Un personaje como Trump, que ha marcado la reciente política norteamericana (y aún la marca: no hay más que ver la prensa, donde sigue acaparando atención), es muy difícil de sustituir. Entre otras cosas porque cualquiera que aspire a liderar el Partido Republicano va a ser comparado hasta el cansancio con él.
Pero la vida sigue y son muchos los que intentan descubrir a la gran esperanza blanca capaz de encarnar ese trumpismo sin Trump que tantos anhelan, ese trumpismo capaz de conectar con el americano medio, los trabajadores blue-collar, y, al mismo tiempo, capaz también de rascar mucho voto entre las minorías tradicionalmente cautivas del Partido Demócrata. Un trumpismo sin Trump capaz de movilizar a los tuyos pero que no funcione de poderosísimo galvanizador de tus contrarios. Claro que para eso se necesita que Trump quiera dar un paso al lado. Su vuelta a los escenarios y sus baños de masas han confirmado que no está del todo amortizado y que sigue levantando pasiones. Sean Hannity le hizo el otro día la pregunta del millón: ¿ha decidido ya si se presentará a las presidenciales de 2024? Y él respondió: "Sí, ya lo he decidido"; pero no aclaró el sentido de su decisión...
Mientras se despeja la gran incógnita, y aunque queda una eternidad para las próximas presidenciales, dos son las figuras que están recabando más apoyos y levantando más ilusiones entre los conservadores estadounidenses. Por un lado, el gobernador de Florida, Ron de Santis, que consigue los máximos ratios de popularidad entre el electorado republicano. De Santis se puede presentar como el vencedor en un estado crucial, donde cuenta con muchos apoyos, incluido el de la comunidad hispana, al tiempo que atesora un sólido registro de gobierno. Donald Trump ha alabado en público a Ron de Santis y Donald Jr. ha llegado a salvarlo explícitamente de las críticas al resto de los pesos pesados del partido, que el vástago considera se han rendido a gran velocidad.
Pero quizás nada haya generado más ilusión como el anuncio de que J. D. Vance, el autor de Hillbilly, una elegía rural, va a presentarse a las elecciones al Senado por Ohio para sustituir al republicano Rob Portman, que se jubila. Si aún no han leído el libro, háganlo: entenderán mucho de lo que ha ocurrido durante los últimos años en Estados Unidos, y además lo harán como quien lee una novela. Luego pueden seguir con la versión cinematográfica en Netflix, que, sorprendentemente, vale la pena (con una extraordinaria Glenn Close en el papel de su abuela, crucial para la vida del chaval J. D.).
Vance es directo, articulado, graduado en Yale pero "vecino, amigo y familiar de los que llaman hillbillies, rednecks o basura blanca". Casado con Usha Chilukuri, una compañera de facultad de origen indio, rompe el estereotipo del derechista racista (aunque ya saben que en nuestros días declararse contrario al racismo es precisamente ser racista, en tanto que así, sostienen los woke, se disimula el racismo sistémico… Cualquier día acusan a Vance de casarse con una non-white para disimular su racismo) y no hace mucho que anunció su conversión al catolicismo. Es un tipo agradable y cercano que, tras su paso por los marines, acostumbra ir de cara. Algunas de sus más recientes declaraciones parecen confirmarlo:
– La teoría crítica de la raza (...) es fundamentalmente un asalto a la fundación de los Estados Unidos y a las personas que fundaron el país, [y] a todas las cosas que Estados Unidos logró entre la fundación del país y ahora.
– La teoría crítica de la raza trata de quitarnos el orgullo de nuestro origen, porque si le quitas a un pueblo el sentido de su procedencia puedes controlar hacia dónde va. Si desconectas a la gente de su pasado, puedes quitarle un verdadero sentido de responsabilidad sobre su futuro, y eso es lo que veo que está sucediendo realmente, ¿no? Están haciendo que la gente se avergüence de las cosas de las que se les enseñó a estar orgullosos.
– La gente que se odia a sí misma y odia su historia es mucho más fácil de controlar, mucho más fácil de manipular. Creo que en última instancia se trata de eso.
– ¿Qué es lo que une a los demócratas, a Jeff Bezos, a una persona negra de clase trabajadora de Carolina del Sur y a una persona urbana millennial woke y soltera que no tiene hijos en la ciudad de Nueva York? Nada, en realidad. No hay experiencia compartida. No hay un sentido compartido de la Historia. Tienen vidas muy diferentes, pero la única cosa que les parece unir es decir que los Estados Unidos son un mal país. Que realmente no le debemos nada a nuestra nación.
– La gente ya no puede decir lo que piensa en este país, y no puede hacerlo por culpa de Silicon Valley. Cuanto más consciente sea la gente de este hecho, tanto en la izquierda como en la derecha, más dispuesta estará a afrontarlo.
No es de extrañar que la izquierda woke haya salido en tromba a atacarle, aunque por el momento parece que el gran cadáver en el armario que han presentado es que Vance, en los primeros momentos de Trump, se mantuvo crítico frente al entonces candidato a la presidencia. No parece mucho. Mientras tanto, Tucker Carlson ha tuiteado: "Me alegro mucho de que te presentes, J. D. Vance, te admiro y te deseo suerte".
Como decíamos antes, aún falta mucho, De Santis seguirá gobernando Florida durante unos años y J. D. Vance tiene que, antes que nada, ganar en las primarias de su partido. No sabemos tampoco cuáles son los planes de Trump, pero lo que sí parece es que los conservadores en Estados Unidos, después de quedar noqueados por la derrota de Trump y el modo en que ocurrió, están recuperando la ilusión de la mano de líderes desacomplejados que no sean meros clones de Trump pero que tampoco se avergüencen de él, mientras retoman y profundizan en algunas de las intuiciones que hicieron conectar a Trump con una mayoría de estadounidenses y lo llevaron hasta la Casa Blanca.