Según todos los observadores, España se encuentra entre los países distinguidos con la etiqueta gay friendly. Fue pionero en la aprobación de los derechos de los homosexuales, reconocidos, al amparo de la Constitución, como ciudadanos libres e iguales (dos adjetivos que son providencialmente inclusivos, por lo que no se habla de libros y libras, ni de igualos e igualas).
Leyes punitivas
Paradójicamente, quienes ponen cortapisas a esta libertad e igualdad de sus acólitos son los pontífices de la iglesia LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales), que les niegan la posibilidad de recurrir a asistencia profesional para cambiar su estilo de vida si, por cualquier motivo, y por su voluntad personal, desean hacerlo. En estos casos, los popes del colectivo encierran a su rebaño en un corral de leyes punitivas y exhiben el talante de los talibanes que son despiadados con los apóstatas.
El borrador de la nueva Ley para la Igualdad de las Personas LGTBI prevé sanciones administrativas de hasta 150.000 euros para quienes promuevan, fomenten o realicen terapias de conversión. Seis comunidades ya aplican estas sanciones: Andalucía, Madrid, Valencia, Aragón, Cantabria y Canarias.
Gueto hermético
La discriminación aplicada a los miembros de este colectivo consiste en que mientras cualquier persona puede acudir a un terapeuta para corregir una conducta que en determinado momento juzga perjudicial desde el punto de vista sanitario, social o incluso estético, ya se trate de su convivencia familiar, de sus aficiones lúdicas o de sus hábitos alimentarios o sedentarios, al homosexual le prohíben buscar ayuda para dejar de serlo. El gueto es hermético.
El escándalo del obispo emérito Xavier Novell, al que se acusó de supervisar terapias de aversión desprovistas de valor científico y con peligrosos efectos secundarios, pareció justificar las medidas restrictivas. Es un argumento falaz y sectario. Todas las terapias relacionadas con el campo de la psicología son vulnerables a la intromisión de impostores o de profesionales deshonestos que explotan la credulidad de los pacientes. Hubo una camada de psicoanalistas innovadores que organizaron sesiones colectivas (maratones, las llamaban) de intercambios de parejas que culminaron con el suicidio de varios de los participantes. Lo cual no implica el descrédito de esta especialidad sino la necesidad de que los colegios profesionales sean implacables con la mala praxis. Esto se aplica también a los antivacunas.
Infinitamente más peligroso
La prueba de que esta legislación se halla encaminada exclusivamente a coartar la libertad de los LGTBI para abandonar su gueto la encontramos en la falta de escrúpulos con que estos mismos legisladores facilitan el cambio de género no solo a los adultos sino también a los adolescentes. Un cambio infinitamente más peligroso e irreversible que el de la orientación sexual. Escribe José R, Ubieto, psicoanalista y profesor de la UOC ("Trans: ¿a qué consiente un niño/a?", LV, 16/7):
Es difícil pensar que con 12, 14, o incluso 16 años pueda saber realmente qué consiente, más allá de que racionalmente entienda los términos legales. Hoy ya hay destransicionadores, como la joven Keyra Bell, que pocos años después lamentan sus consecuencias, algunas muy dolorosas: esterilidad, hormonación crónica, insatisfacción con el cambio. El Tribunal Supremo británico analizó su caso y condenó al sistema público de salud por no tomar en cuenta la particularidad del consentimiento en menores, imputándole, además, falsedad en sus afirmaciones sobre la seguridad de los tratamientos ofrecidos, por carecer de evidencia alguna. (…) Hay estudios que muestran que entre el 60 % y el 80% de los niños cambian de opinión sobre su transición antes de los 16 años.
Añade Lorenzo Bernaldo de Quirós ("El cambio de sexo de los menores", LV, 10/7):
El principio precautorio de no hacer daño aconseja ser prudentes y no otorgar a los menores la facultad discrecional de iniciar no solo el paso legal de un sexo a otro, sino de iniciar un proceso de transición física por su propio deseo o voluntad, esto es, el tomar bloqueadores hormonales al inicio de la pubertad o acudir a la cirugía para transitar de un sexo a otro.
Necesitan terapias
Hay que ser muy inescrupuloso para dictar unas leyes que permiten someter a los menores a experimentos que pueden traumatizarlos física y psíquicamente durante el resto de sus vidas y promulgar otras para "vedar –como opina también Bernaldo de Quirós– las terapias de reorientación sexual si un individuo quiere someterse a ellas de manera voluntaria".
¡Y vaya si las necesitan algunos! Por ejemplo, el desquiciado que protagonizó el sainete de Malasaña. Su comportamiento fue el típico de los homosexuales adictos al BDSM (siglas en inglés de sujeción, dominación, sadomasoquismo). Una desviación de la homosexualidad que se practica en discotecas especializadas, decoradas con instrumentos de tortura y cuyo público viste uniformes de cuero con reminiscencias de la Gestapo. Personajes retratados por el ilustrador de comics Touke Vallo Laakionen, apodado Tom of Finland, idolatrado por estos excéntricos, que a su vez fue maestro de los artistas homoeróticos Andy Warhol y Robert Mapplethorpe. Dibujaba tipos robustos, con pinta de marineros, policías, soldados, motoristas o estibadores, trenzados en actos que compaginaban la violencia con la pornografía.
Rémora anacrónica
En el mundo LGTBI existen, como en el resto de los grupos humanos, personas que en determinado momento pueden querer cambiar de estilo de vida. Nuestra sociedad abierta no debe tolerar que dentro de ella una dictadura de inquisidores mantenga sujetos y dominados, en plan BDSM, a sus herejes. La legislación discriminatoria que les niega asistencia profesional cuando la solicitan es una rémora anacrónica que urge derogar.