Durante siglos, incluso en sociedades complejas, la información sobre todo tipo de noticias fue escasa y cara. Ahora, de repente, con el fabuloso desarrollo de los medios electrónicos, la cantidad de información nos desborda por todas partes y a todas horas. Además, cunde la impresión de que se trata de un consumo gratuito. En todo caso, lo pagamos, generosamente, a través de la publicidad.
Ante la cascada informativa, que nos inunda por todos los medios, mi reacción es la misma que les ocurre a otras personas: me quedo, básicamente, con los titulares y poco más, quizá algunos comentarios y análisis que me dan más confianza. Pero el grueso del conocimiento sobre lo que sucede en el mundo se resuelve con un titular tras otro. Es clara la insuficiencia de tal método. Sobre todo, porque sospecho que muchos titulares se redactan o se emiten con algún interés por medio; cosa legítima, por otra parte. Es decir, de esta forma, inconscientemente, me trago mucha propaganda. Resulta inevitable. No es cuestión de retirarse a una isla desierta y sin internet.
Lo anterior es lo usual. Tanto es así que también se aplica a un campo roturado por mí en muchas ocasiones: los resultados de las encuestas. No da tiempo ni oportunidad a detenerse en el análisis preciso de los cuadros estadísticos, con sus correspondientes relaciones cruzadas. Me conformo con la lectura de los titulares, es decir, los resultados totales más llamativos, lo cual equivale a no enterarme de lo sustancial. La misma información periodística me hurta ese hipotético análisis. No tengo más remedio que dar una lectura rápida, ante la catarata de otras informaciones de unos y otros medios.
En el mundo de la información digital (la que aparece en una pantalla), que es la que priva, las noticias van, casi siempre, ilustradas con fotografías o vídeos. Tal dispositivo lleva a identificar los sucesos con los rostros de sus protagonistas. Cuando los informadores no encuentran la cara correspondiente, bajan del archivo un paisaje, una panorámica relacionada con el asunto. Por ejemplo, las noticias económicas se ilustran con el edificio del Banco de España o con las máquinas que fabrican billetes o monedas.
Los titulares más atractivos son los que recogen lo que acaba de decir algún personaje conocido: un político, un entrenador de fútbol, un deportista famoso, una figura del mundillo rosa, etc. Esa personificación de las noticias, necesaria para resaltar los titulares, constituye una notable reducción de la realidad. Sin embargo, no hay tiempo para detenerse con más detalles.
La publicación de un comentario o análisis suele presentarse, igualmente, con una foto del autor, normalmente hecha hace unos años. Nadie parece molestarse con ese artificial rejuvenecimiento de la imagen. En este caso, el equivalente del titular periodístico es el mismo título del artículo, que debe ser corto y un tanto misterioso. De otra forma, no podría competir con el atractivo de los cientos de artículos que pasan por delante del lector ante la pantalla.
En el caso de la radio, se observa que los presentadores o sus acólitos (tertulianos) suelen hablar mucho de sí mismos. Se supone que así producen simpatía. Es otra forma de excitar la curiosidad del oyente, para que no cambie de emisora o, sencillamente, cierre la recepción.
En el supuesto de la información televisiva o equivalente, es más difícil atraer y mantener la atención de la audiencia (mejor sería la videncia), tantas son las ofertas alternativas. Una forma de hacerlo es que el presentador o los tertulianos que le acompañan se adornen con alguna prenda de vestir más vistosa, un tocado llamativo, y, sobre todo, hablen a gritos y se rían mucho. Tales demostraciones de simpatía son el equivalente icónico de los titulares de los periódicos de papel.
En definitiva, que nos perdemos un poco ante el aluvión de noticias, comentarios y análisis de los medios informativos. Todavía decimos "prensa", aunque este artilugio ya no exista para fabricar informaciones.