urbanas y rurales, particularmente alrededor de granjas y explotaciones agrícolas, para reducir los elevados niveles de crimen que sufre Sudáfrica.
Ante la ofensiva del Gobierno para desterrar el afrikaans de las universidades públicas, el Movimiento Solidaridad ha creado además una universidad propia, así como una escuela profesional donde quien lo desee puede aprender oficios despreciados por los planes educativos en vigor.
Afriforum y sus socios también han puesto en marcha un medio de comunicación propio, Maroela Media, que se informa en lengua afrikaans sin pagar a la izquierda el peaje ideológico que sí han aceptado la mayoría de medios privados en esa lengua.
Este movimiento tiene en común con la constelación de iniciativas y organizaciones que está poniendo en órbita Vox –Disenso, Solidaridad, La Gaceta de la Iberosfera y también su presencia como acusación particular en el juicio al procés– mucho más que el nombre de sus sindicatos.
Ambos fenómenos son una respuesta a una situación de marginación, estigmatización y silenciamiento de una parte de la población por parte de un establishment que la condena y la desprecia. Ambos fenómenos son también una rebelión contra la resignación o la queja desde la apatía.
Ante la exclusión del sistema democrático que sufren ciertos grupos sociales en Sudáfrica, España y buena parte de los países del mundo existían hasta hace poco dos opciones concebibles: adaptarse a las exigencias ideológicas y estéticas para ser aceptado o quedarse en el margen denunciando amargamente la injusticia.
¿Qué trabajador y qué familia, por prejuicios contra la extrema derecha que traiga de casa, no apreciaría que un grupo de gente de buena fe, y con los conocimientos y los medios para hacerlo, defendiera sus intereses en una situación difícil, mientras las élites se echan flores en la gala de Pedro J.?
Iniciativas como las del Movimiento Solidaridad y Vox parecen estar inspiradas en una forma muy estadounidense de ver la política y la vida y ofrecen una tercera vía a los colectivos e individuos damnificados por la izquierdización acelerada de las democracias.
Este tipo de proyectos son recibidos por quienes mandan en las instituciones públicas y los factores de poder más influyentes del sector privado con la natural hostilidad de quien ve que se le resquebraja un monopolio. Una de los argumentos contra quienes abren nuevas vías de expresión y participación ciudadana es que polarizan y atomizan a la sociedad con el objetivo supuestamente espurio de hacer avanzar intereses y aspiraciones políticas de una minoría.
Afriforum y sus socios han sido particularmente eficaces a la hora de combatir la falacia de que el crecimiento de un grupo formado por gente que se asocia voluntariamente en torno a intereses y objetivos compartido y no aspira a excluir a nadie ni a financiarse con dinero público va en detrimento del resto de la sociedad.
Pese a que sus detractores tratan de enfrentar a Afriforum con la población negra acusando gratuitamente a la organización de racismo, es cada vez más habitual ver a negros sudafricanos trabajando con este grupo para resolver problemas que afectan a la sociedad en general o exigir responsabilidades al Gobierno cuando abusa de sus poderes o no cumple con sus obligaciones.
En un buen ejemplo de los muchos casos en que el trabajo de Afriforum beneficia a la comunidad en general y a personas de raza negra que no son sus afiliados en particular, la labor del equipo jurídico de la organización permitió esta semana a la policía detener a los supuestos asesinos del portero del Orlando Pirates Senzo Meyiwa.
Meyiwa era de raza negra y no tenía ninguna relación con la organización. Esto no fue ningún obstáculo para que Afriforum empezara a trabajar con la policía en la investigación del caso en representación de la familia del futbolista, que aceptó el ofrecimiento de los abogados del grupo desesperada ante la falta de perspectivas de encontrar a los culpables.
Un vídeo publicado el martes en Twitter por el dirigente de Afriforum Kallie Kriel muestra a un grupo de simpatizantes de Meyiwa mayoritariamente negros jaleando a las puertas del tribunal a Afriforum y al jefe de su equipo jurídico, el antiguo fiscal Gerrie Nel. Las imágenes son una muestra de cómo Afriforum ha logrado el reconocimiento de buena parte de la población negra pese a la propaganda oficial y del establishment que trata de presentar al grupo como un enemigo peligroso para los negros.
Lo que en este terreno está consiguiendo Afriforum puede ser una valiosa inspiración para que Vox y sus organizaciones satélite rompan el muro que sus estigmatizadores políticos y periodísticos tratan de construir entre la mayoría de la población y el único partido que defiende lo correcto en los temas fundamentales del momento para España.
Puede que la prioridad del sindicato Solidaridad que Vox acaba de fundar haya de ser representar a sus afiliados. Pero, si también se ofrece a hacer suyas las causas de colectivos e individuos no necesariamente afiliados que hayan sido agraviados por el Gobierno u otros actores poderosos en cualquier ámbito, el sindicato Solidaridad puede ser además un instrumento ideal para derribar ese muro y romper el techo ideológico que la retórica oficialista trata de imponerle al crecimiento de Vox. Especialmente en las dramáticas circunstancias de emergencia social que atraviesa España.
Porque ¿qué trabajador y qué familia, por prejuicios contra la extrema derecha que traiga de casa, no apreciaría que un grupo de gente de buena fe, y con los conocimientos y los medios para hacerlo, defendiera sus intereses en una situación difícil, mientras las élites se echan flores en la gala de Pedro J.?
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