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Mikel Buesa

La economía de ETA diez años después

La mayor parte del dinero que consiguió ETA vino del secuestro de personas ricas, mientras que la extorsión sólo aportó un tercio del total.

Millones de personas salieron a la calle a exigir la liberación de Miguel Ángel Blanco. | EFE

Con ocasión del décimo aniversario del abandono por ETA de su campaña terrorista, algunos medios se han interesado por conocer cuáles fueron los efectos de ésta sobre la economía vasca. Me propongo hacer, en este artículo, una síntesis de este asunto en el que, desde la publicación de mi libro ETA, S.A., coincidiendo con la fecha de aquel acontecimiento, he seguido trabajando para completar algunas de las lagunas que aún existían en su tratamiento. Ello me permite reivindicar mi obra, toda vez que, poco después de su salida al mercado, la editorial Planeta, amenazada de querella por algunas de las personas vinculadas con Egunkaria –una de las entidades participantes en el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV)–, decidió retirarla, destruyendo todos los ejemplares aún no distribuidos.

Para abordar este tema es preciso distinguir entre los recursos económicos que utilizó ETA junto con sus asociados del MLNV –pues la campaña terrorista no se desenvolvió sólo en el terreno militar, sino también en el de la movilización política, la propaganda, el encuadramiento de los jóvenes, la atención social a los militantes presos y sus familias y la recaudación de fondos– y los daños que ocasionó con su empleo, tanto directa como indirectamente.

Empecemos por lo primero. ETA y el MLNV depredaron recursos de la sociedad vasca para financiar su campaña terrorista. Lo hicieron empleando procedimientos delictivos y también de apariencia legal –pues la financiación del terrorismo, aunque no fue un delito específicamente codificado hasta 2010, sí se consideró como delito de colaboración con organización terrorista, aunque haya que decir que, gracias a la incuria y permisividad de nuestros jueces, no se condenó a nadie por tal motivo–. En el cuadro que sigue a continuación se puede observar que, desde 1967 hasta su final, ETA obtuvo un total de 205,1 millones de euros, en tanto que las entidades del MLNV –éstas desde el año 1991, en el que se iniciaron en estas tareas para pasar de depender de la financiación otorgada por ETA a reunir sus propios recursos y coadyuvar al sostenimiento de sus aparatos, además de financiar una parte de la actividad armada– alcanzaron la cifra de 254,9 millones de euros hasta 2010. El total suma, por tanto, los 460 millones con los que se financió la mencionada campaña durante las más de cuatro décadas en las que ésta se desarrolló.

Añadiré, porque los datos son bien elocuentes, que la mayor parte del dinero que consiguió ETA vino del secuestro de personas ricas, la mayoría empresarios, mientras que la extorsión mediante amenazas –el mal llamado impuesto revolucionario, al que alguna literatura poco rigurosa y mal informada ha otorgado un protagonismo inmerecido– sólo aportó un tercio del total, correspondiendo el resto a los atracos que se perpetraron en los primeros años de la actuación de la banda y a las operaciones de saqueo de distintos materiales –como vehículos, explosivos, armas, máquinas troqueladoras, placas de matrícula y un sinfín de objetos que se utilizaron en la realización de atentados–.

En cuanto al MLNV, su principal fuente de recursos vino de la mano de un amplio abanico de programas de subvenciones, la mayor parte de ellos gestionados por el Gobierno vasco o las Administraciones provinciales y locales, aunque también las del Estado o las europeas. Asimismo, más de una cuarta parte provino de los rendimientos mercantiles obtenidos por las empresas vinculadas a la organización terrorista, entre las que destaca el negocio de hostelería gestionado por las herriko tabernas. Lo demás fueron el fraude a la Seguridad Social y a la Hacienda Pública, y las cuotas y donativos que se recaudaron sobre todo en los años finales del período, tras la ilegalización de Batasuna.

La financiación de la campaña terrorista por ETA y del MLNV

Millones de euros a precios de 2010

1. ETA (1967-2010)

Conceptos

Millones de €

%

Secuestros

105,0

51,2

Extorsión bajo amenazas

67,8

33,1

Atracos

24,0

11,7

Saqueo

8,3

4,0

Total

205,1

100,0

2. MLNV (1991-2010)

Conceptos

Millones de €

%

Subvenciones a Partidos

31,5

12,4

Subvenciones Culturales

62,8

24,5

Subvenciones Europeas

26,9

10,6

Subvenciones a Presos

2,3

0,9

Fraude fiscal y S.S.

36,1

14,2

Rendimientos mercantiles

68,1

26,7

Cuotas de afiliación

19,9

7,8

Donativos

7,3

2,9

Total

254,9

100,0

Entremos ahora en los daños ocasionados por la campaña terrorista. Ésta produjo un coste directamente imputable a los resultados de los atentados en forma de daños personales –muertos y heridos– y materiales –por la destrucción de bienes públicos y privados–, a los que hay que añadir las pensiones extraordinarias otorgadas por el Estado a las víctimas, así como los derivados del reforzamiento de la seguridad –tanto para la represión de los delitos terroristas como para la protección de personas e instalaciones–. La suma de todos estos conceptos ascendió a 8.570,1 millones de euros. La mayor parte de ese coste correspondió a los daños materiales, principalmente por el enorme perjuicio financiero que provocó la campaña contra la Central Nuclear de Lemóniz, que dio lugar a su cierre y a la asunción por el Estado de la carga correspondiente, la cual, a su vez, fue repercutida sobre los consumidores de electricidad con un recargo en el recibo de la luz que se ha pagado hasta hace muy pocos años. Y, más allá de las destrucciones del patrimonio físico, estuvieron los costes de la seguridad y, en menor medida, los daños personales, incluidas las mencionadas pensiones.

Los costes directos ocasionados por la campaña terrorista

Millones de euros a precios de 2010

Conceptos

Millones de €

%

Daños personales

171,7

2,0

Pensiones a las víctimas

79,3

0,9

Daños materiales

509,8

6,0

Central Nuclear de Lemóniz

6.798,9

79,3

Costes de la seguridad

1.010,4

11,8

Total

8.570,1

100,0

Pero, además, el terrorismo impactó de manera indirecta sobre la economía vasca, pues la violencia rebajó las expectativas empresariales, dañando las inversiones y el empleo, y por esta vía condujo a que el País Vasco creciera por debajo de su nivel potencial. A partir de 1980, las provincias más pobladas –Vizcaya y Guipúzcoa– perdieron población, afectando negativamente al agregado regional de esta variable. Cuatro años más tarde el PIB ya estaba aumentando menos de lo esperable en función de las características y el nivel de renta del País Vasco; y siguió así hasta 2006, cuando la intensidad de la campaña terrorista se redujo notablemente. Entre esos años, la economía vasca dejó de producir, en términos de valor añadido, 214.540,5 millones de euros (medidos a precios de 2010), lo que implicaba una rebaja agregada del 18,3% en el PIB del período; o, si se prefiere, de 9.752 millones de euros al año. Además, la población experimentó un retroceso, de manera que su tamaño acabó situándose por debajo también del que habría existido sin terrorismo. Así, al final del período, en 2010, había 2,14 millones de habitantes en el País Vasco, cuando en condiciones normales tendría que haber registrado un total de 2,66 millones. Esta pérdida demográfica y de actividad económica es el mayor coste provocado por la campaña de ETA.

Todas estas cifras nos dicen que, por cada euro de los que dispusieron ETA y el MLNV para sustentar con la violencia su proyecto totalitario, se ocasionó un daño directo 18,6 veces mayor; y otro indirecto 466,4 veces más grande. En términos económicos, la eficiencia destructiva que lograron esas organizaciones fue muy notoria. Por eso, la memoria del terrorismo no debe olvidar que, cuando existe la voluntad política de matar, con muy poco dinero se pueden causar unos estragos de gran magnitud. Y por eso, también, se entiende mal que los sucesivos Gobiernos de España y el País Vasco dedicaran tan poco esfuerzo a evitar la financiación del terrorismo.

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