De Kant y Fichte a Corbyn y Colau: el antisemitismo está de vuelta
las raíces del antisemitismo europeo moderno se encuentran en una inesperada fuente: la Ilustración y sus filósofos más destacados.
"No es un reproche contra un pueblo, una comunidad ni contra una religión" se excusaba Ada Colau al justificar su acto contra Israel. Pero la ruptura unilateral del hermanamiento de Barcelona con Tel-Aviv era precisamente eso: antisemitismo. Algo semejante a lo de la alcaldesa catalana de ultraizquierda decía el líder británico de los laboristas británicos, Jeremy Corbyn, antes de meterse en líos dentro de su propio partido por el antisemitismo contra Israel y los miembros judíos de su propio partido.
El fantasma del antisemitismo vuelve a expandirse por Europa a un siglo de que los antisemitas europeos casi los exterminaran de mano de los grandes totalitarios, de Hitler a Stalin. Es revelador que al tiempo que el gobierno de Pedro Sánchez elabora un Plan Nacional para la Implementación de la Estrategia Europea de lucha contra el Antisemitismo y la Promoción de la Vida Judía en Europa, no haya impedido a su socia de gobierno que haya realizado esta acción cargada de simbolismo que alimenta el antisemitismo en la izquierda.
Por supuesto, la izquierda puede cometer estas tropelías porque tiene el salvoconducto supremo: la defensa de pueblos oprimidos. En este caso, se visten con el pañuelo palestino para destruir la kipá. Denuncia Colau que Israel es un régimen de apartheid contra los palestinos, que es como acusar a España (perdón, "Estado español", para que me entienda la alcaldesa) de ser un régimen colonizador de Cataluña. Una ensoñación. Pero este delirio ideológico, que en España produce inestabilidad política y vulneración de derechos lingüísticos a los castellanohablantes, es todavía peor por lo que respecta a Israel, porque supone que Colau y Barcelona se sitúan contra el Estado de Derecho israelí y promueve, por el contrario, el terrorismo de los fanáticos palestinos.
¿Cómo es posible que los bienintencionados, pacifistas, "power flowers" izquierdistas, de Corbyn a Colau, se inclinen del lado de los antisemitas? Fíjense que en los carteles contra la discriminación a los que son tan aficionados en la izquierda se suele señalar que no se tolera ningún tipo de racismo, sexismo, homofobia u otras formas de discriminación. Pero acostumbra a faltar un concepto: el antisemitismo. Por otro lado, no hay manifestación anticapitalista en la que los capitalistas no sean dibujados como si fuesen una mezcla entre Shylock y George Soros. Aunque no hay infierno político europeo en los últimos doscientos años que no está empedrado de buenos sentimientos y tachonado de las mejores intenciones, diríase que hasta la izquierda antisemita habría aprendido de los errores sistemáticos de su propia tradición. Porque no ha habido antisemita más furioso que el nominalmente judío Karl Marx. Sin embargo, cuando finalmente Corbyn fue apartado de la presidencia del Partido Laborista, el periódico de referencia socialista en el Reino Unido, The Guardian, publicó un editorial en el que lo disculpaba y trataba de rehabilitarlo por, sostenía el faro mediático de la progresía, su compromiso contra el racismo y blablablá:
El señor Corbyn tiene un formidable historial de lucha contra el racismo y de defensa de muchos pueblos perseguidos, pero en este caso fue demasiado lento y estuvo demasiado a la defensiva. Para demostrar que era mejor de lo que algunos de sus críticos le permitían, debería haberse esforzado más por enfrentarse a sus críticas.
Es decir, The Guardian no solo no condenaba el antisemitismo demostrado de Corbyn, sino que lo defendía, animándolo a no rectificar y enrocarse en una defensa numantina.
Dos magníficos libros nos hacen comprender las raíces del antisemitismo europeo en general y de la izquierda en particular: Los filósofos de Hitler (Yvonne Sherratt, 2014) y Antisemitism and the Left: On the Return of the Jewish Question (Robert Fine y Philip Spencer, 2017). Ambos libros tienen en común haber buceado en las raíces del antisemitismo europeo moderno; y las han encontrado en una inesperada fuente: la Ilustración y sus filósofos más destacados. La clave del misterio de cómo la reivindicación suprema de la racionalidad puede llevar a tratar de destruir a los judíos reside en el universalismo dogmático del racionalismo constructivista, esa modalidad de hiperracionalismo que lamina todas las diferencias culturales que no se ajusten al lecho de Procusto de unos axiomas de una razón descorporizada, deshumanizada y descontextualizada.
Colau y Corbyn no serían, desde el punto de vista de estos libros, sino la espuma política del tsunami filosófico que desataron Kant, Hegel y Fichte contra la diferencia particular comunitaria, que tenía su expresión suprema en la autoconciencia y las prácticas judías que suponían unas piedrecitas en el camino del Espíritu Absoluto de la Modernidad. Unas piedrecitas que, en primer lugar, se limitaron a empujar a un lado del camino, siguiendo la tradición de la homogeneización de fuentes cristianas, pero que más tarde, animados por Nietzsche a la derecha y Marx a la izquierda, simplemente pretendieron destruir.
Que la emancipación llevará a la represión, que la inclusión se mostrará tan incluyente y que la Crítica de la Razón Pura condujera a Auschwitz sin duda no estaba en la mente de Kant cuando tachó a los judíos de cobardes y mentirosos, "no sólo en los negocios, sino también en la vida común". Pero, como decía, si en algo se ha especializado Occidente es en elaborar sofisticadas páginas de filosofía con las que empapelar los campos de exterminio del mundo entero. Recordemos, una vez más, que Heidegger pagó religiosamente las cuotas del partido nazi hasta el último momento, y que Jean Paul Sartre pasó de justificar los crímenes de Stalin a aplaudir las masacres de Mao Zedong con idéntico entusiasmo. Durante mucho tiempo, además, la academia trató de defenderlos. Al fin y al cabo, "uno de los suyos".
Tanto Sherratt como Fine y Spencer coinciden en que hay que ofrecer una versión del universalismo que sea capaz de superar su soberbia y unidimensionalidad. Que sea más socrática y menos platónica. En la que quepan judíos y musulmanes, israelíes y palestinos, dentro de una razón que no sea racionalista sino razonable. Es decir, que la razón realmente se haga una crítica severa de sus pretensiones dogmáticas y uniformadoras, alejándose del racionalismo constructivista de sus orígenes cartesianos y hobbesianos para abrazar el racionalismo crítico de Hayek y Popper. Aunque el título de este artículo afirma que el antisemitismo está de vuelta en Europa, la realidad es que nunca se ha ido del todo. Los huevos de la serpiente que están eclosionando ahora delante de nuestras narices se encontraban mucho más cerca de lo que seguramente queríamos admitir.
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