España y Reino Unido han llegado a un acuerdo sobre el régimen bajo el que vivirá Gibraltar en la era postbrexit. PP y Vox acusan al Gobierno de Sánchez de haber renunciado a la soberanía. La acusación es injusta. Ante todo, el PP debería callar porque el Gobierno de Rajoy se bajó ante los británicos los pantalones casi tan deprisa como lo hizo Zapatero. En cuanto a Vox, su discurso patriótico ignora la realidad de lo acordado. Es cierto que el PSOE no ha tomado en consideración el interés general, centrado en la oportunidad que el Brexit ofrece para volver a plantear la cuestión de la soberanía de Gibraltar bajo la amenaza del cierre de la frontera. Pero también lo es que los británicos han cedido ya una parte de la suya al consentir que funcionarios de la Unión Europea controlen, junto con los gibraltareños, el acceso a la Roca. De modo que los ingleses, cuando viajen a su colonia, estarán obligados a presentar el mismo pasaporte que necesitarían para viajar a Madrid o Barcelona. Algo es algo.
A cambio de pertenecer al espacio Schengen, Picardo se ha comprometido a armonizar su régimen fiscal con el europeo. Naturalmente, lo dice con la boca pequeña, y cruzando los dedos detrás de la espalda. Pero como el acuerdo está pendiente de ratificación por el resto de la Unión Europea, España debería insistir en Bruselas en que, si Gibraltar no deja de ser un paraíso fiscal, el acuerdo no sea ratificado y la Verja se cierre de inmediato.
Y ahí es cuando el Gobierno de España, éste o el que le suceda, traicionará el interés nacional. Porque lo que intentará ante la Unión es que Gibraltar siga siendo poco más o menos el paraíso fiscal que es hoy porque, beneficiando como beneficia a los llanitos, también es beneficioso para algunos españoles, empresarios y trabajadores cuyos ingresos dependen de la existencia de la colonia tal cual es y de la apertura de su frontera. Pero, hoy por hoy, el acuerdo, a diferencia de lo que dice la oposición, no supone ninguna renuncia a la soberanía. Al contrario, implica una especie de cosoberanía práctica desde el momento en que, para entrar, es necesario cruzar dos fronteras, la de Gibraltar y la de Schengen. Si España consiguiera poner a los llanitos ante la disyuntiva de ser Europa sin beneficios fiscales o dejar de serlo con ellos y eligieran lo primero, las ventajas de seguir siendo británicos desaparecerían. Sólo sería cuestión entonces de ofrecer otras a cambio de convertirse en españoles.
Ya sabemos que el Gobierno no lo hará, pero será esa omisión lo que habrá que censurar mañana y no el acuerdo de hoy, que, aunque lo haya cerrado Sánchez, no es tan malo.