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José María Marco

Vox. Un gran resultado

No se entiende al actual PP de Madrid sin el impulso, las demandas y la reflexiones que ha planteado Vox.

No se entiende al actual PP de Madrid sin el impulso, las demandas y la reflexiones que ha planteado Vox.
Santiago Abascal y Rocío Monasterio. | EFE

La campaña que tenían por delante Vox y Rocío Monasterio era extraordinariamente difícil. En primer lugar, porque Díaz Ayuso y su equipo habían tenido la habilidad suficiente para comprender que debían apropiarse de una parte muy importante del mensaje de Vox si querían ganar las elecciones. No se entiende al actual PP de Madrid sin el impulso, las demandas y la reflexiones que ha planteado Vox. Y, en más de un sentido, el éxito de Díaz Ayuso es el éxito de Vox.

Era una de las razones por las que Rocío Monasterio no podía hacer campaña, como en otras circunstancias habría sido natural, planteando una oposición clara a Díaz Ayuso. Otra era la indiscutible ola de simpatía y de identidad que la presidenta había suscitado, por méritos propios –indiscutibles–, y también por méritos de la desastrosa campaña, digna de un aficionado, planteada desde Moncloa, que con sus ataques a Madrid convirtieron a Díaz Ayuso en todo un símbolo, el de una identidad madrileña orgullosa, consciente y responsable.

Por si fuera poco, la disciplina de partido y la lealtad con Santiago Abascal llevaban a Rocío Monasterio a plantear una campaña de dimensión nacional, atenta a las necesidades del electorado en toda España. Una situación muy distinta de la de Díaz Ayuso, que diseñó una campaña propia, ajena a Génova por mucho que ahora Casado y su equipo intenten apropiarse su éxito.

Por eso mismo, el resultado conseguido por Vox y Rocío Monasterio es excelente. Se han consolidado los doce escaños previos e incluso se ha conseguido uno más. Se ha fidelizado a los electores, y se han incorporado 42.996 votantes, una cifra considerable dadas las circunstancias. Se han consolidado la posición del partido y, con ella, su significado a nivel nacional. Al haberse simplificado la representación de la derecha con la desaparición de Ciudadanos, ahora la derecha sí está en condiciones de ganar unas elecciones generales. Hará falta talento y estrategia, y también prudencia y disposición a colaborar: todo lo demostrado por Vox en estas elecciones.

El resultado deja a Vox en una muy buena posición en Madrid. Puede garantizar –como ya ha hecho– un Gobierno de Díaz Ayuso sin participar prematuramente en tareas de gestión. Pero también puede, y debe –porque ese es el sentido del voto recibido–, fiscalizar al Gobierno y evitar hasta donde sea posible los deslizamientos hacia la frivolidad, la dejadez y la pulsión –inevitable en el PP– de servir de alfombra al progresismo. Se puede seguir pidiendo la reducción de una cámara sobredimensionada, pensada para tiempos de derroche, en la que sobran la mitad de los escaños; se puede seguir pidiendo austeridad en el gasto inútil; se puede seguir exigiendo racionalidad en la gestión.

Y, claro está, Vox debe exponer, con lealtad y buenas maneras, su propio programa de gobierno en todo aquello –en particular en cultura, en educación, en asuntos sociales, pero también en muchos otros campos– que le distinga del Partido Popular. Queda mucho por hacer. El paso, muy arriesgado, se ha salvado con honor y con éxito.

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