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Javier Rubio Donzé

El 12 de octubre, ¿nada que celebrar?

No se celebra un asunto menor restringido al ámbito español, sino el recuerdo del choque entre dos mundos que cambiaría la historia. Es un día universal.

Paracaidista del Ejercito de Tierra posa la bandera de España sobre el Paseo de la Castellana, en Madrid. | David Alonso Rincón

Extracto del libro España contra su Leyenda Negra. Mitos, agravios y discursos (La Esfera de los Libros), de Javier Rubio Donzé:

El día 12 de octubre, día que Cristóbal Colón puso un pie en el Nuevo Mundo, se celebra la Fiesta nacional de España. Es el día nacional oficial. No obstante, no se celebra un asunto menor restringido al ámbito español, sino el recuerdo del choque entre dos mundos diferentes en el que la historia cambiaría de forma dramática, por ello es un día universal. No solo es una jornada conmemorativa en España, sino también en América. Después del 12 de Octubre de 1492 se transformó la configuración cultural, social y política del mundo para siempre.

"Vergüenza de estado aquel que celebra un genocidio y encima con un desfile militar que cuesta 800.000 euros", tuiteó la alcaldesa Ada Colau el día de la Hispanidad de 2015 en un mensaje al que añadió dos hashtags: #ResACelebrar y #ResistenciaIndigena.

A partir del mes de octubre las redes sociales se van calentando hasta entrar en ebullición los días previos. Hay un contraste, por un lado, de manifestaciones patrioteras de orgullo elevadas al paroxismo, y por otro, los mensajes indigenistas con citas de Eduardo Galeano para conferir una pátina intelectual al mensaje hispanófobo que hunde sus raíces en los aspectos oscuros de esa España violenta, caudal infinito de espantosas atrocidades. Unas jornadas de blancos y negros, en las que los políticos no dudan en apuntarse para colar su mensaje de turno —por lo que algunos tuiteros aprovechan para apartarse observando desde la barrera con cierto bochorno— y donde apenas hay espacio para los grises.

Las expresiones de esa férrea oposición ideológica a todo lo que supuso la primera globalización tras la serendipia colombina, es enfatizada principalmente con la rotunda sentencia "nada que celebrar". También es habitual encontrarse con el término "genocidio" para calificar el maridaje de España con América. La difusión de esta última perspectiva es tan ruidosa y se expone con tanta vehemencia, que da la falsa impresión de que se ha convertido en una opinión mayoritaria. Ahora bien, ¿es acertada esta percepción? ¿Se corresponde con la realidad imperial española? ¿Hubo un expolio y una destrucción de los indígenas? o ¿hubo un mestizaje y una "acción civilizadora" digna de celebración?

Origen de la celebración

En el tercer centenario del Descubrimiento en Nueva York, en 1792, se celebró el Columbus Day impulsado por la sociedad de St. Tammany (más conocida como Tammany Hall). En 1892 (cuarto centenario) el presidente de los Estados Unidos Benjamin Harrison emitió una proclamación y se volvió a conmemorar la epopeya de Colón. Se había logrado tras el empuje dado por la comunidad italoamericana y por un movimiento americanista que tuvo la peculiaridad de haberse construido de abajo arriba. Pero el gran empujón vino por el apoyo estatal tanto en España como en Estados Unidos. El gobierno español de Cánovas del Castillo quiso imitar las ideas estadounidenses y presentó en septiembre de 1892 "un proyecto de ley para declarar perpetuamente fiesta nacional el 12 de octubre en conmemoración del Descubrimiento de América". Pero los festejos conmemorativos se venían cocinando tiempo antes. Por el cuarto centenario hubo en muchas ciudades españolas exposiciones, cabalgatas con carrozas alegóricas y ofrendas florales. Se adornaron edificios públicos e incluso se construyó una réplica de la nao Santa María en Huelva.

Entrados en el siglo XX en América se empieza a mirar con nostalgia ese pasado común con España reflejado en el arte, la arquitectura virreinal y la lengua. A algunos escritores como José Enrique Rodó (uruguayo) o Rubén Darío (nicaragüense) les preocupaba el expansionismo imperialista que representaba Washington, y se sintieron más cómodos abrazando la cultura y el bagaje que les unía con España. Rodó hablaba del "sacro sentimiento de la raza que unía a los españoles y a los hispanoamericanos". En 1913 un exministro español, Faustino Rodríguez-San Pedro, como presidente de la Unión Ibero-Americana promovió el nombre de "Día de la Raza". La idea, que nace con un fin político, era conmemorar los lazos que unen a España con Iberoamérica, eligiendo para ello el día que Colón llegó a la costa de una isla del Caribe.

¡Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire, mientras la onda cordial alimente un ensueño, mientras haya una viva pasión, un noble empeño, un buscado imposible, una imposible hazaña, una América oculta que hallar, vivirá España!

Rubén Darío, poeta nicaragüense, 1867-1916. Al rey Óscar. Fragmento.

En octubre de 1914 la publicación Unión Ibero-Americana abría su número de esta manera:

La Fiesta de la Raza (Día 12 de Octrubre)

No significa el vano recuerdo de una fecha más.

No es la celebración de la total victoria de un pueblo afortunado, que tiene cruel reverso en la ruina o el baldón de otro que, en la lucha, fue menos dichoso.

No es efemérides de sangre y destrucción, de atropellos y rencores... es, por el contrario, fiesta de paz y que debiera ser —si por acaso no lo es— de fraternal cariño.

[...]

Unámonos en tal día los españoles todos de ambos lados del Atlántico en santa fiesta familiar; estrechemos, si aún es hora, los lazos que la sangre común hace siglos anudó; desterremos suspicacias y rencores.

En 1917 Hipólito Yrigoyen, presidente de la República Argentina, declara fiesta nacional el 12 de octubre. En 1918 pasa a llamarse en España "Día de la Raza" durante el reinado de Alfonso XIII, mediante un decreto del gobierno de Antonio Maura. El nombre "Día de la Hispanidad" —y el mismo vocablo hispanidad— se lo propuso Zacarías de Vizcarra (un sacerdote español residente en Buenos Aires) al periodista Ramiro de Maeztu (por entonces embajador de España en Buenos Aires) a finales de la década de 1920, ya que consideraba "poco feliz y algo impropio" la denominación Día de la Raza, aunque "raza" siempre se concibiera en términos culturales, no raciales. El escritor Miguel de Unamuno ya había mencionado el término "Hispanidad" unos años antes. Pero fue, sin duda, Ramiro de Maeztu el gran promotor de esta denominación durante la Segunda República, que quedó reflejada en su obra Defensa de la Hispanidad (1934). El nuevo nombre fue poco a poco reemplazando al antiguo en España, no así en América, hasta que el 10 de enero de 1958 es oficializado por decreto de la Presidencia del Gobierno de la España franquista.

En la España democrática se volvió a revisar el término y en 1987, gobernando Felipe González, el término "Hispanidad" se acaba desechando. El 12 de octubre pasa a ser la "Fiesta Nacional de España". Lo de la fiesta nacional no era nuevo. Tampoco lo de fiesta nacional de España. Cinco años antes, en 1982, el BOE ya había refrendado ese día como "Fiesta Nacional de España y Día de la Hispanidad".

En América el Día de la Raza o el Día de la Hispanidad también ha cambiado la denominación. En el siglo XXI algunos políticos, con una clara agenda ideológica, atendieron la petición de cambiar el nombre, debido a algunas voces críticas (muy minoritarias) que fueron surgiendo desde coordenadas indigenistas. Precisamente, por solicitud de las asociaciones indigenistas, Hugo Chávez en el año 2002 decreta el "Día de la resistencia indígena". En 2010 Cristina Fernández de Kirchner mediante otro decreto de urgencia y necesidad cambia el nombre a "Día del Respeto a la Diversidad Cultural". Evo Morales decreta en el 2011 el "Día de la Descolonización", después de haberse llamado "Día de la Liberación, de la Identidad y de la Interculturalidad". El mismo proceder han visto otros países hispanoamericanos al cambiar la fiesta de la Hispanidad por fórmulas indigenistas. Lo que en un principio se ideó como una festividad de unión para acercar lazos comunes, se ha convertido en un arma de odio, xenofobia y desunión.

Según Iván Vélez el cambio de nombre lleva aparejo en sus nuevas denominaciones una serie de abstracciones:

Acaso la más evidente es la que sitúa en el centro de la escena resistente al "indio", un sujeto tan inexistente como idealizado, tan arcádico, que solo resulta asumible por mentalidades infantiles capaces de creer en el mito del buen salvaje.

¿Resistencia indígena?

Cualquiera que oiga esta frase inmediatamente piensa en el apacible pueblo indígena resistiendo ante los todopoderosos ejércitos de España. Pero conviene recordar al hablar de "resistencia indígena" que la conquista la hicieron mayoritariamente indígenas, por lo tanto, tendríamos a unos indígenas (en plural) resistiendo y finalmente sucumbiendo ante otros indígenas. Y digo en plural porque los pueblos precolombinos eran muchos. Entre esas tribus, ocurría a menudo, que podían estar separadas entre sí miles de kilómetros, desconociendo una coexistencia mutua; otras veces sucedía lo contrario, estando la guerra a la orden del día antes de la llegada de los españoles. Es todo tan absurdo que produce bochorno el tener que explicarlo. Sin embargo, estos razonamientos tan perversamente maniqueos, presentistas, tramposos y pueriles se dan entre los movimientos indigenistas de izquierda marxista y anticapitalista, que consideran, de una manera algo ingenua, que las sociedades precolombinas eran comunales y perfectamente armónicas, y aunque plurales, formaban un solo pueblo (el pueblo indígena). Y que no existía ni la sociedad estamental ni la propiedad privada. Entre las Conclusiones del I Congreso de Movimientos Indios de Sudamérica celebrado en Ollantaytambo (departamento del Cuzco) en 1980 se decía lo siguiente:

Considerando:

Que, los pueblos indios de todos los tiempos y espacios desarrollaron, mantienen y practican sus propias formas socio-culturales.

Que, dentro de esta pluralidad cultural india no existieron ni existen culturas inferiores ni superiores, sino al contrario fueron armónicas y complementarias, en razón de que nuestros pueblos han estado organizados en sociedades sobre la base de la armonía universal.

Que, nuestras culturas no fueron antagónicas ni tuvieron un sentido depredador, genocida y excluyente como es la característica de la cultura occidental.

Que, la invasión europea y todas sus formas de colonización han tenido y tienen un carácter etnogenocida, de barbarie clasista, individualista y deshumanizante.

Que, frente al proceso de dominación colonial impuesto por el mundo occidental, existe y se consolida un proceso de resistencia de las culturas indias que luchan por su plena autodeterminación.

Que, lo anteriormente mencionado implica una oposición dinámica entre el sistema de tipo occidental donde se enfrentan las categorías de explotador y explotado, colonizador y colonizado, opresor y oprimido, etc., y otra constituida por las civilizaciones indias de América, las cuales tuvieron capacidad para organizar la vida cotidiana de comunidades auténticas y ajenas a dichas contradicciones.

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