La izquierda tiene una ventaja sobre la derecha: un plan para cambiar de raíz la sociedad. La derecha cree que la sociedad se desarrolla más bien por sí sola, según sean los deseos y creencias de los individuos que la componen y que tienen derecho a que se respeten sus decisiones. Por ello sus planes políticos son limitados, específicos y consisten en resolver problemas como el paro, que se aprenda a leer y escribir o la creación de empresas. Para la izquierda, sin embargo, la gente está básicamente alienada por lo que hay que reestructurar sus mentes para que, aun en contra de su voluntad, hagan lo que deben hacer (según ha dictaminado un comité de sabios).
El plan para cambiar la sociedad se basa, en el corto plazo, en el control de los medios de comunicación: la televisión (por ello es imperativo mantener los agujeros negros financieros y pozos ciegos ideológicos que son las televisiones estatales), y las redes sociales (por ello han tenido que amenazar a Twitter y Facebook para que censuren los contenidos incómodos). Para cambiar la sociedad en el largo plazo se trata de meter mano en las programaciones, métodos y profesionales de los colegios, institutos y universidades, para lavar el cerebro de los alumnos de cualquier influencia “subversiva”, como la de sus familias, convirtiendo a los estudiantes en zombis sin una sola idea original pero sabiendo dominar la jerga de lucha de género, raza y clase social. Para cambiar la mente lo primero es cambiar el lenguaje.
La ley educativa socialista (Lomloe) es un monumento a esta manipulación ideológica de la sociedad. No es casualidad que no haya un pacto por la educación. Los valores pedagógicos son contradictorios entre socialistas, conservadores y liberales. Los socialistas consideran que la educación es una forma de ideología en lugar de instrucción. No quieren profesores sino "educadores". Los socialistas tienen una visión condescendiente hacia los menos favorecidos. En lugar de plantear medidas que exijan esfuerzo por parte de los alumnos, además de suficiente financiación pública y competencia para estimular el trabajo duro que implica estudiar, rebajan el nivel académico enviando el triste y vitriólico mensaje de que sólo importa el título.
En Andalucía existe un Programa de Refuerzo consistente en abrir los centros por la tarde para que los alumnos puedan tener un lugar en el que estudiar con otros compañeros bajo la supervisión de profesores. Esta medida iguala por arriba, con esfuerzo y mérito. La falacia de la ley socialista consiste en considerar que los exámenes son una forma de "sancionar" y un "obstáculo" a los alumnos desfavorecidos. Así que elimina los exámenes. Cuando lo que se debe hacer es eliminar las dificultades para estudiar facilitando espacios, fomentando actitudes, procurando libros. El Plan de Refuerzo en Andalucía tiene una característica esencial: es voluntario. Si quieres estudiar, tienes que comprometerte. Si no, fuera. Tiene una falla: no hay dinero para todos los alumnos que lo quisieran. Son los alumnos que quieren pero no pueden los gran damnificados. La LOMLOE es un ataque a los alumnos desfavorecidos que no necesitan condescendencia y adoctrinamiento sino medios y estímulos. No necesitan perspectiva de género sino enfoque universal. No necesitan que les inciten a ofenderse sino que les provoque a pensar con rigor y fundamento. No necesitan un título regalado sino recursos materiales y espirituales para aprobar exigentes exámenes. La guinda: la amenaza de desaparición o reducción de los centros de educación especial. Porque la LOMLOE prioriza la "inclusión" y los centros ordinarios sobre los especiales. En el fondo de todo este desaguisado hay una ideología pedagógica que busca la uniformización en todos los ámbitos.
Los socialistas se suponen que defienden la educación pública. Sin embargo, esta nueva ley es el mayor ataque hacia los centros de titularidad estatal cada vez más condenados a ser entidades con ánimo adoctrinador. También se presupone que los socialistas buscan compensar las desigualdades económico-sociales que lastran la igualdad de oportunidades. Pero esta ley lo que busca es la igualdad en los resultados haciendo que los títulos no valgan nada, incentivando el desprecio por el estudio y disolviendo con el ácido del igualitarismo dos pilares fundamentales en una educación que quisiese ser de calidad y competitiva: el mérito y el esfuerzo. Los que, sin duda, son el fundamento del Colegio Bienaventurada Virgen María-Irlandesas, el elitista, religioso, segregado y concertado instituto donde la ministra Celaá llevaba a sus hijas. Imite a los socialistas en lo que hacen no en lo que dicen.
La función tutorial es fundamental en los centros educativos como orientación. Pero cada vez más se ha llenado dicha orientación de una misión adoctrinadora. La última moda ha sido cargar contra el "amor romántico" y pontificar sobre la "sexualempatía". El amor al conocimiento y el esfuerzo intelectual no solo no se tratan sino que se demonizan. Para la ideología pedagógica socialista, los programas de refuerzo escolar son poco menos que fascismo escolar, uno de los infinitos modos con los que el heteropatriarcado capitalista trata de formar trabajadores eficientes. Y es que la izquierda los prefiere analfabetos funcionales antes que competentes profesionales. Para la izquierda pedagógica el mérito escolar es otra fantasía de la “educación neoliberal burocratizada global”. Hace mucho que la izquierda sustituyó las ideas por meras ocurrencias y en su odio a la civilización liberal es capaz de sacrificar a los más jóvenes en el altar de la secta del igualitarismo y la mediocridad.