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Santiago Navajas

Escuela de Salamanca: a mayor gloria del Logos

Cervantes, Quevedo o Velázquez se elevaron sobre los hombros de los gigantes de la filosofía española: Suárez, Mariana, Vitoria, Molina o Rivadeneyra.

Escuela de Salamanca. | Archivo

Durante varias semanas he pretendido mostrar la valía universal y la importancia actual de la Escuela de Salamanca a través de varios de sus más destacados representantes. El siglo XVI fue la Edad de Oro del pensamiento español, anticipando el Siglo de Oro de las artes. Cervantes, Quevedo, Velázquez… se elevaron sobre los hombros de los gigantes de la filosofía española con Suárez, Mariana, Vitoria, Molina y Rivadeneyra como más representativos pensadores pero no los únicos. Frente al lugar común, representado por Arturo Pérez-Reverte, no es cierto que el Concilio de Trento significase un retraimiento intelectual de España, como vendió la Leyenda Negra, sino que, por el contrario, representó una de las cimas de la civilización no solo española sino europea y mundial.

Con ellos se cerró el período de la Edad Media y comenzó la Edad Moderna. Fueron los últimos de los escolásticos y los primeros de los modernos. Cimentaron lo que luego sería el edificio de la democracia liberal y la economía de mercado, con la supremacía de la sociedad civil respecto a los poderes establecidos, del Estado a las grandes empresas pasando por la Iglesia y el paradigma de los Derechos Humanos. Es un sinsentido, por ejemplo, que en el curriculum oficial de la asignatura Historia de la Filosofía se priorice el estudio de Santo Tomás de Aquino sobre el de la Escuela de Salamanca. Pero es mezcla de ignorancia enciclopédica y complejo de inferioridad cultural que ha caracterizado al académico español medio ha impedido que generaciones de españoles descubran y se sientan orgullosos de aquellos que defendieron la rebeldía contra el poder abusivo –ya sea político, económico y religioso–.

Mirando desde el siglo XVI hacia el futuro, la Escuela de Salamanca fue un grupo de pensadores españoles y portugueses que desarrollaron una nueva visión de la economía y la política basada en la ética. Sus herederos espirituales serán fundamentalmente los liberales de todas las tribus, desde John Locke a la Escuela de Friburgo pasando por Adam Smith y Tocqueville. Se opusieron al enfoque utilitarista y amoral de pensadores como Maquiavelo y, de este modo, nos vacunaron contra los legatarios del italiano, desde Hobbes a Carl Schmitt pasando por aquellos que entronizaron los fines sin parar en la legitimidad de los medios. Por ejemplo, Marx y su cohorte de seguidores totalitarios. Aunque no existe una relación directa entre Maquiavelo y la Escuela de Salamanca, fueron contemporáneos y sus ideas crecieron en oposición dialéctica. La pregunta que debe plantearse, estimado lector, es si cree que hay una interrelación entre la política y la ética, como creían los jesuitas españoles, o, por el contrario, piensa que para triunfar en política no solo es necesario sino legítimo abjurar de cualquier axioma limitador moral.

La Escuela de Salamanca establecía una dialéctica entre el uso de principios éticos y las realizaciones de la economía y la política. Dada la carga moral del marco político se oponía tanto al enfoque superficialmente utilitarista como a la ramplona amoralidad por muchas ínfulas de noblote malo con el que Maquiavelo pretende disimular su incapacidad para las relaciones humanas plenas, basadas en la confianza mutua y vigorizadas por un sano instinto social. Como corolario, la Escuela de Salamanca configuró lo mejor que iba a venir en la dimensión de los derechos civiles, así como la protección de la propiedad privada, el uso eficiente de los recursos económicos y una organización democrática tanto en cuanto a la elección de representantes políticos como de valedores de la esfera económica libre sustentada en la democracia y la economía de mercado. Igualmente se inició con la Escuela de Salamanca la democracia moderna liberal, al insistir en la limitación del poder a través de la separación entre instituciones de gobierno, y la implantación de principios democráticos, que convertían al pueblo en depositario directo del poder concedido por Dios.

En conclusión, la Escuela de Salamanca subrayó la importancia de los principios éticos en la economía y la política. El siglo XXI parece que va a ser más maquiavélico que salmantino. Pero depende de nosotros mismos que consigamos detener la ola maquiavélica que amenaza con ahogarnos gracias al ejemplo y los argumentos que nos ofrecieron un grupo salvaje de intelectuales españoles. Ad maiorem Dei gloriam es la divisa de la Compañía de Jesús que para nuestro caso podemos parafrasear como A la mayor gloria del Logos.

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