Ahorremos explicaciones y vayamos directos a los ejemplos. Para ello casi nos bastarían los aparecidos en los últimos años en un solo periódico, el más vendido, el más leído, el más influyente de España: El País.
– “Las mujeres solteras y sin hijos son el grupo social más sano y feliz del planeta”.
– “¿Queremos a nuestros hijos por encima de todo? Numerosos estudios concluyen que la denominada llamada de la maternidad es tan solo un mito”.
– “Hijo único, una figura al alza”.
– “Tener un segundo hijo deteriora la salud mental de los padres”.
– “Hazte vegetariano, deja el coche y ten menos hijos si quieres luchar contra el cambio climático”.
Pero el buque insignia del progresismo español no está solo en esta cruzada. A continuación cuatro ejemplos más: dos periódicos igualmente prestigiosos, uno español y otro estadounidense; y dos influyentes instituciones de las mismas nacionalidades:
–La Vanguardia: “¿Tiene sentido tener hijos en un planeta en declive? Un movimiento formado por padres y madres en duelo ante la crisis climática busca concienciar sobre la necesidad de combatir el calentamiento global. Con su decisión evitan las emisiones de gases de efecto invernadero que se derivan de cada nueva vida que llega al planeta”.
–New York Times: “El embarazo mata. El aborto salva vidas. Cada embarazo pone en serio peligro la vida de la madre”.
–Instituto de la Mujer: “La maternidad te va a penalizar en tu carrera profesional. Eso es lo que parece que no estamos atendiendo desde el feminismo, que la maternidad está empobreciendo a las mujeres estructural y sistemáticamente”.
–OnePlanetOneChild.org: “El mayor regalo de amor que puedes dar a tu primer hijo es no tener ninguno más”.
Así pues, tener hijos es malo. Los españoles han tomado buena nota de ello: desde que se despenalizó el aborto en 1985, en España han muerto dos millones y medio de bebés sólo por aborto quirúrgico. La mayoría de los abortos químicos no se registran, pero se calculan en torno al 20% de los quirúrgicos. A ello hay que añadir las 700.000 unidades anuales de la píldora del día después. Y, por supuesto, la tasa de natalidad: 7,6 nacimientos por mil habitantes, la novena más baja del mundo y la segunda más baja de Europa detrás de Italia. Y la tasa de fecundidad, 1,23 hijos por mujer. ¿Consecuencia de todo esto?: el vaciamiento de España, igual que en toda la muy envejecida Europa. Y como se considera que ese vaciamiento es positivo, estos medios de comunicación ridiculizan las propuestas para fomentar la natalidad provenientes de eso que se suele llamar extrema derecha. De nuevo un par de titulares de El País y La Vanguardia:
– “La mayoría de demógrafos rechaza la visión apocalíptica del partido de Abascal, que propone una paga universal de 100 euros por mujer para fomentar la natalidad”.
– “Vox copia a los ultras polacos con una paga de 100 euros por hijo”.
–“ La Junta de Andalucía recuerda a Francisco Franco y reconocerá a las familias que tengan más hijos. Vuelve el premio de natalidad, creado por el régimen franquista en 1941”.
Hasta aquí, todo coherente. Pero ahora llega la contradicción en esos mismos medios y en un país, no lo olvidemos, con cuatro millones de parados:
– “Inmigrantes para salvar la España que se muere”.
– “Más perros que menores de quince años”.
– “La UE financiará a los gobiernos regionales para su política europea de inclusión de inmigrantes”.
– “El Gobierno reivindica la inmigración porque España necesita 250.000 puestos de trabajo y no nacen tantos españoles”.
– “PSOE: España necesita 250.000 inmigrantes más al año para sostener las pensiones”.
– José Luis Escrivá, ministro de Inclusión y Migraciones: “Para conservar el bienestar del país habrá que atraer a millones y millones de inmigrantes en los próximos años”.
El plan perfecto: los ingenieros sociales progresistas diseñan una campaña de largo alcance para vaciar España de españoles y acto seguido justifican con ese vacío la llegada de foráneos. La Junta de Castilla y León se ha apresurado a ofrecerse para acoger en sus vacíos pueblos los miles de ilegales que están llegando estos días a Canarias. ¡Como si se muriesen de ganas de trabajar y fuesen a establecerse en el campo para ganarse la vida cultivando la tierra en vez de en las urbes al calor de las subvenciones! Además, eso de la España vacía es todo menos una novedad. ¿Recuerdan la caravana de mujeres que se les ocurrió a los mozos de Plan en 1985? La diferencia es que en la España de entonces se contó con mujeres españolas, mientras que ahora se prefiere traer a extranjeros, y cuanto más lejanos lingüística, étnica, religiosa y culturalmente, parece que mejor. Tanta machaconería con la “España vacía” no es casual, sino que responde a la necesidad de ir preparando el terreno para la colonización rural con extranjeros. El objetivo es evidente: aligerar su concentración en las ciudades, donde están empezando a causar rechazo, y dispersarlos por lugares donde pasan más desapercibidos.
Aunque tampoco es novedad, pues se trata de lo mismo que han promovido todos los Gobiernos desde que José María Aznar abrió la espita de la inmigración descontrolada. España lleva ya veinte años de vulneración de la ley por quienes asaltan las fronteras y por los gobernantes que lo permiten; veinte años de admisión de millones de personas que han entrado en España ilegal y a menudo violentamente y que, en vez de ser expulsadas, son premiadas por haber completado su particular gincana. Y no sólo con el acogimiento, sino con una catarata de privilegios y subvenciones de los que carecen los españoles que llevan toda su vida obedeciendo la ley y pagando impuestos.
España y Europa en su conjunto están a las puertas de un cataclismo social cuyos únicos precedentes fueron los hechos del año 476 en Europa occidental, de 1453 en la oriental y de 711 en España. La llegada de millones de inmigrantes afroasiáticos, con toda su cultura, su religión y sus costumbres a cuestas, sólo puede tener dos resultados: o ellos acaban europeizados o Europa acaba afroasiatizada. Se admiten apuestas.
Concluyamos con una anécdota. Habla el párroco de una vetusta iglesia románica de una pequeña aldea de un ubérrimo y despoblado valle de la Cordillera Cantábrica:
–¡Qué pena que en este lugar maravilloso ya sólo queden viejos! ¡Y qué pena que este valle, de tanta importancia en los primeros tiempos de la Reconquista, vaya a ser heredado por los africanos, que son los únicos que tienen hijos! Pero quizá Dios me ahorre el dolor de verlo, pues seré el primero al que crucificarán en la puerta de la iglesia.
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