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Julián Schvindlerman

Acerca del nuevo libro del Papa Francisco

La meditación de Francisco sobre la dimisión y la figura de Benedicto XVI.

En una autobiografía de reciente publicación, Papa Francisco: Mi vida. Mi historia a través de la Historia —de la pluma del actual pontífice en coautoría con Fabio Marchese Ragona, vaticanista del grupo de televisión Mediaset— el Papa Francisco relata el sendero de su vida en tanto se cruza con hechos relevantes de la historia mundial. En la interacción, Francisco reflexiona sobre el Holocausto, las bombas atómicas, la Guerra Fría, el primer alunizaje, la dictadura militar en la Argentina, el surgimiento de la Unión Europea, los ataques terroristas del 11S y la pandemia de COVID, entre otros asuntos. Aquí me centraré en el capítulo dedicado a la dimisión de su predecesor Benedicto XVI y en la mirada que el actual pontífice brinda acerca de esa renuncia y de la ulterior muerte del Papa alemán.

Sede vacante

A lo largo de la historia católica, varios pontífices renunciaron forzosamente al ejercicio papal. El caso más dramático fue el de San Clemente I, quien renunció en el año 96 y al año siguiente fue arrojado al Mar Negro encadenado a un ancla. El Papa San Ponciano abandonó el trono de San Pedro en el siglo III. El Papa San Silverio en el siglo VI fue depuesto por el general bizantino Belisario y renunció. En el 654 renunció el Papa San Martín, también tras ser depuesto y, en su caso, deportado. En el siglo XI el Papa Benedicto IX renunció y se retiró al monasterio de Grottaferrata como penitente. En 1294 fue el turno del Papa Celestino V, quien dejó el oficio por incapacidad, aunque inducido por el cardenal Benedicto Caetani. "En el Vaticano corrían rumores de que, por la noche, el papa Celestino oía la voz de un ángel que le pedía que abdicara de su cargo y que, en realidad, era Caetani quien le hablaba a través de un agujero en la pared". Tras la dimisión, éste asumió como el nuevo Papa con el nombre de Bonifacio VIII. El Papa Gregorio XII renunció en 1415 y Clemente VIII lo hizo en 1429.

El 11 de febrero de 2013, Benedicto XVI sorprendió al mundo al anunciar su renuncia al papado. Dirigiéndose en latín a los cardenales en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, afirmó:

para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio es necesario también el vigor, tanto del cuerpo como del espíritu; vigor que en los últimos meses ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma….

Poco más de dos semanas después, el 28 de febrero, Benedicto XVI salió al balcón de la residencia pontificia de Castel Gandolfo para dar su último discurso como Sumo Pontífice:

Sabéis que para mí este es un día distinto de otros anteriores. Ya no soy Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Todavía lo seré hasta las ocho de esta tarde, después ya no. Soy simplemente un peregrino que empieza la última etapa de su peregrinación en esta tierra.

La dimisión de Benedicto XVI marcó la primera renuncia libre en la historia papal, la primera renuncia no inducida por rivales o con el fin de resolver un cisma. Fue, en palabras del vaticanista español Javier Martínez-Brocal, "una novedad absoluta". Así, a casi seis siglos de la previa renuncia pontificia y marcando terreno inédito, Ratzinger conmovió al mundo católico, cristiano y seglar con su impactante determinación. Con la última campanada de las 20h, las puertas del palacio se cerraron y culminó su papado. "Ratzinger, de 85 años, se marcha como vivió, solo", esbozó Pablo Ordaz en El País de España.

Primeras reacciones

Con la conclusión del discurso, el todavía arzobispo porteño Jorge Bergoglio relata en su nuevo libro que se acercó a saludar el Papa "como los demás hermanos cardenales, y le agradecí todo lo que había hecho. Fue muy amable y también me agradeció haber ido a la audiencia. A las ocho en punto inició el período de sede vacante: la Iglesia ya no tenía papa". Francisco se mostró comprensivo con la decisión de su predecesor: "Sin duda, Benedicto debió meditar y rezar mucho antes de tomar aquella histórica y valiente decisión".

La renuncia de Benedicto fue aplaudida por muchos como un acto franco de reconocimiento de las propias limitaciones y un gesto valiente que preservaba a un hombre mayor al borde de sus capacidades, a la vez que protegía a una Iglesia necesitada de un líder colmado de vigor para guiar a más de mil millones de fieles en todo el mundo. En primera plana, el diario vaticano alabó la "desconcertante dignidad" con la que Benedicto había procedido. Otros lo vieron como una abdicación inconcebible al trono de San Pedro y un abandono de sus obligaciones papales. Dado que Ratzinger permaneció con vida por casi una década adicional y continuó escribiendo durante este período, hubo cuestionamientos a las razones esgrimidas para desistir del rol pontificio. Cuando el Trono de Pedro fue ocupado por el nuevo Papa Francisco —"el pontífice más progresista en medio siglo", según The Economist— los críticos conservadores de Ratzinger se sintieron singularmente decepcionados por la consecuencia infeliz de la abdicación papal.

Esto dio lugar a una inédita convivencia de dos pontífices en la Ciudad del Vaticano: el Papa renunciante y el nuevo líder supremo de la Iglesia Católica, Francisco; conservador uno, progresista el otro. Benedicto XVI siguió vistiendo de blanco y parecía cómodo con el mote de "Papa emérito", pero nunca desafió públicamente a Francisco por discrepancias ideológicas, aun cuando continuó escribiendo y, ocasionalmente, disertando o dando entrevistas. Salvo una famosa excepción: cuando se publicó un libro suyo en coautoría con el cardenal africano Robert Sarah, prefecto de la Congregación del Culto Divino, en el 2020, a favor del celibato sacerdotal en momentos en los que el nuevo Papa se mostraba dispuesto a permitir el casamiento de sacerdotes del rito latino. Las críticas no tardaron en emerger, forzando al Papa emérito a retirar su firma de esa obra.

En su autobiografía, Bergoglio aborda las controversias que surgieron entre ellos: "…me entristeció ver que, con los años, su figura de papa emérito ha sido instrumentalizada con fines ideológicos y políticos por gente sin escrúpulos que, al no haber aceptado su renuncia, quizá pensó en su propio beneficio y en sus propios intereses, subestimado la dramática posibilidad de una fractura en el seno de la Iglesia", y lamentará que "por desgracia" en los años siguientes a la renuncia pontificia "no faltaron polémicas que nos hicieron daño a los dos". Una de las más conocidas controversias involucró al entonces secretario personal del papa alemán, Georg Gänswein, cuyo libro crítico (con un capítulo dedicado al vínculo entre ambos papas) salió el día del funeral de Benedicto XVI. "Que el día del sepelio se publique un libro que me pone de vuelta y media, contando cosas que no son verdad, es muy triste", dijo Francisco entonces.

Habemus Papam

Pero esta historia comienza con el momento de la noticia bombástica de la abdicación en Roma y la toma de conocimiento de ella por parte de Jorge Bergolgio en Buenos Aires. Así se narra en el libro:

Mientras tanto, en el despacho del arzobispo [de Buenos Aires] el teléfono sigue sonando.

—¿Diga? —responde el purpurado.

—Eminencia, soy Gerry [O´Connell], lo llamo desde Roma, espero no molestar. Abdicó el Papa…

Me quedé paralizado unos segundos, casi no podía creer lo que mi interlocutor me estaba diciendo por teléfono.

El arzobispo porteño comprendió que debía viajar a Roma, aún cuando, admite, "yo trataba de ir lo menos posible al Vaticano. Sinceramente, prefería estar con mi gente, entre otras cosas, porque no me sentía muy a gusto viendo la pompa de esos palacios". El arribo de los purpurados a un nuevo cónclave es un acontecimiento ampliamente cubierto por los medios de prensa del globo y seguido por millones. No obstante, Bergoglio se las ingenia para pasar desapercibido: "envuelto en su abrigo negro, llega solo, a pie, con el bolso en la mano y sin el solideo de color púrpura en la cabeza, cruzando la Plaza de San Pedro. Ni los fieles ni los periodistas lo reconocen y esto le permite llegar puntual, sin obstáculos". Ante el colegio cardenalicio, Bergoglio cierra su breve mensaje con estas palabras: "Pensando en el próximo papa: un hombre que, a través de la contemplación de Jesucristo y de la adoración de Jesucristo, ayude a la Iglesia a salir de sí misma hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive de la 'dulce y reconfortante alegría de evangelizar´".

Acota Francisco en Mi Vida: "¡Ese discurso fue mi condena! Menos de tres minutos que cambiaron mi vida. Al finalizar la alocución hubo un aplauso y más tarde me enteré que desde ese mismo momento había empezado a circular mi nombre". El 13 de marzo de 2013, con la tercera votación, Bergoglio fue electo Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Él recuerda que el cardenal brasileño Cláudio Hummes lo besó y le pidió que no se olvide de los pobres. "Y entonces elegí el nombre que tendría como papa: Francisco. En honor a San Francisco de Asís", anotó.

Francisco narra qué, tras ser elegido Papa y saludar a la feligresía en la Plaza de San Pedro, lo siguiente que hizo fue llamar por teléfono a su predecesor, quien no atendió al encontrarse mirando la fumata blanca por televisión junto a su secretario privado. "Una vez saludado al pueblo", cuenta Francisco, "hice mi primera llamada al papa emérito. Quería darle las gracias una vez más por su trabajo, pidiéndole que rezara por mí y prometiéndole que iría a verlo pronto". En varias ocasiones, Francisco visitó a Benedicto y en su primera conferencia de prensa, en un vuelo de regreso de un viaje a Río de Janeiro en julio de 2013, se refirió con calidez al vínculo que los unía: "es como tener el abuelo en casa, pero el abuelo sabio". Aquí la cita ampliada:

Hay algo que caracteriza mi relación con Benedicto: yo le quiero mucho. Siempre le he querido. Para mí es un hombre de Dios, un hombre humilde, un hombre que reza. Me alegré mucho cuando fue elegido Papa. También cuando dimitió fue un ejemplo de grandeza. Un grande. Sólo un grande hace esto [...] 'Es como tener el abuelo en casa', pero un abuelo sabio.

Aunque nunca lo dijo en público, Benedicto no halló del todo alegre la mención. Cuando Francisco reiteró eso al año siguiente durante la celebración de la Jornada para la Tercera Edad en Roma, conforme informó la corresponsal en Italia del diario argentino La Nación, Ratzinger comentó a su secretario privado Georg Ganswein: "Bueno, en el fondo tenemos sólo nueve años de diferencia. Quizás era más correcto definirme ‘el hermano mayor’".

El fallecimiento de Benedicto XVI

El 31 de diciembre de 2022 L'Osservatore Romano informó que falleció Benedicto XVI, a los 95 años, a las 9:34h, en el monasterio Mater Ecclesiae, en los jardines vaticanos. "Benedicto XVI ha regresado a la Casa del Padre", declaró el diario oficial vaticano. Esa misma tarde, en su homilía de fin de año, dijo Francisco:

Y hablando de amabilidad, en este momento, nuestro pensamiento se dirige espontáneamente a nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI, que nos ha dejado esta mañana. Con emoción recordamos su persona tan noble, tan amable. Y sentimos tanta gratitud en el corazón: gratitud a Dios por haberlo dado a la Iglesia y al mundo; gratitud a él, por todo el bien que ha realizado, y sobre todo por su testimonio de fe y de oración, especialmente en estos últimos años de su vida retirada. Sólo Dios conoce el valor y la fuerza de su intercesión, de sus sacrificios ofrecidos por el bien de la Iglesia.

Por voluntad de Benedicto, se invitó oficialmente tan sólo a las delegaciones de Alemania e Italia a su funeral solemne, las que fueron presididas por los presidentes respectivos Frank-Walter Steinmeier y Sergio Matarella. Otros dignatarios mundiales se hicieron presentes, como la reina Sofía de España. Los restos de Ratzinger fueron colocados en el centro de la plaza vaticana, donde casi 200.000 personas le dieron su último adiós, tras lo cual fueron introducidos en un féretro de madera. Francisco inauguró la celebración fúnebre ante unos 130 cardenales, 400 obispos y 3700 sacerdotes. Tal como vaticanistas señalaron, era la primera vez en la historia contemporánea que un Papa era despedido por otro Pontífice. (En 1802 el Papa Pío VII participó del funeral de su predecesor, Pío VI, fallecido en 1799 en el exilio en Francia). Durante la Misa Exequial, Francisco destacó la "sabiduría, delicadeza y entrega" del pontífice fallecido y declaró:

También nosotros, aferrados a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, queremos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las manos del Padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara encendida con el aceite del Evangelio, que él esparció y testimonió durante su vida (cf. Mt 25,6-7).

Y concluyó:

Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz.

Las palabras de despedida de Francisco no fueron bien recibidas entre los fieles conservadores que vieron en Benedicto XVI a su emblema moral. La homilía versó principalmente sobre la figura de Jesús y muy poco sobre la vida y obra del Papa Emérito. De hecho, Francisco nombró explícitamente a Benedicto una única vez, en el último párrafo de su homilía. Fue muy distinta de la homilía generosa que el cardenal Ratzinger pronunció en el funeral de Józef Wojtyla en 2005, al alabar profusamente la figura de Juan Pablo II. "Uno casi tiene la sensación de que esta es una homilía fúnebre genérica que ha sido ligeramente adaptada para Benedicto XVI", apuntó el vaticanista John Allen. Rod Dreher, un cristiano ortodoxo orientalconservador, tuiteó: "Qué acto vergonzoso. Una señal de una inmensa falta de respeto". David Quinn, director del Instituto Iona de Irlanda, también conservador, acotó con sarcasmo: "Comentarios muy discretos, de acuerdo".

Los días posteriores al fallecimiento del Papa emérito, el Vaticano, lejos de paralizarse, siguió con sus asuntos en curso. Francisco se mantuvo en agenda: se reunió con el embajador saliente de Corea del Sur y los organizadores de un premio para promover la fraternidad humana. Dio su audiencia pública semanal a los peregrinos, aunque recordó a Benedicto. El día del funeral las oficinas del Vaticano permanecieron abiertas, y se les permitió asistir a la misa fúnebre solo a los empleados no esenciales. Los Museos Vaticanos y la farmacia vaticana no tenían programado cerrar por la tarde, pero la Capilla Sixtina no abrió sus puertas a turistas. Por su parte, el día del funeral, el diario oficial vaticano publicó el prólogo elogioso hacia Benedicto escrito por el Papa Francisco en el libro de la Librería Editora Vaticana Dios es siempre nuevo, que recoge el pensamiento espiritual del papa emérito.

Conclusión

Papa Francisco: Mi vida. Mi historia a través de la Historia seguramente es un texto que refleja con fidelidad el sentir personal del actual Papa sobre el peculiar lazo con su predecesor. Es también un texto político, al echar luz sobre los pensamientos de un jefe de estado mundialmente influyente. Además, debe leerse en el contexto de una intensa disputa política entre progresistas y conservadores en el seno del Vaticano por los legados del difunto Benedicto XVI y del propio Francisco, ya octogenario y cursando su onceavo año de pontificado. Resulta claro que el segundo quiere dejar asentado su afecto y respeto por el primero. Tal como escribe: "[Benedicto] fue un gran Papa, humilde y sincero, que amó la Iglesia hasta el final". Si este libro logrará apaciguar los rumores y las tormentas que todavía rodean la memoria del vínculo entre ambos papas, eso es harina de otro costal. Pero hay que reconocerle a Francisco el esfuerzo —declarado en la contratapa del libro como frase destacada— de intentarlo: "No hay que olvidar la lección más importante: podemos releer la historia de nuestra vida para hacer memoria y poder transmitir algo a quien nos escucha".

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