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Santiago Navajas

Los nigromantes de Pedro Sánchez

Cien 'expertos' se han puesto al servicio del Gobierno socialista para un ejercicio de adivinación del futuro como estrategia y de ingeniería social como táctica.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

Cien expertos se han puesto al servicio del Gobierno socialista para un ejercicio de adivinación del futuro como estrategia y de ingeniería social como táctica. Lo llaman "prospectiva" y "España 2050", pero realmente han hecho un ejercicio de adivinación que se debería denominar Programa PSOE 2023. Pretenden hablar en nombre de la ciencia, la evidencia disponible y la objetividad. Pero si fuera cierto lo primero que habrían hecho es exigir independencia institucional y no funcionar como un apéndice de la maquinaria electoral de Iván Redondo. Resultan difícilmente creíbles los que diseñan una España del futuro como si fuera la ciudad de Dios de San Agustín, cuando no conocen los mecanismos básicos de El Príncipe de Maquiavelo que maneja Pedro Sánchez.

En los periódicos siguen publicando el horóscopo porque el futuro nos da miedo y tratamos de reducir la incertidumbre sobre lo que nos pasará, creyendo que los astros nos pueden revelar claves secretas para sortear accidentes, innovaciones y sorpresas. Los horóscopos, el tarot y los videntes suelen ser consultados por personas sin mucha educación formal, pero lo cierto es que también los más cultos e inteligentes caen en la trampa de pretender adquirir un control mágico sobre lo que sucederá. Julio César consultaba a adivinos antes de entrar en batalla. Pero no porque creyera en ellos sino porque sabía de la credulidad en la magia y los buenos augurios de sus centuriones. Así que sobornaba a unos arúspices para que vaticinasen lo que le interesaba. Ahora a la aruspicina lo llamamos "prospectiva". Para uno al que no sobornó, terminó como terminó...

Entre los filósofos, sin embargo, es donde encontramos los horóscopos más sofisticados. Lo llaman "filosofía de la Historia" y en Platón, los estoicos, Hegel y Marx tienen sus nigromantes más sofisticados. Marx en concreto veía un futuro apocalíptico ante sí, aunque, paradójicamente, él vivía cada vez mejor en Londres gracias a herencias y la subvención de su amigo Engels. Capitalistas de día, comunistas de noche, Marx y Engels iniciaron el negocio capitalista sobre la aruspicina de la destrucción del capitalismo.

Lo que subyace a este modelo posmoderno de planificación es una filosofía voluntarista de la Historia. Nunca nos libraremos de Hegel.

En el informe presentado por el presidente del Gobierno en Valencia, tras un viaje corto en avión, se criminalizan los viajes cortos en avión. Se plantea reducir el fracaso escolar pero ni se insinúa que son los estudiantes varones los que más lo sufren, no se vayan a molestar las feministas radicales del Ministerio de Igualdad. Se quiere luchar contra el cambio climático pero ni una palabra de la energía nuclear, dado que el lobby ecologista podría protestar. Se menciona el drama de la baja natalidad pero ni una medida para incentivar las familias numerosas, dado el tabú que en la izquierda supone siquiera mencionar la palabra familia (sobre todo si es la tradicional).

La palabra clave del informe de Sánchez-Redondo es diseñar y sus variantes, como rediseño. Y es que planificar se asocia a los planes quinquenales del socialismo soviético, mientras que diseñar suena a socialismo posmoderno y cool. En el fondo, lo que subyace a estos ejercicios de adivinación y planificación es una confusión entre el hacer y el actuar en el ámbito político. El hacer se vincula a la producción, mientras que el actuar es lo propio de la praxis. Si en la producción se establece un fin, una meta, que hay que alcanzar a través de una serie de medios, en el actuar político de la praxis lo que importa es la libertad, la pluralidad y la diversidad. Es decir, todo aquello que se contrapone a los tecnócratas que pretenden ser ingenieros de almas y planificadores sociales. Se suele aducir por estos tecnócratas del futuro que los países son como las familias y las empresas, instituciones que efectivamente planifican su porvenir. Pero hay una diferencia crucial entre un país y una familia o una empresa, dado que respecto al país los fines y metas son múltiples, por lo que nadie, por muy socialista o tecnócrata que sea, tiene legitimidad para imponer a los demás sus objetivos políticos y económicos (salvo que sea una dictadura. ¡Sí, hay quien ha propuesto al régimen comunista chino como un ejemplo de prospectiva!).

En la página 383 encontramos el párrafo clave del informe España 2050:

La sustitución de "las profecías de lo inevitable" por "las prognosis de lo posible" provocó un cambio fundamental. Con ella, nuestros antepasados pasaron del determinismo al voluntarismo, de la espera a la planificación, de la aceptación pasiva del cambio a ser motores de él.

Lo que subyace a este modelo posmoderno de planificación es una filosofía voluntarista de la Historia. Nunca nos libraremos de Hegel.

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