Nuevo año, nuevos retos
Europa y EEUU se necesitan, tanto o más que se necesitaron durante la I Guerra Mundial, durante la II Guerra Mundial o durante la Guerra Fría.
El 2020 es historia ¡por fin! y el 2021 llega con vacunas bajo el brazo y, sobre todo, con una nueva agenda internacional. La covid-19 seguirá con nosotros durante algún tiempo, pero vislumbramos la salida de esta horrible experiencia. Estamos entrando en un tiempo nuevo, con sus respectivas cuotas de esperanza e incertidumbre. Me gustaría detenerme en algunos aspectos críticos de esa agenda que, sin duda alguna, tendrán efectos en el largo plazo, en uno u otro sentido.
Trump quedó atrás, pero no la reforma del Partido Republicano que su llegada trajo consigo. Trump perdió las elecciones, pero los republicanos ganaron posiciones en la Cámara de Representantes. Estados Unidos necesita, como ocurrió tras la II Guerra Mundial, una estrategia nacional pensada para un tiempo prolongado y sustentada en un sólido acuerdo parlamentario. Puesto que las diferencias son más tácticas que estratégicas, podemos estar ante la definición de la acción exterior estadounidense para afrontar los retos de la IV Revolución Industrial. De no ser así, Estados Unidos seguirá dando tumbos, jugando en el corto plazo y consolidando la imagen de aliado imprevisible.
La Unión Europea ha cerrado la salida del Reino Unido con un acuerdo suficiente. Todos hemos perdido con esta crisis, sólo nos queda saber quién cargará con un mayor coste. Pensando en el futuro, lo importante es que la Unión Europea se liberará de una de las losas que la mantenía en un estado de estéril ensimismamiento. Desde el Tratado de Maastricht, el proceso de integración europea ha tenido que dedicar demasiado tiempo y energía a resolver problemas internos, desatendiendo los grandes retos de nuestro tiempo: la ampliación hacia el este, la unión económica y monetaria, la gran recesión, la pandemia… Con el 2021 comienza la aplicación de un nuevo marco presupuestario, por fin claramente orientado hacia el futuro, con la energía y la digitalización como ejes. Lo estamos pasando tan mal, son tan serios los problemas a los que tenemos que enfrentarnos, que la Unión, a pesar de todas las dificultades, parece más cohesionada que nunca para poder adaptarse a un entorno distinto.
¿Puede Estados Unidos ejercer liderazgo, defender sus propios intereses, sin contar con la colaboración de la Unión Europea?
¿Puede Estados Unidos ejercer liderazgo, defender sus propios intereses, sin contar con la colaboración de la Unión Europea? ¿Puede la Unión Europea ser un actor relevante en este nuevo período histórico sin un sólido entendimiento con Estados Unidos? La respuesta para ambas preguntas es un sencillo "no". Europa y Estados Unidos se necesitan, tanto o más que se necesitaron durante la I Guerra Mundial, durante la II Guerra Mundial o durante la Guerra Fría. Compartimos historia, valores, cultura e intereses. Sólo nos falta inteligencia para renovar el vínculo.
¿Es suficiente revitalizar el viejo vínculo trasatlántico para hacer frente a lo que se nos viene encima? No, no es suficiente. Se está escribiendo mucho sobre la crisis del orden liberal, del marco ideológico, jurídico y diplomático con el que se trató de organizar la sociedad internacional tras el final de la II Guerra Mundial. Es verdad. Ese orden es historia, aunque se mantengan en pie elementos de su arquitectura institucional como la ONU, la OTAN… organizaciones creadas en un entorno ya superado. En aquellos días, los diplomáticos utilizaban la expresión “Western club” para referirse al pilar sobre el que se trataba de levantar ese orden. Esa expresión es también una pieza arqueológica, otro resto de un mundo extinto. Hoy lo que nos cohesiona no es tanto Occidente como los valores y principios democráticos, de los que son partícipes potencias orientales, como India, Japón o Corea del Sur.
El futuro está por hacer y de cómo actuemos en referencia a estos temas dependerá la configuración de la sociedad internacional que emerge de las ruinas del orden liberal y entre las tensiones provocadas por la globalización y los primeros pasos de la Revolución Digital. Es tiempo de estadistas, de gentes con visión en el largo plazo y con capacidad para convencer y generar confianza.
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